"Nunca le diga a un soldado que no conoce el precio de la guerra".

Excelente film que combina el cine puramente bélico con el thriller más clásico, donde la tensión está garantizada desde el primer minuto hasta el último.
Realizada con pericia por el sudafricano Gavin Hood, técnicamente es de lo más competente, pues el montaje es perfecto, las interpretaciones estupendas, la fotografía y banda sonora impecables, y el guión tiene la virtud de atrapar al espectador sin remedio.




Disquisiciones ético-morales explicadas de forma convincente, completamente creíbles, que hacen que el espectador pueda reflexionar sobre lo que está viendo, invitando tras su visión a un coloquio o fórum.
Un gran debate moral donde, creo, que las ideas provenientes del Ejército, ganan (en la película digo) a la de los políticos, a quienes se achaca (léase la frase que he escrito al comienzo de mi opinión, y que es del film), su timoratez, sus dudas en cuanto alguna vida inocente está en juego, cuando para el Ejército lo importante es abortar los posibles cientos de muertes que se podrían generar en un futuro próximo si no se actúa con celeridad, y sin vacilación ni disquisiciones (¿supérfluas?) ético-morales, que según ellos deben dejarse fuera, para otra ocasión.
En fin, que cada uno/a saque sus conclusiones, que para ello tenemos el raciocionio aunque me temo que no la suficiente libertad para decidir (me refiero al pueblo llano, claro).
La cinta es entretenidísima, te deja pegado a la butaca y al final te deja algo de mal cuerpo porque, la verdad, sufres bastante durante la peli ante lo que se avecina o pudiera suceder. Pero eso es una virtud del film.
¡Ah! Y para finalizar, que se me había olvidado, comentar que la peli la he visto en casa, tranquilamente (aunque yo siempre defiendo, por supuesto, que las películas deben verse, si es posible, en la pantalla grande de un cine), pero por lo menos he tenido más suerte que mis amigos Manu, Joseba e Iker, que cuando la vieron en el cine sufrieron durante toda la proyección los contínuos comentarios a todo volumen de una pareja, no de jovencitos, no, sino de un matrimonio que pasaban de los cincuenta. A pesar de que Manu, todo paciencia y educación, les pidió por favor (a la señora, sobre todo) que se callaran, fue imposible. ¡Ay, señor (en este caso Señora)!.

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