Diario de un gigoló (Serie de TV)

He leído en algún lugar... no recuerdo donde, que Netflix crea productos muy comerciales, gestionados para satisfacer los gustos del público, obviando la calidad. ¿Eso es cuestionable, en una plataforma de streaming?

El cine que se hacía en los años 40-50, en su mayoría era creado por la industria de los grandes estudios, para llenar salas. Se contrataba a directores, actrices, actores, guionistas... todo al servicio de lo que se esperaba gustaría al público que pagaba para que a lo largo de dos horas, olvidaran sus problemas, disfrutando de un relato visual atractivo y entretenido. Pues eso mismo hace Netflix en la actualidad.

Diario de un Gigolo, nos muestra a un tío bueno, que se dedica a satisfacer el deseo de mujeres, narrando una historia con nudo; y un añadido de secuencias calientes que excitan la imaginación de quienes las contemplamos.

No existen grandes diálogos, ni buenos actores. Muestra a Jesús Castro que nos complace con escenas de cama y una subtrama que da un poco de sentido a todo. La experiencia parece extraída de aquella vieja película de Richard Gere: AMERICAN GIGOLÓ, con argumento similar y reconocible. El problema es todo el enredo superfluo, programado para alargar la serie, como ocurre de manera invariable.

Jesús Castro no es un gran actor... Tampoco le hace falta, si yo tuviera ese cuerpo me daría igual todo lo demás. Nos hallamos claramente ante un espectáculo visual de proporciones enormes. El argumento no es complejo, tampoco lo necesita. Sabemos ante lo que nos encontramos y como destino hacia donde se dirige.

Algunas escenas de relleno para completar la serie, algo habitual y que debemos aceptar... Lo innecesario se puede pasar rápido para ir al asunto. Netflix continua variando sus espectáculos, con claves parecidas, para atrapar a un surtido de público, lo más heterogéneo.

Aunque con un buen surtido de secuencias irrelevantes, añadidas para alargar capítulos, debo reconocer que en conjunto aprueba sobradamente: Suave enredo de un escort masculino de alto standing.

Me recordó a SERVICIO COMPLETO, una magnífica serie sobre una prostituta inglesa que aporta una visión fresca, inteligente y divertida. filmaffinity.com/es/film135010.html.

Jesús Castro encaja perfectamente con lo esperado por un profesional del placer. Los personajes se encuentran bien gestionados, son audaces en su comportamiento, desinhibidos... bajo una dirección potente y con Netflix detrás para cuidad los gustos del público al que va destinada la serie.

Ante la muy quebrantable calidad de los proyectos de Telemundo —la segunda cadena de habla hispana en Estados Unidos—, se da a la tarea de traer desde el cono sur a Sebastián Ortega, autor de «El marginal», quién con una visión cruda y desgarradora de la realidad, al argentino no le queda opción más que ajustarse a la línea y tonos de la televisora con un proyecto de impresión melodramática subida de tono.

Con varias personalidades mexicanas y protagonizada por el español Jesús Castro, el serial de 10 episodios muestra la vida familiar de dos círculos que de forma tangencial se ven entremezcladas; la de Ana (Fabiola Campomanes), una mujer empoderada que perdida entre sus deseos y carencias afectivas, busca los servicios ofrecidos por Minou (Adriana Barraza), la proxeneta de un negocio de acompañantes de alto nivel a la que pertenece Emanuel (Jesús Castro).

Las complicaciones se dan cuando una de ellas propone al gigoló en cuestión servicios adicionales que lo comprometerán de tal forma que no pueda zafarse de su nueva encomienda y que desbaratará las bases de ambas «familias» en los que los intereses son fundamentales como estructuras ya sea de orden social o laboral.

Con el gastado recurso de colocar en investigación a varios personajes sobre un crimen perpetrado en contra de alguien, «Diario de un Gigoló» remite a cierto intento por emular a la televisión anglosajona dentro de esos entornos aspiracionales sobre estatus, imagen e incluso éticos de su protagonista.

Si bien es de lo más rescatable de la televisora, tampoco se consideraría como una de las imperdibles. Con un reparto muy en su confort, también devela que los fines de la producción tampoco olvidan el morbo a través del erotismo que puede generar entre las audiencias de un negocio regido por el raiting.

Un producto para paladares poco exigentes y tardes aburridas. El único factor de interés es el morbo provocado por un guapísimo protagonista y sus escenas semieróticas con maduras de buen ver. El caso de Jesús Castro es curioso: su belleza te ata hipnóticamente a la pantalla al mismo tiempo que su dicción te causa un inevitable rechazo. Pero no carguemos las tintas: la labor actoral de sus compañeros tampoco merece premio alguno. Hay un asesinato que resolver, pero no es eso lo que te hará seguir viendo la serie. Me temo que tampoco es muy realista con la vida de los gigolós, que se romantiza sin pudor, pero lo cierto es que nunca he llamado a ninguno para afirmarlo y a lo mejor el plan es tan satisfactorio como se pinta.
Pese a todo esto, no voy a ser injusta: la he visto entera. 10 capítulos. Mañana olvidaré esta serie, en tres días esos ojazos azules.