Flamante ganadora de la Concha de Oro a la mejor película en el recién clausurado Festival de San Sebastián, Peter Mullan nos traslada al Glasgow de los años 70 para narrarnos la historia de John Mcgill. A través de Neds el director es capaz con un ritmo 'in crescendo' hacernos partícipe de la evolución de John cómo ser humano, desde su apuesta en la educación como arma de cambio y progreso y su deseo feroz por desmarcarse de un medio y de un contexto abocados a la violencia, hasta su forma también salvaje de enfrentarse con una realidad que se empeña en imponerse y absorber al personaje.

El espectador asistirá impotente al espectáculo, cómplice de su lucha inicial y gradualmente descorazonado por una trayectoria que no por intuida resulta menos dramática. Es siempre complejo enfrentarse al abandono en una jungla, más cuando las armas de las que dispones, el sistema educativo, parecen secundar cualquier atisbo de esperanza. El director parece dispuesto a lanzar a sus personajes al foso y desde allí interpelarnos con su propuesta: ¿es nuestra sociedad y el sistema educativo capaz de salvaguardar a sus jóvenes de la violencia? La pregunta queda lanzada, el público deberá elegir su respuesta. La rotundidad de las imágenes no deja lugar a dudas.