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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
6
19 de enero de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No soy un gran conocedor de la obra de John Steinbeck. Apenas he leído, "De ratones y de hombres” y “Al este del edén”, pudiendo sumarle el que, de éstas y otras de sus obras, he visto versiones cinematográficas. Leídos también algunos artículos y entrevistas, me hice a la idea de que, Steinbeck, era un hombre crítico, de gran conciencia y corazón sangrante, que llevaba en su ser una marcada valoración y un serio compromiso con los sectores excluidos de la sociedad.

Por esta razón, quedé muy inquieto cuando al ver, <<NÁUFRAGOS>>, sentí que el director, Alfred Hitchcock, había recreado a la clase obrera asumiendo actitudes bastante necias (Kovac, Gus, Mrs. Higgins…) y, en consecuencia, alguien se refería a ellos como "la chusma". En cambio, el empresario (Rittenhouse) y la escritora burguesa (Constance Porter), resultan enaltecidos en su generosidad, cultura y brillantez… y peor aún, el marino alemán al que ellos rescatan luce en todo momento como el más culto, astuto y precavido miembro de aquel plural grupo humano (las frases antialemanas validando un incidente acabado de ocurrir, son apenas una manera de justificarse por todo lo mostrado antes). Para rematar, a Joe Spencer -el afroamericano a quien vemos en principio como un hombre sensible y piadoso-, luego le serán sacados los trapitos al sol para que entendamos que, también él, hace parte de "la chusma”.

¿Fue, todo esto, idea de John Steinbeck?, me pregunté enseguida, ¿O fue, Hitchcock, el que manipuló a su antojo la historia y terminó cometiendo semejante despropósito? Como suele ocurrir siempre que termino lleno de interrogantes, me puse a indagar... y esto fue, en resumen, lo que encontré:

Durante el transcurso de la II Guerra Mundial, y mientras se enteraba de todo lo que ocurría alrededor de ella, por la inquieta cabeza del director, Alfred Hitchcock, comenzó a tomar forma la idea de que sería interesante recrear una suerte de microcosmos de la guerra, con un grupo de personas de muy diversas clases sociales, razas, profesiones y nacionalidades que, tras alguna suerte de naufragio, se vieran compartiendo en un bote salvavidas. Sabiendo que escribir no era lo suyo, el director quiso poner el encargo en manos de Ernest Hemingway, pero éste nunca respondió; así que, sería John Steinbeck -a quien se dirigió luego-, quien aceptó escribir la historia partiendo de la idea que proponía el realizador inglés.

Entregado el manuscrito en 1943, Hitchcock lo pasó al renombrado guionista, Jo Swerling (especialmente recordado por sus créditos junto a Frank Capra), para que hiciera la adaptación cinematográfica… y finalmente, el filme pudo rodarse en 1944, justo un año antes de que se firmara el armisticio. Steinbeck tenía muchas expectativas con el resultado... pero, de la sala en que vio la película, salió iracundo y ofendido, porque sintió que, Hitchcock, había traicionado ideas que para él eran esenciales.

Tan pronto volvió a su casa, el novelista redactó una carta dirigida a la 20th Century Fox, en la que, entre otras cosas, dijo lo siguiente:
“Aunque es cierto que yo escribí <<Lifeboat>>, no es verdad que haya incluido alusiones despectivas contra la clase trabajadora, ni que me hubiera mofado en manera alguna del hombre negro, pues al contrario, quise mostrarlo como un inteligente y lucido marino que sabía de manera muy realista lo que había sido. Así que, no admito que semejantes oblicuidades puedan serme adscritas”.

Pocos días después, considerando que sus ideas definitivamente habían sido traicionadas, Steinbeck solicitó que su nombre fuera retirado de los créditos de la película… pero la productora no atendió su requerimiento.

Queda para el recuerdo, una muy buena actuación de Tallulah Bankhead, y un innegable ingenio del director para mantener el interés en una historia que fue rodada completamente con backprojection y en un Estudio, a excepción de una toma que se hizo directamente mirando al mar... y merece una sonrisa, la manera como se las ingenió para hacer su habitual aparición en una aventura en la que parecía imposible lograrlo.

