Recrear algún hecho histórico siempre es complicado, más todavía cuando el paso del tiempo ha elevado todavía más su trascendencia, e incluso todavía un poco más si tiene que ver con la familia Kennedy, la aristocracia de la política americana. La miniserie que nos ocupa se centra en Robert Kennedy (Brad Davis), nos habla de sus aspiraciones políticas y de su trágico fallecimiento. El realizador consigue un correcto producto, pero el mismo adolece de una falta de energía durante sus pasajes más emotivos así como de una excesiva duración y claro partidismo (aunque personalmente no me resulte molesto en absoluto). Aún así ello no resta para que la miniserie mantenga un aura de gran superproducción, de miniserie de lujo, vamos.

Las actuaciones son en todo momento buenas, destacando Davis, en la difícil tesitura de llevar el gran peso de la miniserie dando vida a Robert Kennedy, pero el resto del reparto cumple igualmente con creces. En realidad todo en ella cumple con creces, tanto en el anteriormente mencionado apartado interpretativo como en el técnico, con una bella fotografía y una destacable dirección artística. Pero algo falla, quizás sea la pulcritud con que ha sido filmada (incluso en los momentos más personales), lo cual nos lleva a pensar que no podía ser de otra forma y a dictaminar finalmente que esta miniserie no se podría haber llevado a buen puerto de ninguna otra manera. Al menos nos queda un producto centrado en una interesantísima figura, con empaquetado de lujo, una dirección solvente y unos actores dotados, lo cual no está nada mal.