Una madre con furia

Lo que ha dado en llamarse "novatadas", o sea los ritos de iniciación en alguna institución (confraternidades universitarias, reclutamiento en el ejército, y hasta en algunas sectas religiosas) muchas veces han culminado en finales desastrosos en los que se alega, generalmente, "se nos fue la mano" o "la víctima fue responsable" de sus consecuencias. En latinoamérica (desconozco lo que pasa en España) no son muy comunes estas asociaciones paraestudiantiles llamadas fraternidades o sororidades si están exclusivamente integradas por mujeres, las que se auto-promocionan como asociaciones que fomentan la amistad, la camaradería, la lealtad y el cumplimiento de determinados "principios" éticos y morales. Para ello someten a los aspirantes a ingresar en ellas a pruebas que, más que habilitantes en esos sagrados objetivos, son verdaderas torturas de humillación que hacen a que sólo aquellos que las soportan sean admitidos.

Es obvio que estas atrocidades más de una vez culminan en la muerte del novato iniciático. En Argentina ha sido bastante recurrente este tipo de prácticas y sus nefastas consecuencias, en el período que los hermanos argentinos llaman la "conscripción", esto es el servicio militar obligatorio que ha culminado en varias muertes. Tal vez no con el mismo final trágico, en Uruguay también se han dado casos de degradaciones extremas en cadetes que pretenden ingresar a las fuerzas armadas. O, para ser más claros, en aquellos que pretenden ser milicos de carrera.

Aquí se cuenta el periplo de una madre que sufre la pérdida de su hijo mayor que fue obligado, junto a otros aspirantes a ingresar a la Universidad, a beber hasta la muerte. O, mejor dicho, a ser sometido a la ingesta obligada y forzoza de litros de alcohol y hasta de orina. La magnífica actriz Siobhan Fallon en su rol de iniciar una campaña que permita legislar en contra de estas salvajadas, recorre el país de punta a punta recogiendo testimonios de otras madres que también padecieron similar dolor. En su empeño va tomando conciencia de que las autoridades de la educación se lavan las manos y decretan que la responsabilidad es exclusivamente de las víctimas. Parece ser que murieron porque simplemente así lo quisieron. Esta desaprensión también atraviesa a las élites políticas.

La protagonista principal se pone al hombro el trayecto del argumento y participa prácticamente en el 80 por ciento de los planos, entregando con sutileza un "crescendo" en su actuación que culmina en los 20 minutos finales con un dramatismo seco, directo y sin golpes bajos. Lo interesante está en que el libreto, con mucha inteligencia y tacto, pega una voltereta de tuerca inesperada cuando el personaje se da cuenta de lo inútil de su lucha.

El título "Rushed" (algo así como "Apresurado") hace referencia a la prisa que el novato emprende para ingresar a la Fraternidad (denominación paradójica de estas instituciones) que será finalmente su propio verdugo. Muy entretenido filme para disfrutar y para quedarse pensando.

Una película olvidable, con un comienzo muy prometedor, en el que se describe la relación entre una familia y el hijo mayor en su primer año de universidad, los nexos fuertes que se mantienen entre hermanos, padres y el hijo que sale de casa, una familia estructurada, católica, irlandesa, modélica en muchos aspectos y, por otra parte, las vivencias del muchacho en la universidad, centradas en las novatadas, terribles y vejatorias, que sufre para poder entrar en la hermandad en la que su padre también estuvo en su día.

Esa primera parte interesa, está bien estructurada y es amena, algo que no ocurre con el resto de la película, la típica historia de madre coraje que busca resolver una injusticia cometida con su hijo. Resulta monótona esa especie de road movie en la que nos embarca el director, llena de lugares comunes y poco atractiva.

Un telefilm bien pergeñado, con una protagonista que raya a gran altura, poco más.

Rushed (2021), thriller dramático de la directora Vibeke Muasya, cuenta la historia de una madre que busca justicia luego de que su hijo sea blanco de una serie de rituales de iniciación en una universidad estadounidense. Escrita y protagonizada por Siobhan Fallon Hogan.

Por Nicolás Bianchi

Al estilo de un viejo telefilm, Rushed gira en torno a un tema de interés público y está filmada sin mayores pretensiones que las de contar una historia lineal sobre una injusticia. En este caso se trata de la violencia con la que son recibidos quienes ingresan en la universidad (los freshmen) por las fraternidades que utilizan letras griegas para identificarse (Alpha, Pi, Gamma, etcétera) a través de rituales de iniciación conducidos siempre por varones blancos.

Jimmy (Jay Jay Warren) es el blanco predilecto del abusador Steven (Jake Weary) por la simple razón de que contesta y se muestra más molesto que los demás. En el día de la fiesta que cierra la iniciación Steven no solo lo emborracha compulsivamente sino que además le cuela psicofármacos en su bebida, por lo que el joven termina en coma. Cuando se deciden a llamar a una ambulancia quizás ya sea demasiado tarde.

La protagonista del film, Barbara (Siobhan Fallon Hogan), la madre de Jimmy, abandona su rutinaria vida de ama de casa para perseguir algo que se parezca a la justicia, porque le es imposible continuar con su vida como si nada hubiera sucedido. En su derrotero se cruza con otras madres que pasaron por situaciones similares y comienza a filmar los testimonios, como quien junta pruebas sobre un caso.

Pero pronto las instituciones y los medios de comunicación le dan la espalda. A nadie le interesa el tema. Un fallido contacto con un senador termina de disparar la ira de la mujer que ve cómo los varones blancos perpetúan las injusticias que suceden en el seno de sus fraternidades, como si el control de ese ámbito fuera un privilegio intocable y al que la ley no debe llegar.

El título de la critica es en mi opinión el mensaje reflejo que quiere trasmitir la película mas allá del juego de la venganza. Sin embargo, lo que nos presenta la trama sobre las novatadas estudiantiles en estas universidades norteamericanas sobre las hermandades, y cómo se pasan en muchas ocasiones tres pueblos acabando de manera trágica, es algo que se ha visto en cientos de filmes.

El desarrollo no es nada del otro jueves con el típico duelo y las siguientes dudas sobre lo ocurrido e investigaciones por parte de la madre protagonista, hasta el acto final de la venganza (la policía brilla por su ausencia y apenas se ve una ambulancia para el levantamiento del cadáver). Aunque realmente lo que más llama la atención es la pasividad del sexo masculino a los que les resbala lo sucedido, e incluso ponen palos en las ruedas para que esta impertinente señora no moleste. Aquí los hombres se dibujan como personas sin alma y pasotas (incluido el marido de la dama que tiene un papel más secundario que la pared de la casa).

Pongo un 3 por el esfuerzo del trabajo del elenco de actores que logran mantener el suspense, aunque pierde en mucho con la lentitud de las escenas cotidianas y otras monsergas típicamente norteamericanas...