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Dogville

Drama. Thriller Grace llega al remoto pueblo de Dogville huyendo de una banda de gángsters. Persuadidos por las palabras de Tom, que se ha erigido en portavoz de la comunidad, los vecinos se avienen a ocultarla. Grace, a cambio, trabaja para ellos. Sin embargo, cuando Dogville sea sometido a una intensa vigilancia policial para dar con la fugitiva, sus habitantes exigirán a Grace otros servicios que les compensen del peligro que corren al darle cobijo. ... [+]
Críticas 348
Críticas ordenadas por utilidad
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9
20 de marzo de 2011
47 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
Prólogo -. Lars Von Trier nació en 1956 y cursó estudios en la National Film School of Denmark. Realizó numerosos cortometrajes ("Nocturne", el más famoso de ellos, en 1980) y se graduó con el mediometraje experimental "Images of a Relief". A partir de ahí iniciaría una meteórica carrera que le haría pasar por varias etapas artísticas, llevándole a recoger numerosos premios en algunos de los más prestigiosos festivales de cine del mundo. Paralelamente su ego se multiplicaba y nacía el Trier.Personaje, que canibalizaba al Trier.Cineasta. "Europa" fue su primera joya pero no tardaron en llegar las dos temporadas de la miniserie "Riget". En 1995 creó (junto a otros cineastas) el movimiento Dogme, tan criticado como aclamado. Tras la 'trilogía de Europa' (Element of Crime/Epidemic/Europa) llegó la 'Golden Heart Trilogy' (Breaking the Waves/Idioterne/Dancer in the Dark) y, cerrada ésta, se embarcó en la (aún inconclusa) 'trilogía de EEUU - Tierra de oportunidades' con esta "Dogville". Y automáticamente Trier dejó de ser promesa y se convirtió en Maestro.

Punto 1-. La idea. El nacimiento del concepto de Dogville bien merece ser aplaudido hasta la extenuación. La semilla fue el teatro minimalista de Bertolt Brecht y Trier lo hizo evolucionar, remarcando las líneas de las localizaciones, imponiendo nuevas reglas.

Punto 2-. El reparto. No hay un solo actor que lo haga mal, pero destaca, sobre todo, el magnetismo de una Nicole Kidman maravillosa y la presencia de otros nombres como Bacall, Skarsgard, Cann, Gazzara, Betanny o Clarkson. Todos se comen la pantalla a bocados, han nacido para interpretar estos roles.

Punto 3-. Narración 'en on'. Todo lo que pasa lo vemos. No hay paredes, no hay limitaciones, toda la información se dispone en pantalla y es el espectador quien debe crear los nexos, enriqueciendo cada escena de forma natural. Sólo encuentro un referente en esta forma de delegar en el espectador el dar sentido a la imagen: Jacques Tati.

Punto 4-. Narración en off. John Hurt es el narrador de la historia y quien nos guía en los momentos en los que así lo exige ésta. Su profunda voz y su perfecta entonación de cuenta cuentos convierte este terrible drama en una deliciosa fábula macabra difícil de olvidar.

Punto 5-. Mirada. Unos ojos azules desnudándose a la cámara sirven para rellenar los espacios en los que los silencios cobran más sentido que la palabra. Este punto hermana con el segundo y la labor que realiza la esplendida Nicole Kidman, que rara vez se ha mostrado a la vez tan frágil, y tan fuerte de espíritu.

/ INTERLUDIO-. Sigue abajo sin ningún tipo de spoiler ni destripe argumental. /
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Punto 6-. Lecturas. Se culpa al cine actual de ser trivial pero cuando no se dan las cosas mascadas, rápidamente se ataca a los artistas que deciden tomar este camino. La historia no siempre tiene que estar explicada con pelos y señales, ni es un autor quien debe imponer un punto de vista; por contra, son las obras ambiguas, que se abren a interpretaciones, las que prevalecen en el tiempo. Analizar Dogville puede llevar a numerosas conclusiones; ahí queda patente su grandeza.

Punto 7-. Ritmo. Milagroso es el hecho de que un largometraje de tres horas se pase en lo que habían parecido treinta minutos. Atrapar al espectador con un escenario único, docena y media de actores y una historia aparentemente sencilla tiene mucho mérito. Hacerlo experimentando en cada secuencia y creando perfectas coreografías visuales, va más allá del elogio. Dogville dura 178 minutos (aunque existe una innecesaria versión de 130 minutos, que no sé qué puede recortar porque nada sobra) y doy fé de que no se notan.

