El luchador

Ver 'The wrestler' significa ver el próximo Oscar al mejor actor, si hay justicia.

Es sin duda una buena película, y merece verse. Su único problema es que esta historia la hemos visto ya muchas veces: Estrella (de lo que sea) que alcanzó la gloria y una gran popularidad en el pasado y ahora pasea su decadencia por una existencia solitaria y patética, lejos de las glorias de antaño y bla, bla, bla...

Este es el detalle que la perjudica, asi como un par de reacciones irreales y demagogas en las que tanto gusta de caer el cine a menudo, especialmente el norteamericano (el abandono del trabajo de ambos en un momento dado por un arrebato, o calentón, o decisión "humana"...).

Si no fuera por estas cositas me hubiera convencido más. Aún así, hay que agradecer a Aronofski el tono empleado al contarla, y su buena dirección y desarrollo, que la eleva por encima de lo que hubiera sido en otras manos un telefilm. Además, las espléndidas actuaciones de Rourke y Tomei, y varias situaciones de guión, salvo las que señalé antes, hacen de 'The wrestler' una de las obras cinematográficas más atractivas del año.

Y si a Tomei le dan el Oscar, esta vez nadie podrá acusar a ningún viejete borracho de habérselo inventado...

La película es como un agujero negro, te pones a verla y el mundo desaparece. Perfectamente cuidada, buena fotografía, guión compacto pero con achaques, ya me explicaré. Puro entretenimiento que además dramatiza con la vejez y el fracaso aportándonos un bonito cóctel para pensar si queremos profundizar. Supuestamente lo tiene todo para convertirse en la película del año.

A parte tiene a un Mickey Rourke que está fantástico en el papel de ex-luchador alcohólico acabado, cosa que le resulta extremadamente fácil de hacer porque él fue un actor acabado, un boxeador acabado (no penséis que todas las operaciones de estética se deben a la vejez, muchas son por su pobre trayectoria en los rings ) y un alcohólico eterno.
Debido a las ganas de mostrar como un hombre que se hundió puede volver a renacer si se esfuerza recibirá todos los premios dados y por recibir, incluido el Oscar. Aquí comienzan los contras, hace un papel tan bueno como Stallone en su "Rocky Balboa" pero con la ventaja de que rodar una película con Aronofsky no es lo mismo que ser dirigido por Silverter Stallone. Sin duda, ha sido el papel de su vida y se merece todo lo que le den porque está perfecto, ya que lo único que se necesitaba en un actor inexpresivo por la operaciones, viejo, musculoso y a ser posible con la cara aplastada. Un papel que parece hecho a medida para él, me alegro, se lo merece todo este año. No hay ironía en ninguna de mis palabras, simplemente distingo entre un buen papel y un buen actor, cosa que por ahora Rourke no me ha demostrado ni en sus películas de guaperas ni en su sobremaquillada actuación en Sin City.

La historia enganchará, tanto por Rourke como por ella misma, ¿a quien no le gusta ver a alguien salir de los infiernos?. Pero no estamos ante el biopic de Rourke, estamos ante una peli más sobre la decadencia de una vida y lo mucho que cuesta cambiar. Esta vez no son actores, ni directores es un luchador. La pobre Marisa Tomei sólo adquiere protagonismo cuando enseña el cuerpo y la parte de la historia que le toca a ella no es más que un simple esbozo de lo que debería, la parte de la peli destinada a la hija del luchador es simplona y facilona, y el final previsible.

Para los que crean que esta película es una obra maestra, le aconsejo que vean "Asignatura pendiente" del maestro de la decadencia Nick Nolte, quizá luego sepan porque le pongo un 6 a "El luchador".

Bueno, pues son las dos menos veinte de la mañana, acabo de volver a casa después de ver esta película y, cómo será, que no he podido resistirme a escribir una crítica sobre ella.

Los que ya me hayáis leído en otras entregas (para más información consultar mis críticas de El Lector o Revolutionary Road) sabréis que soy muy crítica respecto a los finales-sobrada y, sobre todo, a los finales-elespectadorestontuco. Así pues, ¿qué decir de El luchador? Pues que tiene uno de los mejores finales del cine, al menos, del cine de 2008. Por esta buena razón, y por otras dos, mejores todavía, llamadas Marisa Tomei (ovación, por favor) y Mickey Rourke (¡Éste es mi Mickey y no el Piji Mouse!), no puedo decir de esta película nada más que esto: WOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOW.
¡AMO LA LUCHA LIBRE AMERICANA!

P.D.: Pido un abucheo para todos esos individuos que decidieron que The Wrestler no merecía estar nominada al oscar como mejor película ni Aronofsky como mejor director. (El público dice: BUUUUUU). Gracias, ya me siento mucho mejor, ya puedo dormir tranquila esta noche. JE.

