Antes que Allen empezara a hacer cine a su estilo, en sus comienzos, probó con un humor más comercial para ganarse un hueco en el panorama cinematográfico.
Se ve que lo aprovechó.
Con su físico enclenque y aportando sus diálogos ácidos e irónicos, un auténtico especialista en hacer guiones, rodó esta peli sin más pretensiones que la de hacer reír.
Lo que pasa es que hoy día esas tonterías están muy desfasadas, aunque hay golpes que son de los que siempre funcionarán.
Lo que está claro es que él es el centro del mundo. Todos los planos convergen en el punto central, que es su figura. Protagonista absoluto. Las personalidades que un día trataron o conocieron a Virgil Starwell, ladrón de bancos, personaje que interpreta Woody, están tratados como de fuera, en plan documental, es más, los que hacen de sus padres los pone una nariz con gafas de esas que llevan incorporadas cejas y bigote para que sean irreconocibles, debido a que estos ya eran más importantes y salen en más ocasiones. A su banda atraca-bancos, Woody Dillinger, sí se permite presentarlos uno a uno, a los tres, deteniendo la imagen y añadiendo el oportuno comentario de su cosecha, como digo, siempre efectivo.
Luego haría películas más transgresoras, a continuación intercaló otras como Annie Hall y Manhattan, y empezó a asegurar la calidad de sus excelentes películas.