Título para Latinoamérica: OCHO A LA DERIVA
Luis Guillermo Cardona
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7
4 de enero de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí, hay momentos y circunstancias en que la desobediencia tiene un gran valor. Por ejemplo, puede permitir que consigas ser el que realmente quieres ser, cuando, digamos, tu padre quiere que seas médico, pero tú anhelas ser actor y desobedeces. Si triunfas y eres feliz haciendo lo que ahora haces, bien que valió la pena desobedecer. La desobediencia tiene un gran valor, cuando ante leyes o decretos injustos del Estado, la gente se une e incumple lo que se le exige en forma colectiva. Si hay firmeza en ésta actitud, es bien probable que el resultado sea la derogación o nulidad de la nueva norma.

En realidad, son muchos los ejemplos que podrían darse de los casos en que vale la pena desobedecer… como también hay claros ejemplos con los que se podría demostrar que, en otras ocasiones, es bueno, muy bueno, obedecer.

Frank Corvin, fue un desobediente cuando trabajó en la Nasa por 1950, y pocos años después, esto le costaría ser despedido junto a su equipo de pilotos con el que arruinó varios costosos aviones… pero a cambio, pudo batir el récord de velocidad y altitud. Cuatro décadas después, la Nasa está en graves problemas con un satélite ruso que cuenta con armado americano, al cual hay que repararle su sistema de guiado, o de lo contrario, se estrellará contra la tierra en poco más de un mes. Y al buscar quien pueda repararlo, todo conduce hacia el nombre de Corvin, el piloto aquel que aprendió como pocos, desobedeciendo.

Y, contra la política y criterios de los jefes de la Nasa una vez más, Corbin va a tratar de imponer la idea de que, sea él y su viejo equipo (ahora todos mayorcitos), los que reparen el artefacto… ¡con el permiso de realizar el viaje hacia el espacio! Así, se pretenderá abrir la puerta a un singular proceso sin parangón en la historia y con un cuento que quizás resulte tan ficticio como fabuloso, porque Clint Eastwood procurará poner sobre el tapete, la sana idea de que no se puede ignorar la experiencia y la sabiduría que llegan con la edad. ¿Saldrá avante en sus propósitos este “The ripe stuff” (Material acabado), como les llamaría la prensa parafraseando el título de la película “The right stuff”?

“SPACE COWBOYS”, es una agradable aventura en la que, Eastwood, reunirá a notables veteranos como Tommy Lee Jones, James Garner y Donald Shuterland, para conformar ese equipo al que, su antiguo jefe Bob Gerson (James Cromwell), va a resultar un hueso duro de roer.

La primera hora, está repleta de incesantes toques de comedia con los que podremos reír a mandíbula batiente, para luego pasar a un sorpresivo drama de suspenso con muy atractivos efectos especiales, donde podremos apreciar la profunda amistad que, desde muy jóvenes, ha unido a aquellos pilotos que anhelan realizar su gran sueño. El resultado es un filme agradable y aleccionador, siempre que estemos dispuestos a hacernos los locos con la manera olímpica como, ciertos profesionales, procurarán superar las pruebas de aptitud. ¡Y se les permitió usar el nombre de la NASA!

Título para Latinoamérica: “JINETES DEL ESPACIO”
Luis Guillermo Cardona
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7
27 de diciembre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No obstante su avanzada edad y siendo un excelente dibujante, Luther Whitney sigue dedicado a tareas de copiado en los museos, lo que le sirve como fachada para ocultar su verdadera profesión: la de ladrón de lujosas residencias, en lo cual se ha convertido en un Hombre de Respeto, pues lleva 30 años sin poder ser atrapado con las manos en la masa. Tampoco ha matado a nadie, y para la policía, su nombre inspira más admiración que detracción.

Pero ahora, en su último golpe llevado a cabo en la ostentosa residencia de Walter Sullivan, un empresario capaz de poner a un hombre en el solio de La Casa Blanca, Whitney va a convertirse en testigo presencial de un asesinato que involucrará a las más altas esferas del gobierno de los EEUU… pero él va a ser el primer incriminado como ejecutor del hecho
.
La historia, una adaptación realizada por William Goldman, del bestseller homónimo que, el virginiano David Baldacci, publicara en 1996, resulta bastante osada sin ser original, pues, el tema de un presidente estadounidense involucrado en un gran escándalo, ya lo había tratado, el año anterior, Fletcher Knebel (el mismo de “Siete días de mayo”), en su novela “Night on Camp David”.

Eastwood, quien de nuevo hará las veces de productor, actor y director, al tiempo que interviene en la composición de dos de los temas incluidos en la banda sonora, tiene aquí un simpático rol como ese hombre que se encontrará en una gran disyuntiva: Huir lo más lejos posible o enfrentarse a una situación que para él es de altísimo riesgo.

