John Simm es un actor ideal para ir de ingenuo seducido, no más empezar la película, por la niña-mujer por excelencia, Christina Ricci; Kyle juega estupendamente a parodiar a su maestro David Lynch en un perverso sumamente divertido, y John Hurt es siempre el gran actor que da realce a cualquier colaboración que se precie, por pequeña que sea.

El conjunto tiene ritmo, se sigue con agrado, gracias a una muy buena fotografía y una banda sonora excelente en la que lucen muchos temas, especialmente la versión en inglés del Ne me quittez pas de Jacques Brel.

Hay que disfrutarla como un elegante juego de sonrisas entre buena gente y canallas de diverso calibre; no es más que una amable parodia del cine romántico y policiaco, con su cuota de sentimentalismo verdadero. Película pequeña sin aspiraciones de obra maestra ni ínfulas perversas, más bien juega con ellas.

Lamentablemente, tiene sólo un par de encuentros sexuales bastante penosos, exhibidos con un torpeza voluntaria, seguramente para subrayar el caracter simple, más bien vulgar de estos dos que bien quieren quererse.

La niña Ricci es, sin duda, un bombón a quien le basta con mover las caderas o sugerir sus bellos pechos bajo la ropa para justificar que dos tipos enloquezcan por ella.