Posiblemente no existan en la historia del western dos pelis más antagónicas que “Hasta que llegó su hora” y “Cabalgar en solitario”.

La primera —como todo buen adepto al género sabe de sobras— es la obra cumbre del SW. Una obra maestra faraónica, épica, sublime e incontestable. Lo más parecido a una ópera, en resumen, que el western ha dado nunca.

La segunda, en cambio, es el típico producto de serie B: modesto, humilde, sencillo y tremendamente conciso. Un western que no se anda por las ramas y que —en setentaypocos minutos— liquida de forma más que satisfactoria una historia que, pese a no ser nada del otro mundo (la de Leone tampoco lo es), sintetiza a la perfección cómo las daban y las tomaban en el antiguo y legendario far west.

Obviamente, todo se reduce a una cuestión de forma, de metodología. Leone era un genio y Boetticher, un artesano. Y ambos delinearon el western a partir de lo que sus respectivos talentos y bolsillos les permitieron. Particularmente, prefiero a Leone. Pero lo que tengo muy claro es que la forma y la metodología de Boetticher me parece tan válida, tan auténtica y tan honesta como la del italiano. Es más, si nos atenemos a cómo y de qué manera evoluciona la trama argumental de “Hasta que llegó su hora” y “Cabalgar en solitario” respectivamente, yo diría que —al margen de las susodichas divergencias formales— la “gran” diferencia entre ambas pelis reside en un pequeño matiz: el “hasta que”.

(Continúa en zona spoiler)