“Idiota se es, idiota se es”.
El estandarte de la comedia moderna francesa es esta divertidísima película, sin nada de humor negro ni soez, ni falta que le hace.
Para hacer reír, y con éxito, le basta con unos buenos diálogos y unos personajes memorables, en un relato que es bastante teatral, por su casi único escenario. Por supuesto, el ganador absoluto es François Pignon (Jacques Villeret), una especie de Danny DeVito galo, un idiota digno de la escuela de “2 tontos muy tontos”, aunque aquí el humor no sea físico, sino básicamente de diálogos.
Además del buen rollo y de los muchos momentos graciosos (incluyendo la canción de los créditos), es cortísima. Es un acierto que las comedias no alarguen su duración innecesariamente cuando el guion no da más de sí.
No me extraña que tuviera tanto éxito en su momento. Si se conecta con su sentido del humor, es una película que te quita las penas, y como digo, sin clichés ni tirar por el camino fácil del mal gusto.