Desde luego que las escenas de acción están muy bien resueltas, incluyendo la destrucción del polvorín durante la fiesta de la emperatriz, al parecer una escena "impuesta" por los actores principales a Ray, dado que intuían que la cosa podía ser un poco plomiza. Y, de hecho, lo es. Ya digo, salvo las escenas de acción, bien resueltas, el resto es bastante aburridote. Por un lado, el arranque con las banderitas y los himnos internacionales, incluido el de España, que seguro que no hubiera salido en un producción norteamericana de la época si no llega a estar rodada la película en España. Poco más tarde la frase del embajador español, señor Guzmán, cuando el embajador británico, D. Niven, les propone a sus colegas quedarse y resistir: "en nuestro diccionario no aparece la palabra huir", o algo por el estilo suelta. Decir eso, cuando la acción transcurre en 1900 y todos sabemos que ocurrió en 1898, es doblemente risible. Por otro lado, tenemos al apuesto yanqui versus el "gordo" y desagradable embajador ruso... La rusa, A. Gardner, completamente abotargada, párpados hinchados, etc., con una pinta que ni los chinos la querrían, y aquí enamora a Heston, al médico y al soldado inglés herido... Todas las escenas intimistas de Niven y su mujer no son para tanto; sus hijos son fusilables. De hecho el niño recibe un disparo que, lamentablemente, dado que es un chino quien dispara, no es definitivo. Además tenemos china huérfana que, por su puesto, no puede acabar mal. Los sacerdotes son buenos, la rusa no es tan golfa como la pintan, y al final ganan los occidentales, con un desfile oportuno de las tropas internacionales de rescate entre las que, por supuesto, no se encontraban las nuestras. Con lo bonito que hubiera sido que los últimos de Filipnas hubiesen entrado los primeros en Pekín. Pero no. En definitiva, película sobrevalorada muchísimo y con un regusto imperialista bastante cargante. N. Ray tiene cosas mucho mejores, ya lo sabéis.