Film mítico del cine USA de los 60, de connotaciones argumentales comparables (aunque esta película tenga suficiente personalidad formal, estilística y narrativa para ser una obra con entidad singular) al últimamente idolatrado thriller de Joseph H. Lewis "El demonio de las armas" (1949).
Es, pues, la historia de dos bandidos (hombre y mujer) dedicados durante la Gran Depresión a desvalijar bancos. Road movie canónica, gracias al sobresaliente guión de David Newman y Robert Benton, en un tono genérico muy ajustado, Penn combina con gran fortuna western urbano, melodrama, aventura y comedia en un conjunto notable dónde hay un buen sentido del espectáculo, del humor y la violencia.
El encuentro entre Bonnie y Clyde es el encuentro entre dos corazones aventureros: él, un desvalijador de bancos patológico; ella, una hermosa muchacha aburrida, con ganas de vivir. De ese encuentro, un encontronazo en el lado amoroso (ella lo adora a él; él no es un apasionado; ¿impotente también?) surge precisamente la posibilidad de progresión en su escalada de hazañas y aventuras.
Pero Penn no quiere quedarse en el entretenimiento tópico aquí llegador a la altura de clásico del cine. Para mostrar sus constantes intenciones parabólicas nos petrifica con un final salvaje, gélido y descorazonadoramente pesimista: son tan desalmados (si es que en realidad a Bonnie y Clyde cabe darles este calificativo, pues no parecen sino dos seres cuyo primer objetivo es divertirse al filo de la navaja, rozando la caída a un abismo que es común para todas las gentes en esa época, envuelta en el deprimente torbellino económico) los propios antihéroes como los policías que los persiguen o la sociedad que los engrandece.
Hay una excelente interpretación de la bellísima y gran actriz Dunaway, pero Beatty, coproductor también, resulta cargante con su sonrisa falsamente cínica, de mediocre actor que esconde tras una cara guapa un talento maquillado, pura medianía. Por lo demás, roza el sobresaliente.