Interesante película contada con un tempo trepidante por la directora Rose Glass. Amor, machismos y violencias. Y también venganza.

Por Nicolás Bianchi

Love, lies, bleeding es la segunda película de la británica Rose Glass, que en 2019 había lanzado el relato de terror Saint Maud. En este caso, el género cambia, pero hay algo que se reitera. Saint Maud contaba la historia de fanatismo religioso de una mujer. En este caso, no hay religión pero sí pasiones que se desbordan. A su manera, los personajes de Love, lies, bleeding también arden.

Lou (Kristen Stewart) es la encargada de un gimnasio en un pequeño pueblo del interior profundo de Estados Unidos a fines de los años 80s. Este trabajo un poco es una mierda, y la película lo cuenta mostrando como Lou debe desatascar un inodoro tapado. Esta monotonía pueblerina se altera cuando llega Jackie (Katy O’Brien), una morena musculosa de pelo enrulado que busca llegar a Las Vegas para participar de un concurso de fisicoculturismo.

Lou y Jackie se enamoran rápidamente. El film las presenta como opuestas pero complementarias. Después de una noche apasionada, ambas comparten un desayuno. Jackie come huevos, sin yemas, para adquirir energía y poder seguir trabajando su físico. Lou solo desayuna un cigarrillo. Uno de los méritos de Glass en esta película es que construye una pareja que funciona a la perfección. Hay química entre ellas, la pasión se siente.

Ahora bien, no todo es un camino de rosas para estas chicas. Jackie comienza a trabajar en un centro de tiro, regenteado por Lou Sr. (Ed Harris), el papá de Lou. Padre e hija se detestan. Lou Sr. además es una suerte de pequeño señor mafioso de este lugar. Entre sus protegidos se encuentra JJ (Dave Franco), un joven violento que agrede a una de las amigas de Lou y Jackie. Para terminar de contar lo que se puede decir de la trama sin spoilear, digamos que las protagonistas tienen la idea de vengarse de este sujeto desagradable.

Todo el tiempo la película sostiene un ritmo veloz y atrapante. Love, lies, bleeding va rápido pero no choca. El montaje, la música y algunos pequeños inserts sobre los personajes le añaden un aire de género al relato. Es como si fuera un rape and revenge, aunque estrictamente no hay un ataque sexual (o sí?).

Cuando lanzó Saint Maud, Glass se presentó como una directora interesante, con pulso y talento estético. Esta segunda película la consolida como una realizadora a seguir. Por ahora, ha trabajado con protagonistas mujeres, a quienes desarrolla en un amplio espectro de tonos y personalidades. Las protagonistas que construye esta directora no son víctimas. Tampoco son heroínas. Son mujeres fuertes con debilidades que buscan su propio destino sin que nadie se los imponga.

Se estrenó en cines, está online. Contacto: [email protected]

Excelente película argentina dirigida por Benjamín Naishtat y María Alché. Humor, gags de alto vuelo y una mirada perspicaz del problema que atraviesa la educación pública en Argentina.

Por Nicolás Bianchi

Arancelar o incluso cerrar las universidades públicas es una fantasía recurrente de la extrema derecha en Argentina. En el año 2000 lo planteó el entonces ministro de Economía, Ricardo López Murphy, y, por efecto de la movilización popular, duró apenas unos días en el cargo. En el 2024, mediante un ajuste criminal, el gobierno del sociópata Javier Milei puso a las universidades, y a todo lo público, en jaque. Pero una movilización tan inédita como masiva puso a resguardo al sistema de educación superior.

En Puán este tema está presente y, a su manera, la película constituye un manifiesto. Ahora bien, nunca deja de ser una comedia completamente graciosa y divertida con algunos gags muy efectivos. Todo comienza con la muerte del titular de cátedra de la materia Filosofía Política. Esto abre una sucesión en la que el primer candidato es el ayudante Marcelo Pena (Marcelo Subiotto), un profesor de carrera, progresista, de clase media, sin grandes ambiciones materiales, pero cuya vida gira en torno al ecosistema de Puán (así se llama coloquialmente a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires).

A su vez, el contendiente es Rafael Sujarchuk (Leonardo Sbaraglia), un profesor que vuelve de Alemania y se presenta de una manera más moderna. Sujarchuk aborda los temas de filosofía con una perspectiva más actual y además está en pareja con la estrella Vera Motta (Lali Espósito). En una reunión social en conmemoración del profesor fallecido, Marcelo intenta balbucear el tango Niebla del Riachuelo y es interrumpido por el piano de Sujarchuk que canta, para deleite de los presentes, una canción en francés.

Esta escena, además de marcar el antagonismo entre ambos, muestra la preferencia del mundillo académico por lo europeo en detrimento de lo propio o lo sudamericano. Lo mismo sucede cuando Marcelo es invitado a Bolivia para dar clases en remplazo de su ex jefe. Marcelo no solo intenta rechazar el convite sino que hasta confunde a la profesora boliviana que lo quiere reclutar con una empleada de limpieza.

