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¿Quién mató a tía Roo?

Terror. Thriller Libre adaptación del popular cuento "Hansel y Gretel". Inglaterra, años 20. Para los niños del orfanato, Tía Roo es una amable viuda americana que cada año celebra una gran fiesta de Navidad en su mansión de Forrest Grange, a la que invita a un grupo seleccionado de huérfanos. Una Navidad se fija en una niña que le recuerda a su hija fallecida... (FILMAFFINITY)
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
30 de mayo de 2012
12 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Señora Forrest (Shelley Winters), una madura norteamericana a la que en las escenas iniciales hemos conocido como una desequilibrada que canta canciones de desengaño amoroso a una cuna en la que ella cree ver a una niña dormida donde vemos hay un cadáver infantil momificado, y que también cree oír a esa difunta y llorada hija en una sesión espiritista acompañada por Albie (Michael Gothard), el joven mayordomo con el que vive, y oficiada por un viejo borrachín llamado Mr. Benton (Ralph Richardson), acostumbra a dar una fiesta de Navidad a un grupo de niños de un orfanato de la zona.

Además de ese seleccionado grupo de 10 niños privilegiados y muy ilusionados, se encuentran este año los hermanos Christopher y Kathy Coombs (Mark Lester y Chloe Franks), los cuales pese a no haber sido elegidos, se las han ingeniado para merodear alrededor de la casa, donde son descubiertos y gracias a la magnanimidad de Mrs. Forrest (a estas alturas ya sabemos que la gusta ser llamada por los niños tía Roo) , invitados a sumarse a la fiesta.

Tía Roo secuestrando a Kathy para sustituirla por la desmejorada momia de su hija, y Christopher tres cuartos de lo mismo al acudir a rescatarla, aparentemente convencido por el conocimiento del cuento de Hansel y Gretel que tiene (acostumbraba a contárselo a su hermana) de que la señora es una bruja y pretende engordarlos para luego comérselos, mientras la policía no logra relacionar a Mrs. Forrest con la desaparición de la niña a pesar de tener sospechas de que pudiera estar implicada.

Sigue en spoiler por falta de espacio:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
tiznao
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27 de marzo de 2017
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Intrigante (que no necesariamente bien intrepretado) el personaje de Shelley Winters.
La historia es muy interesante y visualmente la película es correcta. No es una película brillante o que marque a una generación, pero sin duda la película tiene detalles muy interesantes.
Pese a lo bueno que tiene, solo recomendable para fans del género que disfruten títulos añejos. No saldrán defraudados pero tampoco maravillados.
el hombre del coco
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4 de octubre de 2021
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra de Harrington, esta menos atractiva que "¿Qué le pasa a Helen?" (1971). Y otra vez con Shelley Winters, que no da con la tecla dramática en ningún momento. No es que le quede grande, es que no es su papel. En otra películas suya, más melodramáticas que drama puro, hace papeles más compactos, más enteros, más redondos. Parece sobrepasada por el papel. Además está muy sola, pues no hay otra figura protagonista que la ayude a llevar a buen puerto la película, que, en lineas generales es menos atractiva que la otra de él que menciono más arriba.
Un ambiente entre victoriano y decadente, una mezcla de Charles Dickens y la sociedad industrial desencantada de sus propios éxitos y deseosa de que las profecías sobre el confort del futuro se consoliden. La filantropía mal entendida suele esconder algo turbio y oscuro, como es el caso.
El relato fílmico pretende tener algo de Edgard Allan Poe, algo de Lovecraft, de Henry James, incluso de Guy de Maupassant. Quiere llevarnos a un espacio mental autodestructivo provocado por el sentimiento de culpa. No tiene la potencia de otro tipo de películas similares: "Niebla en el alma" (Roy Ward Baker, 1952), o "El rapto de Bunny Lake" (Otto Preminger, 1965), ni la fuerza dramática de una obra de terror. Es un camino intermedio que no ha quedado del todo logrado.
Además las películas con niños me son especialmente difíciles de digerir. No me gustan, especialmente las de terror o misterio.
ÁAD
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27 de noviembre de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entretenida intriga con tintes de terror que admite varias lecturas.

