Producción de Eduardo Manzanos, quizás igual de ambicioso que el resto de su filmografía, o sea, muy poco, pero que a pesar de su modestia en todos los sentidos, tiene algo que hace que se pueda seguir sin dificultad, amén de entretener.
No se puede decir que sea muy disfrutable, pero el ritmo es ágil y tiene alguna situaciones que la hacen algo diferente del resto. Por ejemplo su sorprendente final, toda una ironía del destino.
Aquí, Eduardo Fajardo consigue un papel casi protagónico (como se suele decir por ahí), pudiendo lucirse más que en algunas otras pelis del mismo pelo.
Bonita fotografía, paisajes áridos de Madrid y Roma, y lo mejor, la bonita música de Marcello Giombini y, por supuesto, la salvaje belleza de una Charo López rompedora.
La peli no es gran cosa, pero no me ha decepcionado pese a sus más bien malas críticas.

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