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Antonio Morales rating:
8
Film noir. Mystery. Drama It is set during a heat wave in 1930s Los Angeles, whose residents are suffering from a water shortage as a result of an ongoing drought. Private investigator Jake Gittes (Jack Nicholson) runs a detective agency specializing in matrimonial strife and infidelity. When a client posing as the wife of the L.A. water commissioner hires him to spy on her husband, who is rumored to be having an affair with a younger woman, Jake uncovers a plot ... [+]
Language of the review:
  • es
March 12, 2014
10 of 10 users found this review helpful
“Chinatown” es una revisitación de la ciudad de Los Ángeles en 1937, recurriendo a la arquetípica figura de un detective privado, J. J. Gittes (Jack Nicholson), que nos conduce por un oscuro y siniestro mundo donde especulación inmobiliaria, una súbita sequía, la construcción de una presa, el crimen, la codicia de un terrateniente, un caso de incesto y la desmedida ambición de una mujer se dan la mano a la hora de tejer un argumento deudor del cine negro de los cuarenta, de los “prívate eye” de Raymond Chandler o Dassiell Hammett, que tan magistralmente encarnaba Bogart, de la mirada psicológica de un investigador especialista en infidelidades conyugales que va desenredando la madeja de una trama con abundantes ramificaciones y múltiples acciones paralelas, hasta coincidir todos en el barrio chino de Los Ángeles.

Pese a no ser un relato en primera persona, Gittes es una especie de “voyeur” que nos abre las puertas de un mundo ambiguo, equívoco e incierto, de morbosa sexualidad, regido por el dinero y sus leyes, dentro de un paisaje árido, seco y de una luz cegadora, donde el agua pasa a tener un valor de cambio semejante a la cartera de acciones de un Banco que cotiza en bolsa. Tampoco Nicholson escapa a la conspiración del relato, a una especie de perenne circularidad en la obra de Polanski (permitiéndose hacer un cameo) que lleva a Gittes a regresar a Chinatown, el lugar donde perdió a su esposa. Víctima de un mal sueño, de un enfrentamiento con la imagen bíblica del poder encarnada por Noah Cross (John Huston) y la maquinación de una heroína del “noir”, de pómulos y rasgos orientales como Evelyn (Faye Dunaway), el detective atisba en silencio la conspiración para tomar el poder de la ciudad.

Una ciudad nunca mostrada de acuerdo a criterios geográficos o urbanísticos, sino formando parte de un universo contradictorio, de tenebrosidad manifiesta, muy acorde con el lado irónico, de soterrado humor donde el individuo, en este caso el detective, es un personaje abocado a una soledad atroz. Robert Towne escribió un soberbio guión donde la síntesis brilla por su ausencia, los personajes apareen y desaparecen continuamente y el argumento goza de bastantes recovecos, bifurcaciones y desvíos, un relato alambicado y fatalista que huele a genuino cine negro pero no como en la época dorada de los cuarenta, sino actual, un fascinante diseño de producción, con una estupenda fotografía en color pero con una clara atmósfera evocadoramente retro.

John Alonzo, el operador de la estupenda “Adiós, muñeca”, aporta una iluminación sombría, dura, sin difusores, utilizando focales cortos que dan a los actores una presencia inquietante. Una gama de colores entre marrones y ocres que da a la cinta una tonalidad sepia, que completa la desazonada banda sonora del maestro Jerry Goldsmith. Polanski da buena muestra de su maestría con unos encuadres seleccionados con elegancia, perfectos para crear una impresión dramática. Robert Evans, el productor, había producido “El Padrino” y “Love Story” donde conoció a su mujer Ali MacGraw que tenía que ser la sra. Mulwray (Faye Dunaway), pero abandonó a Evans por Steve McQueen al que había conocido en “La huida” de Sam Peckinpah. Nicholson interpretó y dirigió en 1990 una segunda parte con el título de “The Two Jackes”, también con guión de Robert Towne, pero los resultados están muy lejos de la de Polanski.
Antonio Morales
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