Hubo una época en la que títulos como El aparecido acababan cogiendo polvo en las estanterías de los videoclubs, tratando de llamar la atención de pobres incautos (entre los que me incluyo) a través de su portada o breve sinopsis.

Esta es otra de tantas películas ochenteras cercanas a la serie B, cuyo nimio argumento es una simple excusa para narrar otra típica historia de buenos contra malos. Charlie Sheen es el héroe de la función y Sherilyn Fenn la bella damisela en apuros, mientras que Nick Cassavetes encarna a Packard, el cabecilla de un grupo de tipejos aficionados a las carreras de coches que tienen atemorizado a todo un pueblo (como curiosidad señalar que apenas aparecen adultos durante el metraje, lo que da buena muestra de a quién está dirigida esta producción).

El encanto de este tipo de subproductos radica en su falta de pretensiones, sin embargo, suelen estar llenos de tópicos y malas actuaciones. El trabajo que nos ocupa, a pesar de su solvente realización (especialmente por cómo se afrontan las distintas persecuciones), acaba resultando además anodino y aburrido.