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Manos sucias en la ciudad

Comedia Gould y Blake, dos policías de Los Ángeles, hacen caso omiso a sus superiores y le siguen la pista a Rizzo, un peligroso capo de la mafia. Hartos de que les encarguen siempre asuntos irrelevantes, se dan cuenta de que este caso puede ser la oportunidad para encontrarle un sentido a su trabajo. (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
3 de abril de 2010
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entretenida comedia policíaca dirigida por Peter Hyams, quien posteriormente realizaría cintas como la secuela “Capricornio uno” o la secuela “2010: Odisea dos”, entre otras.

Michael Keneely (Elliott Gould) y Patrick Farrel (Robert Blake) son dos policías de Los Ángeles pertenecientes a la brigada contra el vicio que se encargan de asuntos sencillos que no salen de la pura rutina: alboroto en un local de ambiente, vigilancia en unos retretes públicos, etc. La buena relación entre los dos agentes y su poca pasión por el trabajo que realizan hasta el momento, les empuja a adentrarse en una investigación más compleja y peligrosa, siguiendo la pista de un narcotraficante llamado Rizzo (Allen Garfield). Pero las influencias de este último, que llegan hasta las altas esferas de la propia policía, complicarán mucho la vida a los dos agentes, que recibirán órdenes tajantes por parte de su superior de olvidarse de los asuntos que ellos persiguen.

Pero obedecer órdenes al pie de la letra no forma parte del código de conducta de Keneely y Farrel, que para interrogar no dudan en amenazar con presentarse ante la mujer de alguien que es infiel o revolver un piso entero si con ello consiguen datos para sus pesquisas. Los dos policías comparten entre sí su soltería (que les permite tomarse todo el tiempo del mundo para sus investigaciones) y maneras chulescas e indiferentes, destacando el aspecto desaliñado de Keneely, tocado con un gorro con bolita para guarecerse del frío y haciendo pompas con los chicles que masca sin cesar mientras esconde su rostro tras unas enormes patillas y un gran bigote. Farrel cuida más su aspecto e incluso a veces sus formas delatan que es policía. Es característico el hecho de llevar siempre consigo un pitillo apagado entre los labios, luciendo el mismo ligeramente caído, parodiando con ello a los típicos detectives del cine negro.

Aunque no es una gran película, merece la oportunidad de ser vista por cumplir con su propósito de entretener haciendo sangre de las películas policíacas que durante el año de producción de ésta, salían como churros de las grandes compañías cinematográficas.
Sandro Fiorito
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21 de diciembre de 2017
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡¡¡Peliculón!!! Con esta simple palabra definiría la película, tuve la gran suerte de ver en versión original subtitulada y queda poco más que añadir, es una joya del cine policiaco con un Robert Blake (Bareta) con carita de niño bueno, un Elliott Gould impecable y un clásico del cine blackxplotation Antonio Fargas. Acción brillante y una trama que acerca mucho a la realidad, lejos de las "fantasmadas" de los tipico tipos duros que hacen escenas de acción,la vida tal y como fue, bienvenidos a la triste realidad.
eduguitar72
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8 de noviembre de 2011
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta peli de Peter Hyams la vi hace un montón de años. Aceptable, nada más, se ve y se olvida. Su director luego hizo otras que pasaron a ser mejores trabajos. "Capricornio Uno", "Odisea 2010" que a nadie le gusta y a mi personalmente no me disgusta, hombre no se puede comparar con la primera de Kubrick pero lo dicho...aceptable, "Atmosfera cero" otra que está bastante bien, remake moderno de "Solo ante el peligro".

Este título de "Manos Sucias" es igual que el de la película española de Jose Antonio de la Loma (1957), por cierto, obra maestra del cine español que absolutamente nadie conoce. Pensé que aquí, en Filmaffinity encontraría alguna referencia sobre ella pero no, no la encontré. Valgan mis palabras para que por lo menos se nombre.

Saludos.
Cabello al viento
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19 de enero de 2011
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viendo esta película a uno se le quitan las ganas de ser policía, al menos en la ciudad de Los Ángeles. Los dos protagonistas de la película (Elliot Gould y Robert Blake, más el primero que el segundo, simple compañero de fatigas) son dos detectives tratados como pobres diablos: hay un momento de la película en que uno de los villanos le espeta a Gould que se cree un héroe cuando en realidad es solo un pelele que terminará haciendo lo que le diga su jefe. Y, sin embargo, el policía se rebela una y otra vez contra ese sentimiento de frustración (sus superiores le encargan trabajos que él considera humillantes, como hacer redadas en bares de gays o vigilar los retretes de los parques públicos) y desobece continuamente las órdenes en su afán por atrapar a un pez gordo de la ciudad, pero su intento se insinúa baldío: ya sabíamos desde "Serpico" (Gould a veces parece un remedo cómico de Pacino) que la corrupción es un tiburón demasiado grande como para cazarlo. El comentario final de la película no ofrece dudas. Menos mal que Starsky y Hutch estaban a la vuelta de la esquina para recuperar la moral perdida
Y un apunte más: el cine policiaco que se hizo en Estados Unidos en los años setenta tiene un valor documental extraordinario: en sus calles ruidosas, en los bares de medianoche y en las comisarías mugrientas late el desencanto de una tiempo en el que, ciertamente, los héroes dejaron de ser héroes.
Charles Winnifred
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