Llego a la estantería del videoclub y veo una película de John Cusack la cual había pasado desapercibida para mí durante su estreno en cines. Cierto que a veces existen películas independientes, de calidad, que tardan una eternidad en comercializarse en nuestro país, llegando algunas a estrenarse directamente en el mercado del vídeo/dvd, aunque éste no sea el caso. De todos modos, tras verla me dí cuenta de por qué se me había pasado su estreno en salas comerciales.
La película en sí es un telefilme, pues a pesar de contar con tres actores de primer nivel ( los hermanos Cusack “John y Joan” así como la risueña Amanda Peet) bien podría haberse emitido un sábado o domingo por la tarde en Antena3. Resulta extremadamente sensiblera y, como bien dice José Manuel Cuellar (Diario ABC), ni los tres actores elevan la calidad de la cinta. Su director, el holandés Menno Meyjes (autor de la hasta ahora inédita “Manolete”), no consigue que el filme despegue y se muestre serio, a pesar de que su argumento lo sea. Se habla de la muerte, de la perdida de un ser querido y como ello afecta a aquellos que eran amados y ya no lo son y los que nunca lo han sido. Gustará a mujeres de mediana edad que sientan debilidad por este tipo de cine, sensiblero y demagógico, pero los que hemos visto dramas grandes y elocuentes de verdad no nos la tragamos, por mucho que estemos dispuesto a ello. El personaje del niño resulta irritante y consigue el efecto contrario de lo que pretende, que no es otra cosa que conmover.