Por desgracia o por fortuna, según se mire, los portugueses han sido y siguen siendo uno de los pueblos que más han tenido que emigrar en busca de un futuro. Su destino durante mucho tiempo era cruzar el charco y embarcarse hacia una nueva vida en Brasil o arriesgarse a emprender esa aventura en los Estados Unidos. Con el tiempo en el siglo XX se cambió esa tendencia y en plena dictadura de Salazar y a la par que el país se embarraba en las guerras coloniales los destinos preferentes fueron Alemania, Luxemburgo y sobre todo Francia. El país galo vivía en las décadas de los 60 y de los 70 un crecimiento económico importante que atrajo a en torno a un millón de portugueses principalmente en el cinturón industrial de las afueras de París. La mala situación económica y laboral en su país de origen y la mayor información que se tenía de la realidad en otros países vecinos donde se llegaba a ganar hasta 5 veces más de salario medio hicieron que muchos dejaran atrás sus raíces en ocasiones para toda la vida. La película que nos ocupa "La cage dorée", debut en el largometraje de Rubén Alves nos introduce de un modo obviamente amable en la realidad de esos portugueses que siguen instalados en Francia o que descienden de aquellos que dieron el paso anteriormente. Largometraje con vocación de comedia amable "La cage dorée" es una película que eso sí reproduce tal vez en exceso estereotipos portugueses perfectamente identificables y que en torno a ellos construye muchas veces su discurso o busca resultados cómicos a través de recurrir al bacalao, al oporto, al fado o a una saudade algo descafeinada. La imagen que se construye es la de una entregada comunidad trabajadora, apreciada por sus vecinos franceses aunque algo explotada en sus puestos cliché de albañiles y porteras. Es una película construida para resultar comercial, con un tono simpático, sin grandes espacios para el riesgo, que tal vez abusa del por otro lado genio musical de Rodrigo Leao, quien realiza una banda sonora a base de reinterpretar temas de su carrera, que nos deleita con temas emblemáticos de la historia musical portuguesa como, no podia faltar, la voz de Amalia Rodrigues, en este caso con un tema de los 50 "Uma casa portuguesa", en cuya letra se incluye una declaración de principios que se intenta reflejar en el carácter de la familia protagonista de la película y por extensión al portugués medio general "La alegría de la pobreza está en esta riqueza de dar y ser feliz".
A quién esto escribe le encantan este conjunto de referencias y materias que envuelven el universo portugués pero como espectador uno no deja de tener la sensación de que está todo demasiado por la glorificación, por la complacencia y aunque es un trabajo solvente y probablemente con grandes posibilidades de empatizar con el gran público tampoco se sale demasiado de las líneas de lo que es hoy por hoy una comedia aceptable, justa, con cierta gracia.

"Séptimo" es la nueva película del director navarro Patxi Amezcua tras "25 kilates" su anterior film del 2009, que también se desarrollaba dentro del thriller como éste que nos ocupa. Si aquel apreciable trabajo pasó en gran parte desapercibido, el proyecto "Séptimo" viene a por todas con una mejor producción y una mayor campaña publicitaria. Amezcua es sobre todo un guionista experimentado que como realizador profundiza en historias con tensión y ritmos atractivos como es el caso de "Séptimo".
El largometraje se construye en torno a uno de los principios más efectivos a la hora de crear lazos de unión con el espectador, partir de algo extraordinariamente cotidiano, reconocible y desarrollar a partir de esto una pesadilla. Es un principio muy recurrente desde Hitchcock a numerosas intrigas desarrolladas en el género de terror por ejemplo. En este caso algo temible principalmente para los padres como es la desaparición de los hijos. Tenemos un matrimonio separado (el interpretado por Ricardo Darín y por Belén Rueda) en la ciudad argentina de Buenos Aires. Él es abogado y la engañó con su mejor amiga lo que provocó la ruptura. No obstante ha pasado un tiempo y su relación está dentro de los parámetros de la relativa normalidad. Darín acude por la mañana a recoger a sus hijos para llevarlos a la escuela unas pocas horas antes de un juicio muy importante para su carrera. Como ha hecho otras muchas veces juega con sus hijos a ver quién llega primero a la planta baja desde el séptimo en el que viven. Los niños por las escaleras o Darín por el ascensor. Pero cuando él llega abajo los niños ya no aparecen por ninguna parte.
Como inicio, como punto de partida es fascinante, llamativo, atrayente. Cierto es que como ya nos hemos informado previamente ya sabemos que esto va a suceder pero aún así nos engancha. Lo que sucede después es lo que termina dejándonos la sensación de que "Séptimo" se queda solo en eso, en un muy interesante punto de partida.
La película se construye en torno a la desesperación de un padre omnipresente en casi todos los planos y lo que en principio podría resultar casi un planteamiento de alguna novela de Agatha Christie con numerosos sospechosos entre el vecindario no acaba de cuajar y la segunda parte del film (sin desvelar nada) se desliza hacia algo más rutinario, menos emocionante para rematar la faena con uno de esos desenlaces que dejan mal sabor y que se muestran forzados, al límite y que actúan como remates innecesarios de la coherencia global de la película.
El trabajo de Darín es una vez más encomiable aunque a veces uno tenga la sensación de que pone el piloto automático, que le sale sin excesivos esfuerzos, es un grande de la interpretación que en "Séptimo" (que no será de sus mejores papeles) sale indemne. Otra cosa es Belén Rueda bregando contra un personaje no muy bien construido y al que no puede o no sabe insuflarle demasiada vida.
El film deja la sensación de que podría haber sido mucho mejor en otras circunstancias (con un mejor desarrollo de personajes, manejando mejor tal vez el ritmo, con más credibilidad en algunas interpretaciones y diálogos y probablemente se hubiera visto más agraciado sin tener por qué pagar peajes al final, un mal recurrente del cine de los últimos tiempos).

