Película basada en la historia verídica (convertida posteriormente en libro por su protagonista) de Billy Hayes (Brad Davis), un estadounidense arrestado en el aeropuerto de Estambul al tratar de regresar a casa con varios paquetes de droga pegados a su cuerpo. Una vez en prisión, el joven descubre atónito la inmundicia del lugar, las injusticias y las dificultades para poder salir de su complicada situación, tanto por la vía legal como por métodos menos ortodoxos. Pero también conocerá la camaradería de la mano de dos compañeros: Jimmy (Randy Quaid) y Max (John Hurt).

Alan Parker ya había llamado la atención tras filmar Bugsy Malone, pero no fue hasta que realizó El expreso de medianoche que se hizo un nombre en la industria cinematográfica. Y lo logró gracias a esta excelente recreación de la miseria y la decadencia (humana y del lugar), además, el director consiguió sortear con clase los temas más espinosos de la trama, pero sin dulcificarlos, lo cual es todo un acierto. Como todo un acierto fue la traslación de la historia que realizó Oliver Stone (cuyo nombre, curiosamente, casi siempre aparece ligado a espinosos temas políticos), a pesar de que algunos pasajes rocen el tono culebronesco, llegando a convertir a su protagonista en una especie de antihéroe.

También habría que alabar a sus intérpretes en general y a Davis en particular. Sin embargo, el actor fue ninguneado en las nominaciones a los Oscar (aunque recibió varios premios por su papel), algo terriblemente injusto al ser su interpretación una de las grandes bazas de la película. Sirva como ejemplo su pelea con Rifki (Paolo Bonacelli) y las consecuencias de dicho acto. No querría acabar sin mencionar su banda sonora, la cual es capaz de intercalar piezas de corte clásico (interpretadas con violines y piano) con temas más eclécticos (casi psicodélicos), sin dejar de resultar interesante.