Esto muestra que Puán, que en ningún momento deja de ser sumamente graciosa, tiene también una mirada filosa sobre aquellos a quienes defiende. Otro elemento que destaca de esta película es el elenco, sumamente sólido. Además de los ya mencionados, tienen distintos papeles secundarios Julieta Zylberberg, Andrea Frigerio, Luis Ziembrowski, Cristina Banegas, Camila Peralta, Alejandra Flechner, Teresa Calandra, Damián Dreizik y Héctor Bidonde.

En la película todo lo narrativo funciona a la perfección. Eso explica el éxito en cines y, seguramente, el que tendrá ahora que está en una plataforma de streaming. Pero además presenta a la universidad pública, personificada en Puán, como a una comunidad que da sentido a la vida de muchos personajes (o personas). Esos lazos que los fascistas que ganaron las elecciones en Argentina intentan destruir siguen teniendo fortaleza, tanto en la ficción como en la realidad.

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Peacock, Universal y, fundamentalmente, Blumhouse producen esta delirante película de terror que presenta a un restaurante abandonado que funciona como una casa encantada.

Por Nicolás Bianchi

Muñecos animatronics sangrientos que cobran vida y ejercen una violencia salvaje es parte de la propuesta de Five nights at Freddy´s. El afiche dice que esta película es de la misma productora que M3gan (2022). Blumhouse es una empresa prolífica, con 7 estrenos en 2022 y 9 en 2023. La mención de M3egan se debe en primer lugar al éxito de aquella película. Pero también hay algo común en el espíritu de la historia.

Es que, además de usar muñecos, este relato requiere que el espectador se deje de llevar. El guión tiene sentido y hay una trama estructurada. Pero hay muchas cosas que no, que es mejor no analizar, que están ahí solo porque es divertido. A esto hay que agregar un aire ochentoso. Más allá de algunos temas musicales, este film da una vuelta sobre el argumento de un grupo de niños preadolescentes que se mete en problemas.

El protagonista Mike (Josh Hutcherson) es un joven guardia de seguridad que pierde su empleo por un noble exceso de violencia en un centro comercial. Sus intenciones son buenas, pero sus métodos no. Mike necesita trabajar porque está a cargo de su hermana menor Abby (Piper Rubio). Casi que por edad podría ser su padre pero no, es su hermano mayor.

Además, Mike está obsesionado con el caso del secuestro de su hermano Garrett, sucedido cuándo ambos eran niños, muchos años atrás. Empujado por la necesidad, este joven acepta el puesto de guardia de seguridad en Freddy´s, una pizzería antes exitosa que ahora está abandonada. ¿Para qué se necesita un guardia de seguridad en un local abandonado? Bueno, esas preguntas que buscan una lógica estricta, por decirlo de alguna manera, no se corresponden con esta película. El lugar necesita un celador por las noches y punto.

Mike va y toma el trabajo. La audiencia sabe que esto es peligroso porque en la introducción se ha visto el destino del anterior guardia. A todo esto, Mike está peleando por la tenencia de su hermana Abby con su tía Jane (Mary Stuart Masterson), algo así como una madrastra mala de Disney. Además, hay unos malos ridículos, al estilo de Joe Pesci en Mi pobre angelito (1990), que planean un asalto a Freddy´s para, en complicidad con su tía, complicarle la vida a Mike.

Por último, la muy atractiva policía Vanessa (Elizabeth Laill) aparece y desaparece misteriosamente. A veces ayuda a Mike, a veces podría haber hecho algo más. Evidentemente, sabe algo más sobre lo que sucede en Freddy´s. Entonces, los muñecos animatrónicos violentos con vida propia, los malos ridículos, la tía malvada, la policía extraordinariamente bella, y el héroe algo débil y atribulado, junto a su hermana, se combinan en distintas escenas de acción, suspenso y aventuras. Este film probablemente haya sido pensado para un público juvenil, aunque seguramente puede despertar una sonrisa en los adultos. Se trata de una propuesta de entretenimiento muy accesible.

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Cuenta con un elenco repleto de estrellas actuales y en ascenso. No está mal, pero no consigue despegar del todo. Pasó sin mucha repercusión por el streaming.

Por Nicolás Bianchi

Al menos en Argentina, España, México y otros países, Apple TV no se ha consolidado como una de las opciones preferidas del público a la hora de escoger una plataforma de streaming. Netflix, Amazon Prime, Max y otras superan la propuesta de esta compañía tecnológica volcada al mundo de la ficción. Quizás este sea un factor para explicar la poca trascendencia de Fingernails, una película correcta y por momentos interesante, aunque también algo insulsa.

Esto último puede deberse a una falta de definición. Por momentos el film es más una comedia romántica. Después abandona por completo esto y se convierte en un drama. Todo esto está aderezado con un componente de ciencia ficción. Fingernails tiene momentos de cierta gracia, y hasta algún diálogo bien rematado, pero ahí termina su humor. Al mismo tiempo, sugiere algún tipo de reflexión sobre la idea de amor en la sociedad actual, pero apenas cruza el umbral de esta propuesta.