Punto 8-. Puentes. Dogville tiende un puente en el que se entremezclan estilos e influencias a la vez que se reinventa (aunque sea a pequeña escala) el cine, en este caso fusionándolo con teatro, cogiendo elementos del Dogme (aunque la película no lo sea estrictamente) y reduciéndolo para dejar sólo lo importante. Como ejercicio cinematográfico Dogville es en si misma una Obra Maestra absoluta, sin caer en la visión subjetiva, de una perfección técnica que deja K.O.

Punto 9-. ¿Conclusión?. El final de Dogville es uno de las más bellas salvajadas que recuerdo haber visto en un largometraje recientemente. Crudo, directo; habrá quien lo ataque pero visto lo visto no se puede hacer más que aplaudir (pese a ciertas reservas). El hombre es un lobo para el hombre, está claro, pero lo fascinante es que afortunadamente el final aquí representa el principio de una trilogía que promete ser memorable, a pesar de que la notable "Manderlay" (2005) no alcance la altura de la aquí presente.

Epílogo-. Cine de muchos kilates, único y perfecto en su imperfección, obra de un loco o un visionario, tanto da. Tiene tantas aristas que es imposible abarcarlas todas (¿qué necesidad hay?) y devuelve la esperanza a todos aquellos que creíamos que las puertas hacia lo desconocido estaban cerradas a cal y canto. Una de las películas clave de la pasada década y probablemente la mejor obra que jamás vaya a rodar su director. Soberbia.
8
12 de diciembre de 2006
55 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es una obra de teatro y una película a la vez. El director danés, Lars Von Trier, aborda el tema filosófico de "Una cosa es predicar y otra dar trigo", que él lo enfoca con el dicho latino DICTUM AC FACTUM (Dicho y hecho); es decir, la hipocresía humana que desplegamos ante un recién llegado, mostrándonos al principio como personas morales, éticas o buenas (buenismo) y luego en cuanto han pasado los primeros días y la careta de "buenos" ya nos pesa demasiado, la dejamos caer y aparece entonces la cara real desagradable de quienes en verdad somos: éticos y buenos de conveniencia. Lo cierto es que cobramos por los favores que hacemos y casi siempre muchísimo más caro que lo que vale el servicio o la caridad prestada. En esta obra teatral-película, los hospitalarios, buenos, éticos y morales habitantes de Dogville acogen buenamente a una mujer perseguida por el mal, la acogen pero bajo la apariencia de gente buena que libra del mal, luego resulta que sus bondades degeneran en males peores que el mal del cual intentaban proteger a la extraña. El mensaje de esta obra es tremendo pero bastante real: por lo general el "buenismo" que se presenta como bueno, pueden resultar "insanamente bueno", tanto que acaba atrayendo al propio MAL MAYOR, "demonio" u "horma de su zapato". También cabe acá el mensaje universal que popularmente reza: "De las aguas mansas que me libre Dios, que de las bravas ya sé librarme yo". Notable película para espectadores que gusten de ver cine-teatro filosófico-reflexivo.

Fej Delvahe
4
17 de abril de 2006
181 de 329 usuarios han encontrado esta crítica útil
"La Soga" y "Crimen Perfecto", de Hitchcock, son películas "teatrales" con valores escénicos y cinematográficos.
"La huella", de Mankiewicz, posee únicamente valores escénicos.

"Dogville" no posee ningún valor cinematográfico ni escénico.

No posee valor cinematográfico porque no hace uso del montaje y el lenguaje de la cámara como medio de expresión (el montaje es en verdad aleatorio, y la cámara es una mera "registradora" de lo que pasa en el plató -no existe la concepción de la imagen-.)

No posee valor escénico ya que la cámara siempre está con Nicole y no se hace uso de la posición de los personajes o los elementos en el escenario, que se banaliza como soporte de la acción. No se saca ningún partido expresivo - y esto es verdaderamente sorprendente - a las elecciones escénicas previas, como la ausencia de paredes.

En lugar de conservar lo mejor del teatro y potenciarlo con los medios del cine, resta verdad a lo que cuenta, banalizándolo y quitándole intensidad.

El único medio de expresión - repito, el único - de este film es la palabra (la voz en off y los diálogos). El director nunca debió utilizar el cine para contar esta historia - sino el cuento - pues del cine utiliza sólo el soporte, no los mecanismos de expresión.

