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Thriller
Berlin police inspector Lohmann investigates a case, in which all clues lead to a man, who's in a hospital for mental illnesses for since many years - Dr. Mabuse.
Language of the review:
- es
November 27, 2006
37 of 63 users found this review helpful
Yo no sé si el bueno de Fritz era más afín a la psique del inspector Lohmann (uno de los mejores ejemplares del género detectivesco que yo recuerde) o a la del doctor Mabuse (una mente criminal, megalómana y de alta precisión), pero el caso es que al director alemán le fascinaba bucear por los oscuros cerebros de esos seres a caballo entre la aberración genial y la simple locura homicida.
En esta penúltima entrega de la saga de Mabuse, Lang añade un original ingrediente en forma de testamento literario a la historia del célebre doctor. El principio podría considerarse perfecto, si no fuera por la estridencia insoportable del sonido. Y luego, pasada la primera media hora, todo se nos antoja demasiado obvio y la película decae, entre chispazos de genio y escenas que bordean peligrosamente lo ridículo (esas apariciones espectrales, ay; el hombre detrás de la cortina; algunos personajes de opereta; el agua que abre un hueco en la tarima…). El espectáculo resultante entretiene, apenas inquieta, no espanta ni conmueve. Ver sin ser visto, el miedo y la demencia, la confrontación de dos mentes analíticas, la idea de utilizar una misma celda del manicomio para los sucesivos inquilinos que la necesitan, todo eso está la mar de bien. En cuanto a las supuestas dotes premonitorias de Fritz Lang sobre lo que vendría a ser la atroz política de Hitler, creo que se han exagerado en demasía. El doctor Baum es, en efecto, un nazi convincente, pero yo no me atrevería a ir más allá.
Dejando al margen la devoción de Lang por la teratología, me quedo con la intriga que no intriga y entretiene.
En esta penúltima entrega de la saga de Mabuse, Lang añade un original ingrediente en forma de testamento literario a la historia del célebre doctor. El principio podría considerarse perfecto, si no fuera por la estridencia insoportable del sonido. Y luego, pasada la primera media hora, todo se nos antoja demasiado obvio y la película decae, entre chispazos de genio y escenas que bordean peligrosamente lo ridículo (esas apariciones espectrales, ay; el hombre detrás de la cortina; algunos personajes de opereta; el agua que abre un hueco en la tarima…). El espectáculo resultante entretiene, apenas inquieta, no espanta ni conmueve. Ver sin ser visto, el miedo y la demencia, la confrontación de dos mentes analíticas, la idea de utilizar una misma celda del manicomio para los sucesivos inquilinos que la necesitan, todo eso está la mar de bien. En cuanto a las supuestas dotes premonitorias de Fritz Lang sobre lo que vendría a ser la atroz política de Hitler, creo que se han exagerado en demasía. El doctor Baum es, en efecto, un nazi convincente, pero yo no me atrevería a ir más allá.
Dejando al margen la devoción de Lang por la teratología, me quedo con la intriga que no intriga y entretiene.