Cómplices

Lo atractivo de la película es su efectiva manera de articular, por un lado, el drama que surge dentro de la relación entre Vincent y Rebecca con el desarrollo de la investigación policial y, por otro lado, el romance de dicha relación con la tensión amorosa y el drama individual de Hervé y Karine, la pareja de policías. Entre medio, y gracias a la libertad con la que el cine francés se anima a tratar ciertas temáticas, se muestra una mirada sobre el comercio de las fantasías sexuales y la prostitución, mirada que parece asociarse (de paso) a una cierta visión sobre el matrimonio y la alta clase social. Además, ambos jóvenes crecen en un círculo familiar disfuncional y con padres ausentes, tema (la paternidad/maternidad) que también se lee en algunos diálogos que describen las realidades de Hervé y Karine. Celos, soledad, perversión y, sobre el final, por fin puedo unir del todo el film con su título… buen cierre, polémico.

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Es una película que narra el submundo de la prostitución masculina, el dinero fácil y como a veces meterse en ese mundo, te puede costar muy caro. El director mezcla perfectamente imágenes del pasado con el presente, sin ningún tipo de confusión, logrando que el espectador se enganche en toda la trama hasta ese final sorprendente.
Es la historia de Vincent, un joven prostituto, que se enamora de una chica en un cibercafé, donde le miente al principio de la relación de cual era su trabajo, pero después se entera y hasta ella misma se sumerge en ese mundo, con consecuencias nada agradables para los dos. El papel de la policía investigando el hecho de ese cuerpo aparecido en el río, buscando información por todos lados, mostrando también su lado humano, hace que este thriller policial te entretenga bastante, con buenas actuaciones, un clima de intriga y con una parte final muy interesante.
Recomendable por mostrar una realidad que se cuenta poco, la de la prostitución masculina y porque a veces en situaciones límites, hay que decidir entre lo humano y lo correcto.

Si la alineamos, relato normal de policías que investigan un asesinato, Cómplices cae en una bolsa de gatos thrilleresca. Salvando paralelismos entre ambas parejas (policías/jóvenes), la clave de la ensalada radica en esa extraña sensación que toma forma dentro del espectador: la de estar viendo dos historias que se suceden en simultáneo, relegando los hechos presentes y pasados, casi anulándolos. Es una sola historia que debe converger tarde o temprano, que está llevada por un tono hiperrealista y que se toma la licencia de mostrar comportamientos sexuales completamente al desnudo. No por nada esa tendencia a mostrar desnudos integrales que no dependen exclusivamente de las secuencias de prostitución. No hay floreo en esta gema en bruto, todo se desarrolla con una naturalidad que comienza siendo ventajosa y culmina restándole puntos: el desenlace cuadra con la peli, con su sensatez, pero suprime la tensión necesaria en pos del retrato terrenal del que levanta bandera.

Ese mismo desenlace aparece como jugado, por lo menos ideológicamente. Sin embargo, toma tanta distancia, es tan encuadrado, lógico y cerrado desde sus intenciones que finalmente termina por hacer de la estructura de la peli su único sostén. Cómplices por partida doble, vale más por su honestidad que por su contenida intensidad.