En el arte, el fondo y la forma van unidos. No existe separación. El arte no establece una comunicación de un contenido a través de una forma, sino que la forma ya es en sí misma contenido. Este film, pues, no es arte, ya que pretende la transmisión de un contenido ignorando las posibilidades formales PROPIAS del medio de expresión escogido.
9
4 de agosto de 2009
39 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lars von Trier. Sinceramente busca una hazaña, retrata de una manera sin igual sus percepciones individuales y por tanto subjetivas de un pueblo, concretamente EEUU. Me considero especialmente fanático del cine, del estilo de Nietzsche tal vez para quién la representación coincidía con un sincero malestar, malestar que se manifestaba acudiendo a lo que socialmente se consideraría deprimente, enfermo. ¿Quién sino el o yo, se reiría a carcajadas de la escena ultra impactante en la que se dispara a quemarropa a un infante enfrente de los ojos de su madre? No es secreto quizá, que a pesar de que un esfuerzo inicial pretende encerrar únicamente inclinaciones de una comunidad especifica, encierra la generalidad de la especie humana, sus debilidades, pasiones, el famoso arte del engaño y la manipulación. Las aberraciones a las que llega una comunidad en pro de una moralidad menos infestada. Si bien es cierto, que el final del film es retratado de manera magistral, acudiendo a la respuesta de la víctima, aquel que nos hizo gritar de la manera silenciosa en que Nicole Kidman lo hizo, quien de manera improvista y con la sensualidad de un giro tamaño estadio, se a galana con el poder, tanto poder en sus manos, y justo allí; una nueva depravación. El escenario merece mención aparte, la división de la película que da la sensación de tener el texto en las manos, de tachar lo previsible, de rearmar la trama. Una verdadera joya en estos días de cine-basura, que da mucho de qué hablar, que parece ceñirse por fragmentos a la escuela dogma 95, que cumple definitivamente con todo lo que se espera de un titulo como este, ciudad de perros.
Muy Buena.
2
17 de septiembre de 2010
104 de 178 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca he hablado con él y no es que me muera por hacerlo nunca, pero estoy convencido de que si alguien le preguntara qué le gustaría haber sido de no haberse dedicado al cine, Lars Von Trier diría algo así como pintor de Capillas Sixtinas o constructor de catedrales góticas. No me cuesta nada verlo, todo modestia y embeleso, contemplando su película al final del rodaje, con la misma cara que debió poner Miguel Ángel tras dar la última pincelada en el techo del Vaticano, convencido de haberle dejado a la humanidad una obra inmortal, destinada a durar por los siglos de los siglos.

“Dogville” fue rodada en el año 2003, pero, en realidad, es algo más antigua que eso. Se trata, de hecho, de uno de los ejemplos más acabados de arte medieval que conozco. Desde su privilegiada atalaya de ciudadano danés que nunca ha puesto los pies en los Estados Unidos, Von Trier retrata la sociedad americana como lo haría un pintor de escenas bíblicas en paredes y vitrales para la plebe iletrada: una narración alegórica con personajes estereotipados y nombres simbólicos, en un escenario desnudo de todo ornamento que pudiera desconcentrar a los analfabetos espectadores y hacer que se perdieran el sentido final de su edificante fábula. Von Trier, como un bondadoso y erudito frailecillo, nos confía desinteresadamente los secretos de su sabiduría, nos lleva de la mano y nos ilustra acerca de los peligros y maldades de la sociedad de un país que conoce de primera mano: no sólo lo ha visto en documentales y en “Bonanza”, sino que incluso pasó un día por delante de un McDonalds. Imaginaos.

Lo mejor de “Dogville”, en cualquier caso, no está en la pantalla, sino en las butacas, en esos críticos y ese público que se derriten de gusto mientras los tratan de imbéciles y les embuten un burdo autoplagio de la ya ridícula y tremendista “Bailar en la oscuridad” en que apenas se intercambian buenos y malos, una soga por balas y fuego, una mema islandesa por una pelirroja de hielo. En aquellos que vieron una osadía nunca vista en la tiza y el cartón o en esa gente que juega a dar portazos o a hablar con perros invisibles. En los que siguen considerando a nuestro frailecillo un artista transgresor y novedoso en vez de un apolillado y torpe narrador y un extraordinario, eso sí, experto en mercadotecnia.

Hubo una época, allá por los años 70, en que estuvo de moda escribir novelas sin puntos, comas ni mayúsculas. Eran malísimas, por supuesto, y completamente incomprensibles, pero sus autores decían luchar contra las esclavizadoras convenciones, contra los mentirosos artificios del arte. Abrían caminos nuevos, ganaban premios, construían, como Von Trier, catedrales de papel, incomprendidas y adelantadas a su época, que iban a durar para siempre. Ahora, claro, duermen el sueño de los justos y nadie las echa en falta. Son, como “Dogville”, auténticas y polvorientas antiguallas, papel mojado y cartón rancio que el tiempo, tranquilos, acaba poniendo siempre en su lugar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Una confesión: le había puesto un 3 a la película, pero después de ver ese estomagante epílogo que combina el “Young Americans” de David Bowie con fotos de harapientos vagabundos y desheredados de la Gran Depresión, no me ha quedado más remedio que bajarle un punto. Diréis que tengo muy mal pronto, pero es que todo tiene un límite.
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