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Pasión por las letras

Drama Una crónica de los tiempos de Max Perkins (Colin Firth), el editor de libros más admirado en el mundo, que presentó al público a los más grandes escritores de este siglo, revolucionando la literatura americana. Incasablemente comprometido con el fomento del talento, fue la fuerza detrás de grandes estrellas literarias como F. Scott Fitzgerald (Guy Pearce), Ernest Hemingway (Dominic West) y Thomas Wolfe (Jude Law). (FILMAFFINITY)
Críticas 45
Críticas ordenadas por utilidad
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6
7 de diciembre de 2016 4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más que la vida del editor protagonista, esta película nos narra su "movida" y estrecha relación con el escritor Thomas Wolfe, interpretado de forma apasionada por Jude Law junto a un siempre impertérrito Colin Firth.

Completan el reparto Kidman en un papel menor, y otros actores conocidos, todos con alguna que otra escena destacada, pero eclipsados por la química de una pareja principal que es el mayor reclamo de esta película funcional, interesante por lo que cuenta, aunque se pueda hacer pesada en el modo de hacerlo. Una aproximación correcta y agradable a una verídica historia literaria.

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6
12 de diciembre de 2016 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debut en la dirección cinematográfica de un prestigioso director de escena británico, con el principal atractivo de su reparto estelar y centrada en la relación que se estableció entre el escritor Thomas Wolfe y Max Perkins, su editor y auténtico valedor, descubridor asimismo de otras figuras esenciales de la literatura norteamericana de comienzos de siglo.

Grandage da rienda suelta sus intérpretes para que le sostengan la función. Algo muy loable, pero para que la cinta llegue a enganchar se requiere de un guión poderoso que no se encuentra en "El editor de libros". La figura del autor atormentado y excéntrico, incapaz de combinar su arte con una vida normal es algo muy manido pero no por ello menos efectivo si la historia acompaña. Hay quizá demasiada disquisición sobre el proceso creativo y poca profundidad en las relaciones más intimas de los personajes con su entorno, como por ejemplo en el tormentoso romance de Wolfe con una mujer que lo ha dejado todo por él (Nicole Kidman) o las dificultades del editor para atender a su vida familiar. Por ahí transitan Scott Fitzgerald o Hemingway, pero sus retratos no pueden alejarse de la imagen tópica de los mismos.
Es de agradecer que una película reivindique la figura de los editores; personajes desconocidos para el gran público pero que han sido esenciales en la historia de la literatura, mucho más de lo que la gente piensa. En ese sentido se trata de un filme peculiar. Pero uno se queda con la sensación que la cosa podría haber dado más de sí. Y si bien Colin Fitrh está como siempre eminente, la histriónica interpretación de Jude Law resulta bastante cargante, quedando la duda de si el personaje en cuestión era así de (perdón) retrasado o se han tomado demasiadas licencias.
6
5 de septiembre de 2017 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
No parece haber despertado demasiado entusiasmo esta opera prima del también actor (esporádico) Michael Grandage. El tema prometía: cómo el editor de Scribner, Max Perkins, convirtió al irreductible Thomas Wolfe en un escritor leído y vendido. Sin dejar de anotar que lanzó también a F. Scott FitzGerald y Ernest Hemingway, entre otros. Se trata de una película intimista, contada en escenas a dos (Perkins con Wolfe, Wolfe con su amante, Perkins con FitzGerald, Perkins con Hemingway, y siempre a vueltas con Wolfe). Lo que narra interesa sobre todo a los letra heridos, en especial a los amantes de estos autores, entre los cuales me cuento. Es la típica pulcra cinta británica que tantos detestan y otros muchos aceptamos con gusto, aun a sabiendas de que no estamos contemplando una obra maestra. Se apoya sobre todo en las interpretaciones: Colin Firth, con el sombrero atornillado a la cabeza todo el rato (por eso tiene tanta importancia el único momento en que se lo quita); Jude Law, que hace tiempo no nos daba alegrías, se entrega y desborda en el papel de Wolfe; Nicole Kidman, hermosa y contenida; Laura Linney, como la sufrida esposa de Perkins, dando una lección de humildad.
Desde luego, no es apta para los amantes de emociones trepidantes; posee su propio ritmo interno y avanza con parsimonia, sin acelerar la velocidad en ningún momento. Tal vez sea pedir demasiado en estos tiempos de usar y tirar, pero a mí, al menos, me deparó una agradable velada.
6
2 de noviembre de 2016 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una cinta biográfica acerca de personajes emblemáticos siempre son bienvenidas, siempre y cuando tengan el tino para plasmar la vida de la celebridad en cuestión. Quizás fue esto lo que motivó al aclamado director de teatro Michael Grandage a basarse en el libro Max Perkins: Editor of Genious del escritor A. Scott Berg para estrenarse en el cine. Así, la película trata acerca de la vida del famoso editor estadounidense que descubrió e impulsó la carrera de escritores como Ernest Hemingway, F. Scott Fitzgerald y Thomas Wolfe. De esta forma, se presenta a un Perkins quien, mientras intenta volver a impulsar la estancada carrera de Scott Fitzgerald después del gran éxito que alcanzó con The Great Gatsby, recibe en su despacho a Thomas Wolfe, un joven escritor cuyo talento es un poco mayor a sus ansias de triunfar. Después del encuentro, editor y escritor iniciarán una entrañable amistad que los llevará a publicar las obras más exitosas de Wolfe. No obstante, el joven no será capaz de lidiar con el éxito, lo que inevitablemente implicará el deterioro de su relación con Perkins. Mientras tanto, el mismísimo Hemingway aparecerá un par de veces para escuchar las tribulaciones del editor, mientras Scott Fitzerald continúa dando tumbos por reencontrarse con la gloria perdida.

