Es difícil que, si se unen uno de los mejores actores vivos y uno de los mejores directores vivos, salga algo malo. Y lo es más aún, si la historia es tan potente como esta.
Las adaptaciones de hechos reales a veces no terminan de funcionar bien en una película si hay que ser fiel y esos hechos no dan para un largometraje, pero Eastwood es quien es, y en este caso no hay problema ninguno.
Es muy ingenioso el guion, que partiendo de unos acontecimientos que se pueden narrar en media hora o menos, consigue dar un buen resultado sin aburrir. Y es que lo han enfocado con “flashbacks” y repeticiones de lo mismo pero desde diferentes puntos de vista, montando una visión general muy conseguida. Al final, no solo es una película que cumple, sino que también sirve como documental. Nos lo cuentan todo tan bien que terminamos conociendo todos los detalles y aristas de este aterrizaje forzoso.
Y eso que en los primeros compases me estaba temiendo encontrarme al Eastwood más tranquilo y menos interesante. Comienza con su habitual música de piano, su ritmo lento, y con un protagonista al que ya le ha pasado todo y su compañía quiere investigar lo que pasó. Se centra en un personaje y no en los efectos especiales o en la catástrofe. Sin embargo, sorprendentemente luego todo mejora y se completa muy bien. El foco se pasa de Sully al accidente, y esto como digo es muy acertado.
Si nos lo hubieran contado linealmente, empezando por el accidente y siguiendo con la investigación, la película habría quedado descompensada, siendo entretenida al principio y pesada al final. Pero el grueso de la historia nos lo meten en medio, y aunque nos cuentan 2 o 3 veces lo mismo, lo hacen desde diferentes puntos de vista y momentos temporales. De esta forma se equilibra mucho mejor el ritmo cinematográfico. Es decir, esta película en manos de otro director podría haber quedado en poco menos que un telefilm.
Además, Eastwood es coherente y no alarga innecesariamente un relato que, objetiva y sinceramente, no tiene enjundia para dar mucho más de sí en lo que a duración se refiere.
Por otro lado, el accidente está muy bien filmado, y nos mete en ese avión con los demás. Transmite emoción por su realismo.
La parte de la vista de la empresa es un poco más pesada, y se pone muy repetitiva con las simulaciones, pero claro, si nos quieren contar todos los hechos, es necesario.
En cuanto a la actuación de Tom Hanks, poco que decir. Su avejentado aspecto hace que se parezca mucho al personaje real, pero eso es lo de menos, porque realmente lo importante es que con su actuación, empalizamos con este héroe al que, después de todo, querían crucificarle por no hacer lo que mandaba el protocolo.
De todas maneras, a pesar de todo lo dicho, está claro que no es ni mucho menos una de las mejores películas de Clint ni de Hanks, pero teniendo en cuenta todo lo que han hecho en sus largas carreras, el listón estaba demasiado alto.
Si la comparamos con una película muy parecida, como es “El vuelo” de Robert Zemeckis, “Sully” gana claramente. Con este tándem, ya íbamos sobre seguro de antemano.