El film dirigido por Christos Nikou, cineasta griego que alguna vez fue asistente de Yorgos Lanthimos, tiene como protagonista a Anna (Jessie Buckley), una joven maestra que está buscando trabajo. Al mismo tiempo, en esta sociedad está de moda un test de parejas que realiza una institución que se llama el Instituto del Amor (no hubo mucha originalidad para pensar el nombre).

Este instituto lleva a cabo una serie de pruebas con las parejas que contratan sus servicios y finalmente realiza una “evaluación de compatibilidad”. Esto consiste en quitar con una pinza una de las uñas de cada miembro de la pareja para introducirlas en una máquina que arroja un resultado. Este puede ser de 0, 50 o 100 por ciento. Cuando el resultado es 50 por ciento quiere decir que solo uno de los dos está enamorado.

En su búsqueda laboral, Anna se encuentra con la posibilidad de trabajar en esta institución y acepta sin dudarlo. Allí conoce a Amir (Riz Ahmed) y rápidamente comienza a sentirse atraída hacia él. Ahora bien, Anna está en pareja con Ryan (Jeremy Allen White, de The Bear), con quien obtuvo un resultado de compatibilidad del 100 %. Al mismo tiempo, Amir es, en apariencia, feliz con Natasha (Annie Murphy).

Debido a la propuesta del Instituto del Amor hay algo en la película que dialoga con la actualidad. Esta obsesión por los datos, las métricas y la información se trasladan al campo de los sentimientos. También, más en segundo plano, hay una fuerte presencia de la monogamia. Tanto las parejas mencionadas, como otras que aparecen en el film, son presentadas como uniones sólidas y férreas, prácticamente imposibles de romper o flexibilizar.

Fingernails cuenta con un elenco destacado que se completa con Luke Wilson como el director del Instituto del Amor. Además, la idea del porcentaje de compatibilidad, y sus consecuencias, es atractiva. Pero hay algo que falta para que la historia despegue del todo. Quizás, al igual que algunos personajes, esta historia no se anima a decir todo lo que quiere o a plantear todo lo que insinúa. Y entonces, queda a medio camino.

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Esta película pertenece a la prolífica etapa mexicana del director. Si bien es una comedia melodramática producida por un gran estudio, aparecen algunos rasgos autorales.

Por Nicolás Bianchi

Una parte importante de la obra de Buñuel se caracteriza por tener una mirada sociológica. Los ricos muy ricos y los pobres muy pobres son personajes típicos en sus historias (y en el mundo del siglo XX y en el actual también). De manera lateral, esto aparece en La ilusión viaja en tranvía, una comedia con una trama de melodrama que es, más bien, una película de aventuras.

Y estas aventuras están protagonizadas por tres personajes complementarios y queribles. Tarrajas (Fernando Soto) y Caireles (Carlos Navarro), ambos apodos, son dos empleados de bajo rango de una empresa de tranvías. Tarrajas trabaja en el taller mecánico y Caireles suele supervisar que los pasajeros hayan pagado el boleto. Después de una larga jornada de trabajo, ambos deciden compartir unas cervezas. El tercer personaje importante es Lupita (Lilia Prado), hermana de Tarrajas y objeto de deseo de Caireles.

Como es de esperar, los amigos se emborrachan. La primera parada de su aventura es un club social en el que deben participar como actores de una obra de teatro. Uno interpreta a Dios y otro a un demonio en un acto que recrea la tentación de Eva y Adán en el paraíso. Por el estado de ambos, todo resulta dificultoso. Además, bien entrada la noche, deciden salir a dar unas vueltas en un tranvía que han reacondicionado con mucho esfuerzo pero que la empresa ha decidido desmantelar.

En parte, al hacer esto están reivindicando su trabajo. También son una especie de justicieros sociales, ya que ofrecen transporte gratis a distintos personajes que vagan por la noche mexicana. Ahora bien, devolver el tranvía al depósito correspondiente tiene sus dificultades. Después de dormir unas horas arriba del vagón, los amigos y compañeros deben salir a las vías. Como es de esperar, no pueden llegar al depósito.

En cambio, comienzan un recorrido por la ciudad durante el que ellos intentan escapar y volver, pero hay toda una serie de pasajeros que desea viajar. La película cuenta esto como si fueran episodios. O sea, primero llevan a unos chicos de escuela a una excursión. Después, se enredan con un ex trabajador de la compañía, Papá Pinillos (Agustín Isunza), que los quiere delatar.

Este personaje sería como una suerte de carnero, un delator. Además, en un tramo del viaje, el vagón se llena. Dos de los pasajeros son ricos estereotipados que tienen una conversación ridícula sobre la posibilidad de que los obreros tomen algún día el control de la sociedad. Por un lado, con esto Buñuel expresa lo lejos que está esa hipotética situación. Por otro, traza un dibujo burlón de estos millonarios mexicanos que se ven a sí mismos como seres superiores.

En toda esta travesía, los intentos de Caireles para conquistar a Lupita lucen como un requisito de la productora. No es importante para la película. Pero, evidentemente, todos los films de esta etapa deben tener un componente melodramático. La ilusión viaja en tranvía es una comedia ocurrente, entretenida y bien realizada que se apoya en un trio de personajes que por distintas razones son entrañables.

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