Hay que comprender que no todas las películas pueden ser notables. Tiene que haber también una gama de productos cinematográficos de poco alcance, que sirvan simplemente para lo que demandan determinados grupos sociales, en este caso los adolescentes con escaso criterio artístico, mucho amor por el ruido y una idea de estética disparatada.

Y poco más. La película es floja, una pura vaina envainada, de esas que si no hubieran sido fabricadas daría exactamente igual que el hecho de perder una hora y pico delante de su desarrollo.

Por favor, no confudan esta capullada fílmica de Adam Rifkin con la obra maestra del mismo título, "Cero en conducta", (Francia 1933) dirigida por Jean Vigo.