Vaya por delante que había leído la novela, y la disfruté bastante. Cuando vi el anuncio del estreno de la serie, siendo el director Jean-Jaques Annaud y el protagonista Patrick Dempsey pensé que la cosa pintaba muy, muy bien. Esperaba un producto de calidad, tanto actoral como de factura en su realización, pero a los 10 minutos del primer capítulo descubrí que no iba a ser así. Llevo vistos 6 episodios y debo decir que, una vez asumes el tipo de producto que es, se disfruta mucho más. Una vez pasados los créditos iniciales -que sí son de calidad-, la serie peca de todos los males de un telefilm: malos actores (con 3 o 4 dignísimas excepciones), giros de cámara o zoomes a primer plano injustificados. Tal vez Annaud a sus 75 años ha perdido su toque. O tal vez no prestó la más mínima atención a su trabajo y sólo puso el nombre, nunca lo sabré. Pero lo dicho, si asumes que es un telefilm venido a más, la cosa se degusta mucho mejor.
La trama es una adaptación perfectamente fiel de una muy buena novela, por lo que para el espectador acaba funcionando, si bien se echan de menos las clases magistrales que Marcus recibe del profesor Quebert durante toda la novela, con consejos y reflexiones muy certeras sobre la escritura y la literatura en general.