Bellísima visualmente, emocionante, cuarteada, con algunas "fotos fijas" a falta de "fotogramas", es una delicia para los sentidos y el alma, delicada y hermosa con una historia un tanto melodramática y primitiva tontorrona y/pero la mar de graciosa. Él, William S. Hart, se parece a Randolph Scott, actor y director, y ella Bessie Love, es un ángel de amor, un capricho, una capullito de alhelí. La malosa también, un primor. Todos.

(Los) Petersellers francés o la desolación en una película profundamente deprimente, fúnebre, apocalíptica, de las que te quitan las ganas de vivir y te ofrecen la botella, el lingotazo, se abren de piernas exclusivamente para ti, para olvidar beber y nada más, Mágico González, angustiosa, tenebrosa, opresiva, fría, terrible, tétrica, fiera, feroz, atroz, de necesidad mortal o letal, necrofilia.
Y también la mar el mar de divertida con/por esos actores los mejores, Llongueras y compañía, Polvorón, el clavo de Clavito, Krispín Jander Klander, el palmar y la/el termita, claro, te partes la caja y el ojete, el orto, la vida y el alma, qué risas, qué maravilla.
Una investigación, un crimen o asunto que resolver y muchos sospechosos al alimón, los diez negritos sin racismos, whodunit, eso es, así fue.
El humor gabacho y la física cuántica, magia, agonía, tortura, los ricos también ríen.

Tiene un par de buenos diálogos, el de La condesa de Hong Kong qué mala y el de Vestida para matar qué buena y el resto es un poco bastante desastroso, pero solo por eso, por la gracia e inocencia y salero, ocurrencias y jodiendas, por sus Cassavetes, discos y cassetes, o Jim Jamusch o Vincent Gallo o, ya puestos, incluso Abel Ferrara o el primer Scorsese, en todo lo alto, highest in the four rooms, en ciernes todo ello, ya merece mucho la pena, tiene encanto a quintales o arrobas, a paladas o toneladas, se le sale por los poros el talento y el cachondeo, vive Dios, voto a bríos.
Y Amor a quemarropa y True Romance, bebé, qué más quieres.
La películas o la vida, las putas o el amor, tú qué eliges o son lo mismo.

Película visionaria que nos viene al pelo nunca mejor dicho.
Fábula política de denuncia de cómo las fuerzas del mal, derechistas y ultraderechistas al alimón en comandita, Dios las cría y ellas se juntan (las hijas de puta), conspiran en la poca sombra, luz y taquígrafos, contra las fuerzas del bien, orden y progreso, para tratar de derrocar o derribar al presidente, sea, la luz, la belleza y la verdad, el camino, a través de todo tipo de bulos, crímenes y añagazas, de posverdad, delitos de odios e infundios, como le pasó en su lejano día a Lincoln, después a Kennedy y ahora mismo por ejemplo a nuestro eximio presidente, a los más grandes, de tanto palo, tal astilla, de casta le viene al galgo que no podenco líder amado, carrera de relevos, pobre que en/con/contra él (los malandrines o cabrones) se ceban a mala idea, noche y día, injusticia, es decir, la lucha eterna infinita abrumadora atronadora entre el bien y el mal quién ganará, qué será será, whtaever wil be, will be, qué pasará, qué misterio habrá.
Siempre ha pasado y siempre pasará, pagan justos por pecadores, siempre mueren los mejores, ¿dimitirá o no dimitirá? Los dedos se nos hacen huéspedes, el culo agua y los ojos chiribitas, cáspita.

Un cruce o mezcla oligofrénica que no subnormal, tampoco nos pasemos, de Malditos bastardos, Corazones de acero y Los Panzers de la muerte o un homenaje poco encubierto a las Kelly de toda la vida del señor, las que limpian, para servirle, en off, censurado, todo ello, por el omnímodo patriarcado, de ahí el travestismo o tono u ocultamiento, de ahí que citen el hotel Majestic, donde en verdad trabajan estos hombretones de pelo en pecho que en realidad son mujeres de cuerpo entero disfrazadas a lo que salga, qué remedio, debajo llevan enaguas y bragas, Glen or Glenda, la caraba, sorpresa, sorpresa, Juego de lágrimas, corsé y cruzado mágico, cosas veredes, con faldas y a lo loco, aclarado, asunto o caso resuelto.
Por otra parte, nostalgia del estiercol, lo dicen claramente, fase anal, añoranza de la basura, anhelo o ansia de la caca de la vaca, deseo de rebozarse en la mierda como una croqueta, como en casa en ninguna parte, el regreso, a Ítaca, al abono primigenio.
Y, sobre todo, y final y definitivamente, una película gafapasta, solo para culturetas o pedantes o catedráticos del ser y la nada y el tiempo apta o adecuada progresa, para lectores avisados avispados de Joyce y/o fanáticos de Tarr para eso está, Béla para más señas, para dodecafonistas y solpagaitas rupturistas disruptivos rompeaguas y parteimperios, para seguidores de Paul Gascoigne, sibaritas y hermeneutas, con más diálogos que las obras completas de Rohmer y Woody Allen juntos y revueltos y con menos acción que las películas de Kiarostami o el mismo Bergman, ver crecer la hierba era esto y no otra cosa, poca broma, martirio y tentetieso, la elevación del aburrimiento a la categoría de arte avant la lettre avant garde avanti popolo y no como desdoro o error, sino como logro eximio, a conciencia, a puro huevo, a pelo, hay más entretenimiento y enjundia o vida alma y gozo en aquella cosa vertiginosa famosa de Warhol sobre el Empire State Building que en esta, tedio máximo eximio non plus ultra a tumba abierta, estamos locos.
Le sobran, de hecho, ciento veinte minutos, los primeros, me muero, solo el final, estrepitoso y grotesco, fin de fiesta por todo lo alto, tiene algún tipo de sentido o gracia y salero, qué menos, el resto mejor nos callamos, sin comentarios, no nos hagamos más daño, descanso.