Vaya, la vida en tres actos de unos personajes que siendo chinos, llevan su propio ritmo y poseen sus propias peculiaridades. Hay vida más allá de las montañas, desde luego, con dólares o sin ellos, tanto si vas a Australia como si te quedas en un lugar más cercano como Hong Kong o el siguiente pueblo al oeste del tuyo. Eso siempre, ir al oeste parece ser crucial, no sólo porque te acompaña esa maravillosa canción con la que también se cierra la película en unos momentos finales asombrosos, rebosantes en poesía y que explican tanto a más que las dos horas que quedan detrás.

El problema de esta producción china es ese ritmo lento que nadie puede negar, aunque sea placentero usar las marchas cortas y disfrutar de un viaje pausado. Habrá quien se aburra, de eso no tengo ninguna duda. El caso es que su comedimiento hace que desde nuestra perspectiva occidental nos sintamos más ajenos a sus existencias, como si eso de gritar no fuera con ellos. Sin embargo si una de las aristas falla es capaz de hacerse con unos kilos de dinamita para arreglar el triángulo. La violencia interiorizada es peor.

Tres actos entonces, siendo claramente el segundo muchísimo mejor que el resto (salvando el epílogo emocionante del 'Go west'), con una lección asombrosa del uso de elipsis. La vida es así, aunque sea en China, dejamos de saber qué fue de aquél, cómo debió acabar, si está vivo, dónde estará, cómo le fue... Unas veces va bien, otras no. Yo me veo incapaz de suspender una película que está bien hecha y que intenta retratar la vida tal cual es, sin artificios.