Entretenida película con personajes de la fauna marina, pero reflejados en el mundo humano. Y ahí radica el éxito del filme. Sensible y tierna. El pez payaso en la magia del pixel puede sentir amor. Un amor que traspasa fronteras. Qué lejanos días están aquellos programas de Ramón Bravo. Pero la esencia es la misma. La vida comenzó en el mar.
Retrocedo en el tiempo. Estoy una noche con mi novia Miriam. Estamos hablando de la película “Buscando a Nemo” ella dice que no se pronuncia “Niimoo” le digo que estoy hablando en ingles. Ella se resiente. No importa si es el pececito payaso es “Nemo” o “Nimo” o “Namor” es el amor que yo siento por ella. El amor que me hace nadar millas náuticas hasta volverla a encontrar. El amor que solo se aprecia luego de salir de grupos de autoayuda (si hasta los tiburones hacen catarsis y recaen a la barbarie) voy en un viaje de 20,000 leguas hasta el arrecife del amor de mi pececita. Hasta Sídney, hasta Nassau, hasta el Egeo. Porque el hijo que planeamos fue concebido en la pecera más grande nunca ante vista. El mar.
El mar y tú; el hábitat que es el nido de nuestro más grande amor. Donde habitan seres hermosos que hacen burbujas de amor por donde quiera.