Un reparto de primera línea acompaña a Eastwood, con nombres como Gene Hackman, quien se pondrá en la cabeza de aquel hombre eminente que dejará abierto el tema de la corrupción en las más altas esferas. Ed Harris será el sabueso que, mientras va tras la huella del escurridizo ladrón, también hará lo suyo para conquistar el corazón de su linda hija, Kate (Laura Linney). Y entre otros, E. G. Marshall será el patético "mecenas", añorando inútilmente sus años de juventud, al tiempo que verá suceder cosas que, quizás le demuestren que, todo lo hecho, no ha sido más que un completo fracaso.

Necesaria mención para la sugerente y emotiva banda sonora de Lennie Niehaus y para Melora Hardin, una belleza sensual de esas que son capaces de enardecernos en cosa de segundos.

¿Y quién será el que tiene el poder absoluto? ¿El presidente Richmond? ¿El influyente Walter Sullivan? ¿El astuto Luther Whitney?... ¿O será, acaso, alguien más?
Luis Guillermo Cardona
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7
12 de diciembre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas cosas resultan tan dolorosas como tener idealizada a una persona y llegar, en cualquier momento repentino, a comprender que, dentro de él, hay un alma turbia, quizás demasiado turbia. Esto puede acabar con nuestra fe en el mundo, puede tirar por la borda nuestra confianza y llevarnos a sentir que no hay nadie digno en esta sociedad que, entonces, vemos amarga y negra. Se necesita que haya alguien muy sólido a nuestro lado para que nos devuelva la esperanza y nos permita comprender que siempre hay una salida, que queda mucha gente en la que se puede confiar, y que, en definitiva, el común de los seres humanos, tiene muchas más cosas positivas que aspectos reprochables.

Charlie (así la bautizó su madre en recuerdo de su adorado hermano), siente por su tío Charles, una admiración y un cariño parecido al que siente por él su propia hermana. Y ahora que ha anunciado que vendrá a pasar con ellos unos días, la familia entera parece haber despertado de lo que, para Charlie, era solo rutina y aburrimiento.

Pero, un fajo de billetes desparramado en el piso de su cuarto en Nueva York… un par de hombres que, sospechosamente, indagan por él… y la manera como Charles Spencer escapa de esa habitación que ahora ocupa… nos lleva a pensar que no anda en buenos pasos, y así lo comprenderá su suspicaz sobrina, cuando el tío, recién llegado, recorta una parte del periódico que no deja ver a nadie. Así comienza ese duro proceso en el que, una chica con nuevas esperanzas, se verá en la terrible situación de tener, acaso, que enfrentarse al derribamiento del pedestal en que ha tenido al hombre que más admira en la vida.

Alfred Hitchcock, se encontró una historia de tan solo nueve páginas que le enseñara la esposa de su autor, Gordon McDonell, y se sintió tan atraído por ella, que de inmediato llamó al escritor, Thornton Wilder, y le pidió que se ocupara de transformarla en un buen guión, el cual sería luego retocado por Sally Benson y por la esposa del director, Alma Reville. Y así, surge una notable película en la que, sus aspectos humanos y emocionales, se imponen a esa trama de suspenso que envuelve el propósito general.

Un sólido reparto, encabezado por Joseph Cotten y Teresa Wright, con el fuerte respaldo de Patricia Collinge, McDonald Carey y Hume Cronyn entre otros, va decantando una trama llena de magníficos detalles, en la que un ser que aparece lleno de luz y de esperanza, paso a paso se va convirtiendo en una pesadilla de la que se hace necesario despertar.

Rodada en Santa Rosa, California, en un escenario citadino sin mayores modificaciones, “LA SOMBRA DE UNA DUDA” sirvió a Hitchcock para trabajar, quizás por primera vez, con algunos actores naturales extraídos entre los habitantes de aquel pueblo. Edna May Wonacott, la niña que hizo de Ann, la hermanita de Charlie, y algunos otros actores incidentales, fueron contratados luego de algunas pruebas.

Solo tres fallas me hacen sentir que, este filme, no ha resultado plenamente satisfactorio: La primera, el personaje del tío Charles es muy débilmente explicado en su trastorno emocional. Dos: ¡¿Qué tal como quedan los detectives después de haberle pisado, todo el tiempo, los talones a su sospechoso?! Y tres, los planos con los que Hitchcock resuelve el clímax, resultan… bastante livianos.