En la primera y más obvia, tenemos una interesante intriga --con ciertos toques paranormales y de terror-- en un caserón victoriano en el que una mujer perturbada por la muerte de su hija decide sublimar su tristeza compartiendo su mansión con los niños de un orfanato cercano. El personaje es interesante y algo triste: vacía, sola y perturbada. Su impotencia ante la realidad y su locura le llevan a una acción desesperada y patética.
El tono en que se narra esta acción, desde el punto de vista de un niño, identifica (a sus ojos) lo que está pasando con el cuento de Hansel y Gretel. Por lo que el pobre niño, castigado por la vida, toma sus rotundas decisiones a la vista de lo que pasa en el cuento de los Grimm.

En la segunda, parece que tenemos una historia que habla del realismo de un estrato de la sociedad pobre (al estilo de un Dickens) en confrontación con una opulenta clase en la que no falta nada pero sobra hastío. Y dónde la dura tarea de vivir y afrontar la realidad con sus sinsabores se puede volver tarea imposible, haciendo que se desarrollen actitudes escapistas y perturbadas. La violencia (sea física o psicológica) que padecen los niños les lleva a mirar con recelo y odio todo lo que pasa. Y, con ello, a desarrollar respuestas que, en su fuero interno, no son desproporcionadas. Aunque la realidad les llame también a ellos, no les preocupa y siguen aferrándose a su discurso mental. ¿Lo mismo que la infeliz y adinerada protagonista?
Es el mismo hecho pero visto con distinta perspectiva.

Buenas actuaciones de los niños protagonistas pero Shelley Winters aquí no acaba de encajar. No se siente cómoda en el papel. Aún así, cumple con oficio.

Buena dirección que le da un ritmo misterioso e intrigante a toda la historia. Hay intriga en cada escena, por doméstica que sea.

Una película más interesante de lo que puede parecer a simple vista. Y eso que en su primera lectura es un entretenimiento de cierta calidad.
Jose Solo Z
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31 de diciembre de 2023
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Estupenda y muy poco conocida película, corrosiva patada en el hígado al buenismo imperante en las fechas que nos ocupan.
Efectivamente, «¿Quién mató a tía Roo?» actualiza el celebérrimo cuento de «Hansel y Gretel» enriqueciéndolo con matices dickensianos y de terror psicológico para tenernos con el corazón en un puño durante su hora y media de metraje y dejarnos con el culo torcido para lo que queda de fiestas merced a un desenlace de una crueldad incendiaria, con perdón del juego de palabras.
Si buena parte de las producciones de los setenta no han envejecido con la dignidad deseable, todo lo contrario sucede con la cinta dirigida por el artesano del subgénero Curtis Harrington, cuyos atrezo y decorados respiran verdad por cada grieta de sus acartonadas superficies. Se huele la naftalina, se tose el polvo y los ácaros, las mantas pican y la mirada muerta de las muñecas de porcelana le quitará el sueño al espectador más encallecido.
Título, escenografía —ese caserón a medio camino entre lo eduardiano y una mona de Pascua— y personajes —viuda desamparada, mayordomo túrbido, criada en el ajo, inspector incompetente y vendedor de humo espiritista— invitaban a esperar un cómodo «whodunnit» que, no obstante y casi desde la primera, escalofriante escena, sospechamos no va a ser tal.
A la calidad general del film, superior a la de muchas otras de similar jaez, y no sólo en la carrera de su realizador, contribuye sobremanera la presencia de una actriz del calibre de Shelley Winters. El de madre trastornada —por el alcohol, por la pérdida, por la razón que se les ocurra— es un rol que le sienta como un traje a medida desde su participación en «Lolita» (ídem, 1962). Duele verla aquí lidiar con un duelo infinito, con unos desalmados que se aprovechan de su dolor y con el comportamiento, disruptivo hasta lo homicida, de un par de niños a los que no les vendría mal un didáctico guantazo.
Carorpar
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