Viejo calavera

Después de algunos cortometrajes, el director boliviano Kiro Russo se introduce a unas minas de estaño en Huanani en lo que es una deslumbrante y más que promisoria ópera prima.

Tras la muerte de su padre, Elder Mamani debe irse a vivir a la lejana casa de su abuela pese a su disgusto, ya que lo único que parece disfrutar es ir a tomar y bailar en una peculiar discoteca.

Gracias a la influencia de su tío consigue trabajo en una mina, pero nadie lo soporta por sus indisciplinas y marrullerías y su excesivo gusto por el alcohol, por lo que todos los otros mineros solicitan que lo echen a la calle.

El de Russo es un inspirado debut que explora diferentes formar de narrar su historia, siempre alejado de convencionalismos y con una profunda confianza en el poder de las imágenes que genera junto a su fotógrafo Pablo Paniagua.

Primero con planos secuencia espectaculares y precisos, Russo se introduce en la mina y recorre sus túneles y recovecos creando un clima vigoroso pleno de portentosos planos, con mineros que hacen de ellos mismos, lo que refuerza esa sensación de verdad en el relato.

Toda una experiencia, el debut de Russo es una película llena de sensaciones que se disfruta y se vive.

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Primer contacto nada decepcionante con el cine boliviano.

Una historia cruda, sin ornamentar ni maquillar. Una situación demoledora para cualquiera, en la piel de un joven que nunca ha tenido ninguna meta más allá que evadirse de su realidad.

Esta película es un descenso en paralelo hacia la realidad de un grupo de mineros de la región de Huanuni; y hacia las profundidades del abuso del alcohol en una persona sin ningún tipo de apoyo social. Un descenso real, cruel cuando debe serlo, con una mezcla de curiosidad y compasión donde la ausencia de grandes diálogos brilla por su acierto.

Sacrificando la continuidad del hilo argumental en pos de una contextualización cultural y espiritual, conseguimos entrar en un mundo difícilmente imaginable si no es a través de esta ventana.

Ciertamente es una película que hay que ver sin prisa ni apuro, ya que la extensión de algunos planos remarcan una brillantez que solo es apreciable si nos dejamos rodear de lo que el director nos quiere transmitir con ellos.

Sin duda, un largometraje que cuanto más avanza, más sentimientos encontrados provoca y que a veces, consigue disipar la niebla de la ficción trasladándonos a la Bolivia más agreste.

Se trata de una rareza dentro de la filmografía latinoamericana, ya que las producciones procedentes de Bolivia suelen ser escasas y de bajísima difusión.
En esta oportunidad, el director Kiro Russo, logra superar esos obstáculos al filmar un fiel retrato de la vida cotidiana de los trabajadores en la mina de Huanuni. La película presenta una gran factura técnica, logrando planos precisos en ambientes oscuros complicados de filmar.

A nivel narrativo, la historia que nos cuenta no alcanza toda la profundidad que debería y el desarrollo de los personajes queda algo solapado por su ecosistema.
Se ve con claridad la decisión de querer resaltar algunas cuestiones más formales que lo que ocurre en la trama en sí. En resumen, la película funciona, pero el despliegue contextual que realiza se siente un poco desaprovechado.

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