En cualquier caso, “LA SOMBRA DE UNA DUDA”, es un filme que motiva valiosas reflexiones.
Luis Guillermo Cardona
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8
3 de diciembre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cualquier ser humano sensible y de mente abierta, que haya conocido el largo, tormentoso y comprometido proceso por el que tuvo que pasar el político y filántropo sudafricano, Nelson Mandela, hasta alcanzar la presidencia de su país, es imposible que no sienta admiración y cariño (o cuando menos respeto) por este hombre que fue capaz de sobreponerse a los que, muchísima gente, consideraría “justos deseos de venganza”.

Anticolonialista y acérrimo luchador contra el apartheid que, para él y para su pueblo, significaba aislacionismo, discriminación, subvaloración y negación del derecho al voto entre otras deplorables cosas, Mandela -quien había adoptado como método de lucha ‘la resistencia no violenta’ aprendida del Mahatma Gandhi- sufrió frecuentes maltratos, torturas, persecución y estadías en prisión con toda suerte de humillaciones y trabajos forzados, hasta llegar a pasar, un tercio de su vida, entre las rejas.

Contra todo este pasado, al que sumó el inmenso sufrimiento de su familia, y los eternos vejámenes infringidos a su pueblo, para cualquier otra persona bien pudo significar odio y resentimiento irreprimibles… pero, para Madiba (nombre proveniente del clan Thembu al que perteneció y que sus seguidores usan en el honroso y afectuoso sentido de líder, maestro o padre) lo único que podría traer paz a su patria, era el perdón y la reconciliación. Y el presidente Mandela así lo entendía, no como juego político, sino en el más pleno sentido pragmático, es decir: solo es verdadero aquello que, en el “mundo real objetivo” funciona concretamente.

Cuando hacía un capítulo de la serie Frontline de la PBS de los EEUU, que él mismo tituló “El largo camino de Nelson Mandela”, el reportero John Carlin llegó a saber tanto del líder sudafricano que, desde entonces, buena parte de su obra se centró en su labor como presidente entre 1994 y 1999, fecha en que falleció. Esta labor le permitió convertirse en amigo del gobernante, y muy de cerca, pudo apreciar como se relacionaba con la gente y como se comprometía en sacar adelante las reivindicaciones sociales.

Así surge el libro, Playing the enemy: Nelson Mandela and the game that made a nation (2008), que, con guión de Anthony Peckham, fue llevado al cine por el ahora sobresaliente director Clint Eastwood. La historia toma, como punto de partida, la salida de prisión de Mandela en el mes de Febrero de 1990, su llegada a la presidencia, y desde entonces, su dedicado compromiso con el Campeonato Mundial de Rugby de 1995, en el que nadie daba un peso por las posibilidades del equipo –casi todos jugadores blancos- de su país, pero en el que, él, depositaría su confianza y empeño... y quizás, más que un triunfo, pueda lograr otra suerte de conquista como las que tanto reclama su país.

Eastwood, no solo se propone dejar bien plasmado el carácter rudo, brutal y primitivo del tal “deporte” que nos legaran los ingleses desde el siglo XIX, sino que consigue mostrar el carácter y la dignidad de un presidente, como hay muy pocos en este bonito pero empañado mundo, y aunque por momentos, pareciera rendir excesivo culto a la personalidad de Mandela, necesario es reconocer que también lo muestra en su amplia debilidad por el grotesco rugby, en su fascinación con las mujeres voluptuosas… y hasta en su atrevimiento de impugnar una decisión que se había tomado ya democráticamente.

Imposible negar que, en “INVICTUS”, se consiguen momentos que son arte puro, en los que se logra que, nuestras fibras más íntimas, vibren incontenibles con las experiencias y con las, en ocasiones, sorprendentes y sabias decisiones del presidente, pues son los suyos gestos de humanidad que sorprenden al más curtido.

De esta manera, Eastwood suma a su carrera otra película ejemplar. Morgan Freeman acierta de nuevo con un personaje cálido y potente, como los que nos ha dado en otras ocasiones… y surge aquí la suerte de historia que deberían ver todos los gobernantes del mundo porque, sin duda, hay aquí cosas que muchos deberían tomar en cuenta.

Y claro que vale la pena recordarlo: “Soy amo de mi destino, capitán de mi alma”.
Luis Guillermo Cardona
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