A veces hay que rebuscar para encontrar buenos Western y si se llega hasta estos cowboys habrá merecido la pena. Un film duro, violento, de fondo poético y que enerva al espectador. Dick Richards tiene poco en su haber, pero parece que lo que hizo, lo hizo bien y a conciencia, sabía qué puntos tocar para cada género. No hay más que comprobar como pinta a esos vaqueros que más parecen forajidos que otra cosa, con un realismo apabullante que te lleva más que a actores, a ver en ellos esas antiguas viñetas del Far West como las de los comics del teniente Blueberry.

Geoffrey Lewis, un segundón fijo entonces y, sobre todo, televisivo, está que se sale. Bo Hopkins, otro pivote con garantías. Luke Askew, sencillamente, impresionante, el IVA de cualquier Western que engrandece el sucio panorama humano. Gary Grimes, no hace más que un postureo de su próximo papel junto con Lee Marvin en Tres forajidos y un pistolero (1974). Destacar también al jefe de estos ganaderos que van de paso, el poco conocido Billy Green, que como se suele decir, sin su loable participación no podría haberse dado tanto crédito a esta empresa.

Impresionante ese contrapicado, de uno a uno a caballo, deteniéndose para echar la vista atrás, donde ha quedado el joven compañero. Hay que echar la vista atrás algunas veces a ese cine de antes.