Tremenda película. Desgarradora, despiadada, brutal. Un descomunal homenaje a la “Legión americana”, a esa estrambótica cohorte de gladiadores de carne magullada, lacerada, ultrajada. Carne de cuadrilátero, de barra americana, de sórdidos tugurios. Carne de anabolizante, de lingotazo, de raya, de vendajes y reflex a tutiplén.

Y quién mejor que Mickey Rourke para concederle a Aronofsky el privilegio de contar con un traje hecho a medida. Un traje cuyo tallaje se ajusta como un guante a un personaje como Randy “El carnero” Robinson. Un despojo de la sociedad de consumo que, como Billy Tully en “Fat City”, atesora más huevos y humanidad que cualquier acomodado ciudadano de esa puta América, blanca y pija que citaba en cierta ocasión que no viene a cuento un conocido usuario de esta página.

Efectista en las escenas clave (los combates), Aronofsky evita marearnos con su habitual montaje frenético y se limita a ofrecernos un sobrio, austero y astringente discurso narrativo que no se anda por las ramas y que nos muestra un auténtico descenso a los infiernos; un descenso no exento de ciertos tópicos, inevitables a todas luces, que lejos de almibarar nuestra mirada revisten a “The wrestler” de una atmósfera poética muy, pero que muy, particular.

Lo dicho: tremenda.

Antes del combate voy a hablar con Mickey "The Ram" Rourke y su entrenador, Darren "El plasta" Aronofsky. Apenas conozco cuál es su estilo de lucha. Hace bastante que "The Ram" no se cubre de gloria y, salvo alguna pequeña excepción, no ha aparecido siquiera en los cuadriláteros últimamente. “El plasta” ha conseguido cierto prestigio con algún combate supuestamente innovador, de los que yo he sido testigo en una ocasión, acabando hasta los huevos. Demasiado movimiento, demasiado ruido y ninguna hostia de verdad. A ver qué han preparado.

"Pues bien, vamos a recrear, con la historia de un viejo luchador, un ambiente de fracaso, de nostalgia del pasado y de presente desolador". "Pero, Aronofsky, macho, eso ya lo hemos visto mil veces, sólo falta que el tío tenga una hija que no le hable y una puta como única compañía". "Estooo...Verás... Vale que está lo de la puta y la hija, pero...". "¡No jodas que has metido hasta eso, menudo truño va a salir!". "A ver, que la puta es Marisa Tomei". "Ah, bueno, siendo así, la cosa mejora un poco, pero ¿y el resto qué?". "Pues aquí tengo a Mickey, que ha estado todos estos años practicando los golpes, se los sabe de memoria, ya verás como lo clava...".

Menuda nochecita me espera, cómo se echan de menos los tiempos de Huston y Scorsese, aquellos sí que eran combates épicos.

Llega el combate. Subimos los dos contendientes al cuadrilátero. "El plasta" se queda en una esquina, para manejar los hilos supongo, que se note que el combate es obra suya, que él es el genio que se lo ha inventado… Payaso. Empieza el combate. Y, contra todo pronóstico, empiezo a recibir hostias como panes. Fuertes, duras, reales. Y no lo entiendo, me sé todos los movimientos, todos los posibles golpes, pero aun así no puedo moverme. Sólo recibo.

Intento salir de esta situación, pero es inútil, la cara de dolor y la piel curtida de Rourke me informan de que esto no es de coña, que el fracaso es real, que el testigo del sufrimiento que ha pasado "The Ram" me lo va a pasar a mí en forma de paliza. Tan sólo alcanzo a esquivar algún golpe fofo ("¿Dónde estabas en mis cumpleaños?"), pero el presente de mierda que estrangula al pasado, el vivir solo en una camioneta, el saber que los días buenos han llegado a su fin... Ahora soy yo el que lo experimenta.

Y sé lo que va a pasar a continuación. El final del combate está cantado, tanto como que después del 1 viene el 2. Y aun así, permanezco en el centro del cuadrilátero retorciéndome de dolor, inmóvil. Miro a la esquina y Aronofsky ya no está. El creador desaparece y es la obra la que se hace grande, que es, prácticamente, ese personaje antológico que ahora se encarama en esa misma esquina, escalando la cima de la derrota para llegar a un triunfo de ficción. De su corazón jodido se saca las últimas fuerzas, las necesarias para llevar a cabo el salto al vacío. El definitivo para acabar conmigo y hacerse un hueco en el gran cine. No falla.

¡Uno! ¡Dos! ¡Tres! ¡K.O.!