Mickey Rourke, el niño malo de Hollywood. Hace buena mancuerna con Don Johnson. Se ven hasta carismáticos. En una película de acción sencilla y divertida, casi tirándole a comedia. A pesar de lo simpático que nos resultan estos camaradas no puedo dejar de sentir cierta nostalgia, sobre todo por el rebelde y renegado Mickey, un hombre- niño buscándose así mismo, rompiendo cráneos y corazones, por que el fuego que le quema por dentro no lo deja en paz. Mirándolo como a un hijo, me doy cuenta d que todavía le queda un largo camino en el cual tendrá que darse una y otra vez en la nariz, hasta terminar con “el hocico” ensangrentado. Y su querida moto, que quiere tanto como se quiere a una novia; quedará empolvada mientras se mete al ring y al mundo de la lucha libre. Hasta que quede tan vacio y acartonado como el héroe Marv de “Sin City” que años más tarde interpretaría. En 1991 se cruza con Don, “Marlboro” y se divierten de lo lindo. Parece que veo a otro Micky totalmente distinto del de “9 semanas y media y tal vez Kim lo recuerde como un ser más espiritual, muy alejado del zombi de “Sin City”, algo le pasó a este muchacho. Espero que vea la luz al final del túnel.
Hoy el querido Mickey, vive en su pequeño apartamento, todavía va al gimnasio por matar el tiempo, está en forma. Ha dejado de ser un cenicero humano. Un buen día se miró al espejo y pidió una segunda oportunidad.
Le acompaña su pequeño perro Chihuahua.

“Alguna vez quise tener una familia, pero no encontré a la mujer con la cual quisiera siempre estar, una mujer que fuera mas importante que mis amigos, que mis motos, que todo lo demás, nunca llegó”. “Mi infancia fue difícil, sin un padre. Si tuviera un hijo siempre estaría con él, nunca más alguien sufrirá lo que yo viví”.

"El infierno es vivir día a día sin saber la razón de tu existencia".