Solo la podría definir como magníficamente perturbadora. El cine es algo completamente personal, a cada unos nos perturban determinadas historias y desde luego esta a mi me ha cautivado desde el minuto 1.
Nos invita a observar una obsesión, con un acierto magnífico en la banda sonora y escenas en las que no enseñándonos directamente la acción provoca que la imaginemos, y eso es una jugada maestra.

Empatizar con los personajes es realmente fácil por lo bien dibujados que están en todas y cada una de las escenas, Woody Allen no quiere que perdamos el tiempo desentrañando según que cosas, quiere que nos centremos en lo obvio, en lo retorcido y lo consigue, vaya si lo consigue, cosa habitual en el, pero, para mi, dando un paso más. Quizá sobre-expone algunas situaciones, desde luego deliberadamente, lo cual me lleva a darle vueltas continuamente a la pregunta ¿En otro sitio no le hubiera pasado lo mismo? Hablo del personaje principal interpretado a gran nivel por Jonathan Rhys Meyers, que desde el principio nos deja de leer dentro de su cabeza. Lo mismo nos pasa con Emily Mortimer que da vida a una joven acomodada enamorada de la vida, una chica que nos dará ganas durante toda la película de que fuera familia nuestra, y no se puede dejar de lado a Scarlett Johansson que con su mirada dice todo lo que quieren saber los personajes y los espectadores.

La visión que nos ofrece sobre el azar, las oportunidades y los deseos es simple, contándonos con gran maestría dos historias de llamémoslo amor al mismo tiempo y poniéndonos más nerviosos a medida que avanza la película.

Acabo diciendo que si la ven una vez y les gusta deberían de volverla a ver, creo que les gustará aún más.