Falsos millonarios

No me ha gustado, incluso pensando que no es una mala película, jamás podría decir que es buena. Simplemente resulta rara. La temática me interesa, y la marginalidad de la familia donde, tanto los padres como la hija se dedican al robo, me resultaba un argumento atractivo.

Suelo ver películas de género: Robos, atracos, estafas, hurtos... me atrae mucho el tema, tal vez porque mi vida es poco emocionante; no va más allá de las sorpresas que me puedo llevar en el supermercado, cuando veo mis yogures favoritos de oferta. Por eso toda emoción que llegue de fuera, ayuda a alejar ese tedioso hastío que inunda mi existencia.

Estaba regocijándome por lo que pudiera ofrecer; cuando tras las primeras escenas me di cuenta, que aquello no iba a mejorar. He desarrollado un instinto muy preciso, para sacar conclusiones acertadas a poco de comenzar el visionado... y aquí lamentablemente no me equivoqué.

La he percibido como... a ver... muy naif, con escaso arranque en lo que tendría que ser un galopante engaño tras engaño, sin dejar tregua al espectador. No puedo aprobarla. Creo que es la primera del género que suspendo... Creo, aunque tampoco estoy muy seguro.

No sabía que esperarme de esta película por el hecho de que un gran porcentaje de las películas "indie" son desconcertantes. Algunas por la forma de contar la historia, otras por contar una historia que es un poco extraña, otras por no tener a penas diálogos, otras por guiarse a través de la música, otras por guiarse a través de las imágenes, otras por guiarse por el silencio, etc. Esta película entraría en el apartado de las que tienen menos diálogo de lo habitual, mezclado con silencios intermitentes, una historia que se cuenta de forma un poco extraña. Pero el aspecto más destacable de este largometraje es el hecho de contar una historia de amor, sin que se parezca para nada a una historia de amor y aún así llega a ser muy bonita. La relación y química existente entre Wood y Rodríguez se nota en el ambiente, se puede palpar. Es un drama atípico donde nada es lo que parece. Tiene un sentido del humor un poco extravagante y que no todo el mundo podría entender. Los personajes principales son realmente interesantes y su interacción con el medio ambiente. Es una película que sin duda me ha sorprendido y recomiendo bastante.

La producción es aburrida, aséptica e impersonal y casi llega a parecer, sobre todo al final ,en las escenas interiores, que estamos en un catálogo de muebles baratos. Los detalles supuestamente graciosos a mi no me lo parecieron; todo lo contrario. Pura diarrea mental, al igual que el guión.
La dirección es vulgar, corriente y especialmente lenta. La narración la desarrolla a saltos inconexos, supuestamente graciosos o dramáticos. Si pretendió darle un tono de comedia o de drama desde luego que no consiguió ni lo uno ni lo otro. Como detalle, después de casi una hora de película prácticamente no ha sucedido nada que valga la pena resaltar; y lo que viene después, ya ni se lo cuento. ¡Sorpresa!
La historia es de juzgado de guardia. Un panfleto absurdo, que no hace más que saltar de una chorrada a otra, sólo para incondicionales del género dispuestos a tragarse una historia tan "bonita". Eso sí, ¡indie! que queda como que muy bonito y polítícamente correcto, para justificar una castaña.
Los actores están que se salen, en el sentido de que quieren que la película acabe cuanto antes para irse a su casa y así dejar de hacer el ridículo. Hacía tiempo que no veía tanta sobreactuaciones juntas y de tan mala calidad.
Resumiendo: es un producto sólo apto para el lobby que lo sustenta; y al que ningún crítico oficial, de los que cobran, se va a enfrentar. Por mi parte, si lo se no vengo y tres puntos es muchísimo.

Kajillionaire se esfuerza por ser extraña.

Miranda July, artista multidisciplinar ubicada en el indie made in USA, nos hace una propuesta en la linea del cine de Wes Anderson o Todd Solondz. Una suerte de versión freak de Parásitos, plagada de personajes estrafalarios , con un humor excéntrico que acaba convirtiéndose en una reflexión sobre la necesidad de ser amado o de encontrar un lugar en el mundo.

Unas interpretaciones forzadas y una expresa voluntad de ser seca, excéntrica, la hacen tan original, como peculiar, para nada plato de todos los gustos. En cualquier caso solo por ver las interpretaciones de Evan Rachel Wood y recuperar a Debra Winger, ya vale la pena la propuesta.

A estas alturas de las películas miradas nuevas y originales sobre temas inmortales (en definitiva siempre son cuatro cosas básicas) como la que ofrece la artista interdisciplinar Miranda July (1974) se agradecen y mucho, por muy raritas o extravagantes (como sus personajes) que parezcan.

¿Como encajan las relaciones familiares en este mundo marcado por el materialismo? July parece preguntarse eso y otras muchas cosas en claves filosófico-surrealistas, a veces crípticas para el espectador y con la libertad narrativa de hacer lo que le venga en gana. Consigue momentos sublimes, divertidos y sobrecogedores por los que ya solo merece verse la película como el del hombre que esta intentando morirse en su cama acunado por los sonidos que algún día le fueron familiares en todos los sentidos de la palabra o ese baile sincopado de Old Dulia, a modo de exorcismo virginal, catártico y liberador al que se entrega Evan Rachel Wood enquistada en su personaje, que parafraseando a los Beatles: todo lo que necesita es amor.

En el fondo por mucho que July juegue con la forma las eternas relaciones entre padres e hijos, angustias, dependencias, proyecciones, independencia, responsabilidades orbitan a ritmo de una bso estupenda de Emile Mosseri sobre esta familia que se auto exilia al borde del sistema pero que paradojicamente depende cada minuto de él sin tiempo para otra cosa que no sea sobrevivir a base de pequeñas estafas. Los padres (Richard Jenkins nunca falla) y una muy añorada Debra Winger criaron a su hija como la tercera pieza de un engranaje que ella no eligió, dejándola huérfana de abrazos por mucho que nunca se olvidaran de su parte en el reparto. Hasta que, como en los cuentos, el príncipe (en este caso princesa. Una Gina Rodriguez que transmite vida) del color que sea viene a romper el maleficio con un sincero beso de amor.

Tediosa por momentos, brillante e inspirada en otros. La película de Miranda July no te dejará indiferente. Como pompas de jabón.

cineziete.wordpress.com