Mi vida es una ruina

Lo mejor de esta función tal vez esté en el trabajo de guión de Melisa Wallack en cuanto a que, por lo menos, esquiva ciertas ramificaciones habituales de películas de este tipo. Films como éste que se basan en el descubrimiento paulatino de un personaje de que no es feliz con la vida que lleva y que debe cambiar. Lo de ramificaciones me viene al pelo y lo utilizo para apuntar también que "Meet Bill" es más débil, eso sí, en el tronco, en la base. No consigue despuntar tanto como para que el espectador se identifique o se cuestione todo el conflicto interno de Bill. Es un largometraje realizado con tacto para no aburrir, para no conducir por dónde todo parece apuntar en un principio. No estamos ante la diatriba de un personaje entre dos amores como parece marcar el cartel de la película, no van por allí los tiros, ni mucho menos, simplemente es que Jessica Alba tenía que aparecer en el cartel y además su personaje es uno de los puntos más débiles de la historia. Hay acierto en su vis cómica en base a su frescura pero desacierto en cuanto a la parte dramática si bien es una película apreciable con buena interpretación de Eckhart de por medio.

Tenemos a Aaron Eckhart despeinado y haciendo de sosainas amargado, puteado y encima cornudo, y llevando con bastante dignidad todo el peso de la película, tenemos a un chaval plasta que saca dinero de no se sabe donde, ni se sabe de donde viene, ni se sabe si tiene padres o si tiene perro... también aparece una sonriente Jessica Alba luciendo palmito y poco más, y Elizabeth Banks enseñando lencería e intentando hacer un buen trabajo a pesar de todo.

Entre todo esto, pues hay momentos más o menos divertidos, que sacan unas cuantas sonrisas, pero ni media carcajada, quizás por la falta de una pizca de mala leche, ya que en general se trata de una cinta con buenas intenciones, con un punto moralista y éticamente "correcta" (aunque hayan cometido la locura de sacar un par de porros).

Entretenidilla, comedia suavona de sobremesa.

Wolf.

Bien entradas las tres de la tarde de un tranquilo domingo y teniendo como principal aliado contra el aburrimiento el mando de la televisión, me aventuré a buscar a través de los canales de mi plataforma de pago una película que cumpliera con tres máximas muy básicas: entretenimiento, diversión y comodidad. Y las encontré en esta cinta, cuya duración no rebasa el límite que yo mismo me impuse (tenía que irme a las cinco) y se extiende aportando un grato y fresco nivel de entretenimiento. Puede que no divierta tanto como para reír a carcajadas, pero es simpática, amena y se sigue con agrado, brindado incluso la ocasión de poder acercarse al desternille con un par de escenas bastante graciosas que contrastan con el resto de muchos momentos que como poco, son capaces de dibujar una leve sonrisa en el rostro. Y sí, la historia es típica, tópica y utópica, pero está bien desarrollada y ofrece más de lo que su previsible envoltorio pronostica, obteniendo como resultado un producto que a un servidor (y quizá a mucha gente que ignore sus prejuicios cinéfilos), humildemente, le gustó.

La historia nos acerca a la vida de Bill (Aaron Eckhart), un acomplejado y aturdido hombre casado que trabaja, enchufado pero a disgusto, en el banco de la familia de su preciosa mujer, Jess (Elizabeth Banks). Ella romperá la monotonía y estabilidad de esta acomodada familia al ser infiel a su marido con el presentador del programa de televisión “Sobre el terreno”, Chip Johnson (Timothy Olyphant). Bill, enganchado a las chocolatinas y engordando por segundos, debe entonces encajar este golpe dentro de su débil carácter, pero la aparición en su vida de un avispado y rebelde adolescente, cuyo nombre no se pronuncia en toda la película al referirse a él como “el chico” (Logan Lerman), intentará que pueda ver sus escandalosas preocupaciones con otros ojos, surgiendo entre ellos una curiosa amistad.

Lo que resulta bochornoso es el pretendido engaño que fabrican las productoras, distribuidoras o quien proceda para promocionar sus películas. Logan Lerman, que es el chaval que co-protagoniza esta historia, fue excluido de la práctica totalidad de los carteles del film, cediendo éstos su protagonismo a una Jessica Alba cuya importancia en esta cinta se reduce a la de un “extra de primera clase”, basándose su limitada y regular interpretación a la de un rol banal y meramente decorativo cuya notoriedad no es la suficiente como para que su cara aparezca en el póster de esta película. En el reparto, después del siempre digno de ver Aaron Eckhart (“Invasión a la Tierra“, 2011), que hace un gran papel como el desquiciado y ridiculizado personaje al que interpreta, es Logan Lerman (“El tren de las 3:10“, 2007) el que resulta el más destacado, al encarnar su rol con total desparpajo, llenándolo de vida y definiendo un personaje que a mí por lo menos, me ha caído de maravilla.

(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento, por falta de espacio)

No entiendo que se pueda hacer una película tan mala, tan sosa y sin gracia teniendo a esos actores a tu disposición.
El protagonista no se sostiene, el niñato es insoportable desde su primera aparición, no hay un sólo personaje interesante, no se le puede llamar comedia a un guión tan triste.
En definitiva: ¡Ahórrense este bodrio!

Si es que está clarísimo: el mayor problema de Bill no es el suegro-jefe, ni el cuñado mala leche, ni la mujer infiel, ni el trabajo poco valorado... Tampoco la baja autoestima, en continua comparación con su perfecto hermano mayor, ni la barriga "donutera" ni el vello corporal... Está claro que el problema de Bill es el horrible peinado que tanto le afea, con unas mechas aún más espantosas. Y no es broma.

Lo malo es que el personaje tarda bastante en darse cuenta, y mientras lo hace, este cuarentón en plena crisis de identidad tiene una regresión (bastante vergonzosa) a la adolescencia en compañía de un jovenzuelo muy cara y una dependienta con el físico de Jessica Alba que, incomprensiblemente, se une al grupo. Cierto que tiene sus gracias y el mensaje es menos chorra de lo que a simple vista parece que es, pero sigue siendo una película banal, entre lo tonto y lo ridículo.

Eso sí: a Aaron Eckhart se le nota a leguas lo mucho que tiene que esforzarse en ser un hombre gris y pardillo, sin pizca de atractivo. Por fortuna, su milagrosa y completa metamorfosis, con imprescindible cambio de peinado (su mayo problema, insisto), nos lo muestra tal cual es. Atención al nuevo Bill, porque no tiene desperdicio. Juraría que hasta le cambia la voz.

Más o menos entretenida, pero fácilmente prescindible.