¡¡Oh, Dios mío!! Han secuestrado al Gobierno estadounidense. Un comando norcoreano ha urdido un plan un poco bestia para tomar el poder y eliminar la presencia occidental en la zona desmilitarizada. ¡Qué malos son!
Menos mal que un guardaespaldas del señor Presidente, que tiene la misma cara de Leónidas (¡Esto es Esparta!) consigue entrar como John McClane en el Nakatomi Plaza para llevar a cabo el rescate.
Aunque no puedo dejar de reconocer que me gustan estas películas, tampoco es menos cierto que es exageradamente típica. No es que sea previsible, sino que todo lo que muestra da la sensación de haber sido visto antes.
Lo que más molesta es el enorme patriotismo que rezuma cada fotograma. No faltan los discursos de valentía, el orgullo americano y la omnipresente presencia de la bandera de las barras y estrellas.
A nivel de acción, es frenética. Desde la espectacular secuencia del asalto hasta la pelea del final. Sin embargo, el excesivo uso de una fotografía oscura y la repetitividad de las escenas (ahora voy por el pasillo y me cargo a uno, luego entro en el despacho oval y me peleo con otros cuantos....) le restan puntos.
Los actores son buenos. No hay más que ver los nombres que salen en el reparto. Pero evidentemente el argumento no les da muchas opciones de destacar.
Aún así, se deja ver sin un nivel de exigencia cinéfila muy alto. Realmente tampoco se podía esperar mucho más. No deja de ser una película de acción más tipo "Jungla de cristal" pero con cierto ambiente de serie B.