Recientemente vi la película Nimona, dirigida por Nick Bruno y Troy Quane y lanzada por Netflix en 2023. Una sorpresa bastante agradable. Este film animado, basado en los comics creados por ND Stevenson, se atreve a tocar una temática que ni Disney ni ninguna otra gran compañía, hasta ahora, se ha atrevido a abordar abiertamente.

Se trata de un cuento de hadas que toma como foco inicial la historia de amor entre dos hombres. De allí parte este exquisito drama cargado de importantes toques de fantasía, aventuras y comedia. Posteriormente, debo destacar, nos adentramos en una fábula aún más compleja en la que Nimona, junto a uno de los dos chicos enamorados, toma un rol mucho más predominante.

“Un caballero acusado de un trágico crimen se alía con una audaz adolescente con poderes metamórficos para probar su inocencia”, es la premisa. La cinta, por cierto, cuenta con las voces de Chloë Grace Moretz (Carrie) y Riz Ahmed (Sound of Metal). De verdad, una belleza de película. Fascinante, alucinante y sorprendente. El cuento de hadas LGBT+ que tanto había deseado ver.

Una historia sobre los prejuicios, sobre crear monstruos inexistentes en nuestras cabezas y señalar con miedo y hasta con odio todo aquello que desconocemos. Un relato que hace referencia también a la forma como, en algunos casos, nuestras heridas y nuestros resentimientos, tras ser señalados constantemente por la sociedad, puede convertirnos en seres con un potencial autodestructivo (o destructivo en general) desmedido. También se hace alusión acá a un tema para nada desconocido: la reescritura de la historia y el ocultamiento de hechos claves a favor de los poderosos.

Lo único que le critico a esta producción es su humor por momentos tosco y hasta forzado (soy más de chistes sutiles, de ironías y de sarcasmos). Sin embargo, la belleza, la efectividad y la potencia de la historia tapan estos inconvenientes. En fin, un filme sorprendente y altamente recomendable. De mis favoritos de este año.

¡Excelente y fascinante! No hallo otras palabras para calificar el nuevo trabajo de Mike Flanagan: La Caída de la Casa Usher. Desde mi punto de vista, esta miniserie se encuentra al mismo nivel de La Maldición de Hill House, una de sus mejores obras. Todo un deleite encontrar en esta producción, inspirada en las creaciones literarias del narrador y poeta estadounidense Edgar Allan Poe, múltiples referencias, tanto textuales como simbólicas, al legado de este gran artista.

Y lo más maravilloso de todo ha sido hallar, más allá de las alusiones a la obra de Poe, referencias al Frankenstein de Mary Shelley y, sobre todo, al mito fáustico trabajado en su momento por creadores como Marlowe, Goethe y Mann.

Muchas cosas maravillosas, increíbles, había escuchado sobre esta serie. Que era “lo mejor del mundo”, que “nunca antes se había hecho algo parecido”, que era “una obra maestra” (nada más alejado de eso). Varios youtubers que se dicen “críticos de cine” (influencers) hablaban genialidades de esta producción. La propaganda vía Twitter, YouTube y las demás redes sociales (al igual que otras producciones que las grandes compañías desean que te las veas POR QUE SÍ) era, en pocas palabras, grosera. Sencillamente, no había escapatoria: “Hay que ver esta serie para adolescentes para ver qué es lo que es”. Y bueno, en el hecho de verla también jugó un rol importante la insistencia de mi pareja (él la ama). Y después de hacerlo, luego de ver sus 8 capítulos, solo tengo algo que decir: Heartstopper, sin ánimos de ofender a nadie (es solo una opinión personal), me pareció una estafa.

Lo peor de esta serie, a mi juicio, es el desarrollo y la verosimilitud de muchos de sus personajes. En realidad están muy mal escritos. A ello se le suma la utilización descarada de múltiples clichés baratos de películas y series románticas del pasado, solo para tratar de cautivar al espectador. ¿Correr bajo la lluvia y llegar a la puerta de la persona que te gusta, para declararle tus sentimientos? Una escena demasiado fácil y demasiado vista en otras producciones.

Luego de un mes de maratónicas madrugadas, terminamos de ver (yo por tercera vez, mi novio por primera vez) la telenovela colombiana Yo soy Betty, la fea. La primera vez que vi está producción fue por allá en el año 2000, a través de RCTV. Luego tuve la oportunidad de verla de nuevo en el 2010 por Televen. Y ahora, gracias a Netflix, he podido disfrutar y reencontrarme con cada una de las situaciones (dramáticas, no tan dramáticas, y sobre todo cómicas) planteadas en esta historia. Interesante cómo puede cambiar nuestra opinión con respecto a una obra, conforme va pasando el tiempo. Si bien hay cosas que me siguen encantando, también es cierto que hay aspectos de este melodrama que hoy día me chocan.

LO QUE MÁS ME GUSTA:

1- Definitivamente las actuaciones (todas, excepto la actuación de Pilar Uribe, la actriz que interpreta a María Beatriz, la hermana de Daniel y de Marcela; poco carismática e insoportable, a mi juicio). De resto, interpretaciones creíbles y maravillosas, entre las que destaco las de Ana María Orozco, Jorge Enrique Abello y Lorna Paz.

2- La puesta en escena, aunque siempre con un tono teatral y minimalista (muy al estilo de El Chavo del Ocho), nunca pierde la naturalidad. Nunca incomoda que la mayor parte de la trama se desarrolle en estudios, a puerta cerrada y con escenografías continuas.