Es así como el argumento del filme resulta interesante para aquellos fanáticos de la lectura, sobre todo por las referencias literarias que se realizan en el mismo. Sin embargo, esto no es suficiente para una cinta en la cual los personajes son llevados de forma muy superficial. La relación entre Wolfe y Perkins no se logra plasmar de manera adecuada como aquella entrañable amistad que podría equipararse incluso a una relación padre e hijo. Así, a pesar de que el público ha pasado casi dos horas con ellos, al final termina sin conocer absolutamente nada acerca de los personajes, no se sabe qué los motivaba o en donde radicaba su “genialidad”. De esta forma, la creatividad de los mismos se reduce a su habilidad de lograr disminuir significativamente grandes manuscritos para convertirlos en libros que puedan ser publicados y leídos. Al final uno no sabe si el “genio” a quien se refiere la película es Perkins o el mismo Wolfe. Incluso, el argumento hubiera funcionado mejor si Scott Fizgerald y Hemingway tuvieran mayor protagonismo. No obstante, ambos personajes fueron sacrificados para darle más importancia a Aline Bernstein, sobre quien tampoco se llega a profundizar.

En cuanto a las actuaciones, Colin Firth (The King’s Speech) imprime su estilo característico encarnando a Max Perkins, realizando un trabajo aceptable considerando lo poco que le ayudó el guion. Por otra parte Jude Law (Cold Mountain, Sherlock Holmes) desaprovecha la oportunidad de volver a interpretar un papel protagónico, exagerando al interpretar los vicios y manías de Thomas Wolfe y dejando de lado los caracteres por los cuales fue considerado como un genio de la literatura. Completa el elenco Nicole Kidman (The Hours, Moulin Rouge!”), quien a pesar de sus intentos no logra convencer como la obsesiva y compulsiva Aline Bernstein, una mujer mayor que siente “celos” de la relación entre su novio escritor y el famoso editor.

De esta forma, a pesar de ofrecer valiosas postales del New York de los años treinta e interesantes alusiones literarias, la película es incapaz de trascender. Así, el público no podrá conocer realmente a los personajes de la trama, razón por la cual Genius es sin duda una oportunidad perdida para aquellos que buscaban referencias profundas sobre los titanes de la literatura estadounidense de principios del siglo XX, o bien para despertar el interés por leer y disfrutar sus excelentes novelas.

Más reseñas en https://wraparty.wordpress.com
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5
21 de diciembre de 2016 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una gran ocasión perdida, un auténtico fiasco. Podría haber sido peor, sin embargo, pues podría haber sido una película de Trueba.

La obra, focalizada en la figura del excelente escritor sureño Thomas Wolfe (Jude Law) que marcha a Nueva York para encontrar la fortuna literaria de manos de un destacado empleado de la veterana editorial Charles Scribner&Sons, correctamente interpretado por Colin Firth, gira alrededor de la intensa y psicoanalítica relación que se produce entre ambos.

El film no empieza mal pero conforme va transcurriendo el metraje percibimos su carencia de fuerza y sus defectos, en gran medida de guión. La “búsqueda del padre” en el cine norteamericano contemporáneo, ayuno ya de referencias psicoanalíticas medianamente coherentes, suele ser una llamada a la más profunda somnolencia. Otro precio que hay que pagar por la ignorancia mostrenca de quienes no ven en Freud otra cosa que un varón blanco, peligrosamente patriarcal, que fumaba inmensos puros.

Los elementos de ambientación son de cartón piedra, televisivos, como en muchas producciones que se supone tratan de reproducir entornos históricos “recientes” o, más bien, entornos que ya conocemos por documentales o por cine de la misma época y que son mucho más verosímiles que estas grisáceas y afectadas reproducciones. Cuando la mirada fílmica al pasado de una sociedad adquiere cualidades taxidérmicas en cuanto a las apariencias, o absolutamente impostadas en cuanto a los contenidos, algo grave está pasando. Muchas veces, afortunadamente, es pura incompetencia de aquellos que tienen la fortuna de poder “hacer cosas” en la corrosiva atmósfera del “capitalismo de amigos”.

Y hablamos, con relación al momento histórico en que se desarrolla gran parte de la acción, de una Nueva York en el umbral de la Gran Depresión e inmersa en plena era del jazz. Pero ni así: la escena de la visita al club de jazz es patética y grisácea, digna de los deleznables hipster de ahora. Llegados a este punto ya está todo dicho, se impone abandonar la sala y buscar aire fresco en el exterior para no tener que asistir a escenas involuntariamente caricaturescas; como la de la inserción de Hemingway, hablando solemnemente de la “guerra de España” y fotografiándose con el editor junto un pez espada recién cazado.

El trabajo de los actores, especialmente Jude Law y Nicole Kidman, es profesional pero inútil. De Max Perkins, encarnado por Colin Firth, acabamos hasta las narices. El aroma a naftalina teatral, que tanto daño ha hecho en el cine, va volviendo casi irrespirable el visionado.

Vivimos en una época posliteraria, o quizás más bien sea que los aduladores de la cultura a nivel global están consiguiendo lo que buscaban: cargarse una de las raíces básicas de la vida civilizada occidental. Y hasta nueva orden no hay ya otra vida civilizada que esta, lo demás son canibalismos de uno u otro signo (de minarete, distópico científicos, chusmas jesuitizadas, poscomunismos con capitalismos mafiosos, etc…)
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