Tenía que encontrarse Sandra Bullock con un personaje como el de esta excéntrica Mary tan forzosa y exagerada versión de otros interpretados por ella más manidos, archiconocidos y tópicos. Tenía que hacerlo porque lo que Phil Trail traslada a la pantalla es la hipérbole de los habituales mensajitos de "be different" y la Bullock no es de las actrices que se esfuerze mucho por alejarse de sus roles tan rentables como soporiferos nada "different" uno del otro. A estas alturas del partido uno tiende a ponerse a la defensiva ante cada nuevo producto Bullock y esta "All about Steve" analizada friamente tiene bastantes de esos aspectos que solemos criticar pero cuando uno se descubre en el minuto 40 realmente entretenido, observando como este producto no sobrepasa esa delgada linea que va del encanto primigenio del género a la comedia burda habitual es como poco de agradecer.
Mezcla de road-movie y comedia romántica "All about Steve" tiene el don de sorprenderme (entiendo que esta percepción es totalmente subjetiva) alejándose de las modas actuales y llevándome por momentos a tiempos tan pasados como los años 30 del cine cómico hollywoodiense, en los que era más inteligente, rentable y honroso trabajar en una buena historia que repetirse y hacer caja.
Le sobran algunos giros, la innecesaria recalcación de la moraleja hacia el final, pero tiene suficiente locura, frescura y afán de entretenimiento como para no pasar inadvertida, lo que trae consigo disensión en el juicio crítico y popular, lo cual, ya es de agradecer.

Probablemente "París" no sea una de esas películas que se recuerdan con el tiempo entre la multitud de producciones que se realizan y que se estrenan por nuestro país. Su formula inicialmente parece un tanto agotada, el eje "Short cuts" pasando por "Magnolia" ya hace un tiempo que viene dando señales de cansancio. Pero Klapisch impone a todo este bagaje precedente algo inteligente, su personalidad y su imperfección, es decir, no se le ve forzado en lineas generales, no es un homenaje tontorrón a la capital de Francia (no reluce aquí el manido tópico de la ciudad del amor) y aunque no escapa de ciertos convencionalismos argumentales en determinadas de sus historias tiene un deje, un poso de cine humilde (aunque cuente con un elenco de primerisimo nivel galo). No se trata de vendernos un mensaje común, de buscar nuestra empatía a toda costa si no de plasmar unas escenas que terminan siendo más interesantes por la fluidez con que Klapisch las aborda que casi por los esquemas narrativos que propone. Cierto que otros realizadores hubieran cargado el dramatismo y probablmente nos habrían abierto más heridas y más profundas, cierto que si esto fuera un "Love Actually" más habriamos acabado saturados y decepcionados. "París" es un ejercicio considerablemente apreciable aunque no marque con saña nuestro intelecto ni ponga a prueba todo lo deseable nuestra emocionalidad.

"Saint Ange" era (y es todavía) una película medianamente entretenida de terror de la rama sustos, niños y fantasmas, un film que pasó bastante desapercibido y que no nos hizo recalar en el nombre de Pascal Laugier como futura esperanza o artista a seguir. Le perdimos por tanto la pista.
Pues bien, "Martyrs" es un puñetazo en la mesa, un L-A-U-G-I-E-R así con mayúsculas y separadas para que no haya duda de que aquí hay un señor francés con ganas de hacernoslo pasar mal con la vertiente del terror actual más unida a las dos partes de "Hostel" que a espectáculos ya con fecha de caducidad como los de "Saw". Una de las mejores referencias que uno puede encontrar ante un film como éste es la enorme distancia que hay entre opiniones críticas, de un extremo al otro, como bien pudimos ver con esa "Irreversible" de Gaspar Noé, por ejemplo. Esto induce a pensar que hay materia para la discusión, algo es algo en tiempos más dados a lo bobo y repetitivo. Y ahora me respondo a dos preguntas corrientes al respecto de estas películas. ¿Es necesario mostrar tanta violencia explícitamente? Si se hace así probablemente no sea estrictamente necesario pero sí efectivo en tanto y cuanto uno sale con un odio abrasivo por la violencia que es bastante más interesante que una película donde Chuck Norris mate a 100 vietnamitas y parezca que no ha pasado nada. ¿El gore tiene que ir unido al cachondeo? Afortunadamente no, hay productos como "Martyrs" que muestran que puede aspirar a plantear otras disquisiciones que podríamos calificar porque no, de autorales y de reflexión.
"Martyrs" evoluciona con una agradable incertidumbre, libertad narrativa que mantiene al espectador distraido a la par que atento a la pantalla, arranca con un golpe Haneke, se precipita sorprendentemente rápido hacia un film de corte fantasmal-asiático que sabe abandonar a tiempo y de mitad para el final se torna más oscura si cabe, más dolorosa, de un considerable y profundo mal rollo de corte más frío y místico. No hay que decir nada más del argumento para no restarle interés a los que vengan.
Lo que casi no se podrá rebatir es que a día de hoy Francia está despuntando en este género y que los USA al márgen de hacer tontos remakes deberían ponerse las pilas y dedicarse a crear y no a fotocopiar.