En la primera escena vemos a Irene, llamada "La Califa" (sublime Romy Schneider) arrodillada junto al cadáver de su marido, obrero metalúrgico, asesinado a palos por la policía durante una manifestación (como en Barcelona, vaya). La mujer parece realmente abatida, aunque luego sabremos que se cepilla a todos los que se cruzan en su camino. Por otro lado está el gran empresario Dobberdò (sensacional Ugo Tognazzi), hombre hecho a sí mismo desde sus modestos orígenes proletarios, que se enfrentará a su CEOE particular tras encoñarse y mantener relaciones con la Califa, pues trata de recuperar una fábrica en quiebra para evitar despidos. El Rosell de turno decretará su ejecución. Alberto Bevilacqua, reputado novelista, debutaba en la dirección cinematográfica con esta transcripción de una de sus novelas, que somete a profundos cambios, cosa que no logra hacerla más comprensible. Los trascendentales diálogos entre la pareja de amantes no consiguen desentrañar los misterios de esta relación contra natura, ni el súbito cambio de ideas de Dobberdò. No obstante, con esos intérpretes en estado de gracia te zambulles en la película, que cuenta además con una magistral banda sonora del maestro Morricone. Película difícil de ver, vale la pena darle un tiento y disfrutar con el cuerpo, los ojos y la sensibilidad de la llorada Romy.