3- Los extraordinarios diálogos y escenas escritos por Fernando Gaitán. Puedes llorar a mares con las situaciones dramáticas y puedes reír a carcajadas con los momentos cómicos. La tragicomedia, esos momentos en los que no sabes si reír o llorar, está muy bien lograda también. A pesar de lo trillado del argumento (el protagonista que es humillado y que luego regresa para "vengarse" o, en el caso de Betty, para componer las cosas), este funciona debido a su sencillez y a la forma entretenida e innovadora (para la época) como se plantea. Se cumple eso de que "no es necesario un argumento tan rebuscado para construir una buena historia".

LO QUE MENOS ME GUSTA:

1- El exceso de relleno y los alargues en los momentos más dramáticos y claves de la telenovela. Quizás ya estoy acostumbrado a las producciones más modernas (sobre todo series), caracterizadas por su dinamismo y velocidad a la hora de contar algo. Considero que las pausas aquí son exageradas y hasta abusivas. Entiendo que, por cuestiones de publicidad (Yo soy Betty, la fea, como sabemos, fue un exitazo), lo que se pretendía era mantener al televidente a la expectativa del siguiente capítulo y a la espera de la resolución de determinada trama (el primer beso entre Armando y Betty, la junta directiva en la que se revela todo, el regreso de Betty a Eco Moda, etc); no obstante lo anterior, como dije, los rellenos y los alargues para mí constituyen un abuso. Había partes que teníamos que saltarlas porque verlas daba un fastidio enorme.

2- Parte del sector femenino que está representado en esta telenovela, a mi parecer, fue ideado desde una perspectiva machista que a veces puede resultar chocante. La vida de muchos de estos personajes gira y no deja de girar en torno al género masculino (Patricia, Aura María, Marcela). En el caso de Sofía creo que se justifica, en lo que a la manutención de sus hijos se refiere (Efraín está obligado a ayudarla a mantener a sus hijos). Pero es que acá muchas mujeres dependen sentimentalmente o esperan al hombre (¿el príncipe azul?) que resuelva todos sus problemas emocionales y económicos. Claro, hay que entender y evaluar esta telenovela en su contexto, tomando en cuenta la magnitud del machismo que imperaba en aquella época. No sé cuánto haya cambiado esto hoy día, no sé cuánto realmente se habrá avanzado en este tema. Igual puedo decir que el trato que se le da a la mujer en el melodrama por momentos me molesta (hasta jalones de cabellos se ven). Hombres como Daniel, Mario, Gutiérrez y Armando, con sus abusos y sus acosos, hoy día serían destrozados por el #MeToo.

3- Marcela Valencia, el personaje más pesado y tóxico de toda la trama. Con Patricia uno al menos se ríe. Con ella no. Se trata de una mujer que vive obsesionada y aferrada a un hombre que no la ama y que ella sabe que es un mujeriego. ¿Por qué una mujer con poder, profesional, inteligente, pierde su tiempo con un tipo como Armando Mendoza? ¿Simplemente porque está enamorada? ¡Chama, déjalo ir! Arquetipos telenovelescos que jamás podré entender. Para mí este es el peor personaje, el más pesado.

En fin, Yo soy Betty, la fea es una telenovela que, más allá de sus defectos y aspectos que ya pueden parecer anticuados, se sigue disfrutando. Y se sigue disfrutando porque a nivel de trama central y de actuaciones es inmensa y virtuosa.

Ahora mi novio y yo vemos Betty en NY (dinámica y con buenas actuaciones, por lo general). La producción de Telemundo, aunque más sofisticada, no supera a la original colombiana, pero es mejor que algunas payasadas como, por ejemplo, La fea más bella de Televisa (¡TERRIBLE!).

Es lamentable que una telenovela que desde un inicio lo tenía todo para ser una excelente versión contemporánea de Yo soy Betty, la fea (buen elenco, buena producción, buena historia) haya terminado convirtiéndose en otra payasada más, muy al estilo de la mexicana La fea más bella. No se justifica, así de sencillo.

Para comenzar destaco las reiteradas sobreactuaciones de muchos de sus personajes, desde los principales hasta los secundarios. Ni siquiera Elyfer Torres (Betty) se salva. Hasta ahora, y hasta donde yo he visto, ninguna actriz ha logrado igualar esa dulzura y esa actitud de sumisión y pureza que tanto conmovía (por sentirse tan natural) en la interpretación Ana María Orozco. La actuación de Torres, a partir de cierto punto y por desgracia, se acerca más a las maneras llenas de muecas innecesarias y de obviedades que caracterizaban a la Letty mexicana. No se trataba de hacer una copia al carbón del personaje original (para nada), pero sí se hubiese agradecido que la innovación no hubiese estado cargada de actitudes y de gestos que buscaban una risa a como dé lugar.

En esta misma racha cae el personaje de don Armando, interpretado por Erick Elías. Se trata de una copia casi al calco del Armando de La fea más bella, lleno de muecas y falto de la contundencia y del peso escénico que el protagonista masculino requiere. No pedía la réplica de aquel Armando distante, duro y déspota de la versión original (magníficamente interpretado por Jorge Enrique Abello), pero sí pedía a un Armando cuya sola presencia impusiera autoridad. Autoridad que sí logra imponer, por ejemplo, el personaje de Daniel (interpretado por Rodolfo Salas). La actuación de Elías, por ende, resulta mediocre y poco contundente.