Fiebre de sábado por la noche

Muchos sostienen que es la película que marco una época, puede ser, mostró donde salían los jóvenes y que tipo de música y bailes les gustaban, también mostrando que vivían para verse bien, tener sexo, etc.
Poco más, los personajes apenas pasan de ser estereotipos, las situaciones son ridículas, y exceptuando cuando muestran lo discriminadores que pueden llegar a ser tanto el protagonista como sus amigos, en lo demás no hay mucho, aunque se reconoce que para ser musical, va un poco más allá que la mayoría.

Discothèque. Rompepistas. Nuréyev. Diferente. Siete Siete. Los golfos. Barracuda. La mano izquierda de Dios.
Sérpico. Rocky, Bruce Lee y Farrah Fawcet. Los cuatro jinetes del apocalipsis o tal vez Ángeles custodios de Travolta. De todo un poco. Fuerza, variedad y sexo.
Entre Marty, esos italianos brutos y locos, esas comidas como de Amarcord de Fellini, The Warriors, las bandas callejeras en todo su apogeo (Manhattan, por cierto, nombre de una famosa película de Allen en la que hay una escena igual a una de esta película que nos ocupa con un banco y el puente de fondo, siempre como inevitable destino) y Rebeldes sin causa, jóvenes oligofrénicos en movimiento ciego y perpetuo. Y Grease, claro. Y West Side Story, por supuesto. Y Romeo y Julieta, la de Zefirelli, ni hablar de Shakespeare.
La película es en buena medida pavorosa, muy sórdida, tremenda, al final un poco menos, la cosa algo se alegra. Y habla muy especialmente de trepar como un araña en la escala social, de ascender, para poder decir (no) apropiadamente palabras como superior o interesante a cada poco, el lenguaje es una clara barrera o marca de clase, y ver de primera mano nada menos que a Beckenbauer, de pasar/cruzar el río, la frontera divisoria, la geografía también es clasista, de ir al otro lado del espejo, de abandonar a los tuyos, a toda tu pobre y triste gente que tanto en el fondo te avergüenza y supone un lastre o gran impedimento, ese es el sueño, por lo tanto, es una obra despiadada, brutal, salvaje, nihilista, también bailonga, todo no son quebrantos y penas, sucia, burra, algo lírica y un tanto reflexiva, pero casi todo muy negro, un horror, aunque también haya algún momento de leve redención/descanso de entre tanto alboroto, espanto y atropello, la sonrisa, por ejemplo, por fin, de ella, esa lianta, bien la conocen, tan estirada, tonta, esnob y siesa.
Él destaca, italiano pobre que promete, es listo, despierto, sensible, baila, pero está muy embrutecido por ese entorno tan espeluznante (ese padre... ).
Sus amigos son apenas poco más que simios, cazurros. Su enamorada da bastante pena, menudo personaje, entre muy tonta y muy buena y desvalida y desolada y perdida y ciega (putita estúpida o santa inocenta). La otra es casi siempre insufrible, completamente lamentable con sus aires de diva y sus ínfulas de paleta de la dehesa. Y los padres, tan abominables, le deprecian, no le tienen en cuenta, casi como si no existiera, y el ambiente es feo y los pobres portorriqueños reciben palos de todas partes, un gran momento de la película se produce cuando el amigo hospitalizado reconoce/confiesa que en verdad no tiene ni puta idea de quién cojones le dio la terrible paliza, las caras de tontos que se les quedan ante semejante ambigüedad abismal o universal es una fiesta, la cadena de los golpes o el intercambio de humillaciones que nunca cesa, de unos a otros y tiro porque me toca, del fuerte al más débil es lo más habitual y cómodo, la preferida por todos regla.
Comienza bien, pero tiende hacia el exceso y el disparate, la brocha gorda, el histerismo y el histrionismo. Y es muy determinista, implacable. Hasta ese final que parece que todo ¿lo arregla?

Todos en algún momento de nuestra vida hemos andado por la calle como Tony. Hemos pensado en nuestro futuro, cómo evolucionar, cómo crecer, cómo "nos vamos a comer el mundo". El problema de Tony, es que para conseguir lo que anhela tendrá que aprender una durísima lección.

Esta película muestra las ganas de vivir, las ganas de sacar lo bueno que llevamos dentro, de ser respetuosos y valorar las cosas que nos hacen especiales. Esta película viene a decirnos que todos tenemos algo bueno que nos hace diferentes.

Yo personalmente recomiendo esta película porque es un grito de alegria y de optimismo, aunque más tarde, la cruda realidad y el drama hacen escena en nuestro film. Además considero que es una pelícua donde los personajes estan muy definidos y sin capacidad de evolucionar, el drama del protagonista será romper esta ley que se cumple en la cinta, para llegar a ser "alguien en la vida".

Emocionante hasta el final, Tony nos demuestra que el ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor. El drama interno de la película es interesante y clave en el desenlace.

La película es mítica de los 70 y fue el despegue de Travolta. Cuenta con una entrañable canción que ha quedado para el recuerdo.

Pero el problema de esta película, bajo mi punto de vista, es que no se le puede considerar cine, sino más bien una biografía en clave de musical de un tal Tony Manero, personaje que interpreta John Travolta.

Para empezar el protagonista de la historia chupa cámara como nunca se ha visto, parece como si la cámara del director la hayan pegado al culo de Travolta y le hayan dado el botón de “acción” y el director se haya ido a su casa, dejando por los suelos al resto del reparto, sin unos personajes elaborados y mostrando únicamente el carisma, la percha y los dotes de bailarín de Travolta, prácticamente la película es esto y en este sentido el guion y la carga argumental dejan mucho que desear.

Todo lo demás es un fin de semana, una sala de baile, un vestuario que hoy en día roza la ridiculez y extravagancia (eran los 70), y una música de fondo no hay más, si esperáis a buenos y malos, una historia de amor, aventuras, persecuciones o frases míticas pasar de largo. Nada de esto hay aquí.

Parece frívola "Fiebre del sábado noche" pero debajo del homenaje discotequero hay un drama sobre la juventud de los años 70, en realidad de cualquier época, más loable por el intento que por el resultado final. El guión es algo caótico pues deambula entre subtramas que no se saben muy bien a dónde conducen. Para mí, que John Badham quiere ser demasiado profundo sin lograrlo, entre otras cosas, porque los giros chirrían por extraños. Sea como fuere, se ve con expectación aunque el popular Tony Manero (John Travolta), por cierto, vaya pintas más horrible y vaya forma de bailar más amanerada, claro que no es culpa suya, es la moda, te empieza cayendo gordo por su pose chulesca y en ocasiones se incurra en secuencias sexuales con poco tacto.

La película fue todo un éxito en aquel 1977, la tercera más taquillera en los Estados Unidos, dejando más allá de los dólares, una huella en el imaginario colectivo además de dar carta de validez a la estética, hasta filosofía si me apuras, disco. Claro que nada sería lo mismo sin la mítica banda sonora, si bien la música de los 70 no es mi favorita. De hecho, está entre los 10 discos más vendidos de la historia. Yo en esta faceta me quedo si duda con la impresionante "If I Can't Have You" de Yvonne Elliman y el bailecito de Manero con el "Night Fever". Por último, se dice que aquí se retrata la liberación sexual femenina. Puede que también pero sobre todo, es la masculina. De hecho, ellas andas tan perdidas que se degradan de una forma u otra.