Edwards siempre estaba mejor cuanto más delirante. En ese sentido, uno de los mejores momentos de la película es la actuación de un funambulista para una simple secretaria, ante la negativa del jefazo de recibirle. Antes ha dicho su nombre con todo orgullo. ¿Y quién es este personaje? Nadie, ni antes ni después vuelve a aparecer en la trama. Luego, es verdad que todo está un poco viejo, desvencijado. Que las caídas de camareros ya no hacen gracia. Que la película no puede ser considerada "musical" aunque salgan números musicales "de escenario", (y, por tanto, contemplados con los mismos ojos que los personajes que pueblan el cabarè). Es verdad, también, que todo pierde peso con la ñoña Julie Andrews, a la que sujetan como pueden los grandiosos Preston y Garner. Y es verdad que no se es glamouroso sólo por poner en escena champán y hoteles buenos. Pero, en fin, la película se puede ver si uno no es un viejo gruñón, aunque no se la pongáis a vuestros hijos porque no la soportarán.
Gran actuación de despedida de Preston, colofón a una gran carrera. Sin él, hace mucho tiempo que nadie hablaría de esta película