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España España · Barcelona
Críticas de karu
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
Silent Hill: No Escape
Estados Unidos2005
5.4
130
Animación
8
18 de diciembre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Silent Hill: No Escape es una miniserie gratuita de seis capítulos, hechos por ordenador, con una duración bastante desigual, entre 10 y 45 minutos. Su autor, Nick Greenlee, es un gran fan de la serie de videojuegos Silent Hill y eso se nota en cada aspecto de su narrativa y ambientación. El ritmo es pausado, lento, confuso, algo que no extrañara a los seguidores de esta saga. El ambiente es oscuro y tétrico y algunos de los enemigos que aparecen son de los más bizarro, acercándose también al estilo del videojuego. A diferencia de las películas "oficiales", Silent Hill: No Escape no apuesta por lo espectacular ni lo comercial, sino que su propuesta es bastante alternativa e independiente, algo que también comparte con la saga de videojuegos. En contra tiene su desfasada animación, la cual recuerda a otra serie de videojuegos, The Sims. Aun así, su excelente historia y dirección hace que nos olvidemos de ello y nos introduzcamos completamente en su mundo. La banda sonora está escogida directamente de la serie original, por lo que en este aspecto la calidad está asegurada con las melodías del compositor Akira Yamaoka. Los diálogos son sin voces, sólo a través de subtítulos, y en este aspecto los temas musicales ayudan bastante a amenizar las escenas.

Creo que esta obra está bastante infravalorada por la gente, pero francamente, pienso que dentro del universo de Silent Hill es lo mejor que tenemos más allá de los juegos. Ni tan siquiera los cómics llegan a su nivel. Si realmente os gustaron los primeros juegos y os gustan las películas de David Lynch, creo que podréis disfrutar de esta notable miniserie. En youtube la podéis encontrar con subtítulos en español.
karu
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9
2 de noviembre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
CANCIÓN DEL AUTOMÓVIL
A mon pégase l’automobile

¡Dios vehemente de una raza de acero,
automóvil ebrio de espacio,
que piafas de angustia, con el freno en los dientes estridentes!
¡Oh formidable monstruo japonés de ojos de fragua,

nutrido de llamas y aceites minerales,
hambriento de horizontes y presas siderales
tu corazón se expande en su taf-taf diabólico
y tus recios pneumáticos se hinchen para las danzas
que bailen por las blancas carreteras del mundo!
Suelto, por fin, tus bridas metálicas.., ¡Te lanzas
con embriaguez el Infinito liberador!
Al estrépito del aullar de tu voz…
he aquí que el Sol poniente va Imitando
tu andar veloz, acelerando su palpitación
sanguinolento a ras del horizonte…
¡Míralo galopar al fondo de los bosques!…
¡Qué importa, hermoso Demonio!
A tu merced me encuentro… ¡Tómame
sobre la tierra ensordecido a pesar de todos sus ecos,
bajo el cielo que ciega a pesar de sus astros de oro,
camino exasperando mi fiebre y mi deseo,
con el puñal del frío en pleno rostro!
De vez en vez alzo mi cuerpo
para sentir en mi cuello, que tiembla
la presión de los brazos helados
y aterciopelados del viento.
¡Son tus brazos encantadores y lejanos que me atraen!
Este viento es tu aliento devorante,
¡insondable Infinito que me absorbes con gozo…
¡Ah! los negros molinos desmanganillados
parece de pronto
que, sobre sus aspas de tela emballenada
emprenden una loca carrera
como sobre unas piernas desmesurados…
He aquí que las Montañas se aprestan a lanzar
sobre mi fuga capas de frescor soñoliento…
¡Allá! ¡Allá! ¡mirad! ¡en ese recodo siniestro!…
¡Oh Montañas, Rebaño monstruoso, Mammuths
que trotáis pesadamente, arqueando los lomos Inmensos,
ya desfilasteis… ya estáis ahogadas
en la madeja de las brumas!…
Y vagamente escucho
el estruendo rechinante producido en las carreteras
por vuestras Piernas colosales de las botas de siete leguas…
¡Montañas de las frescas capas de cielo!…
¡Bellos ríos que respiráis al claro de luna!…
¡Llanuras tenebrosas Yo os paso el gran galope
de este monstruo enloquecido… Estrellas, Estrellas mías,
¿oís sus pasos, el estrépito de sus ladridos
y el estertor sin fin de sus pulmones de cobre?
¡Acepto con Vosotras la opuesta,… Estrellas mías …
¡Más pronto!… ¡Todavía más pronto
¡Sin una tregua¡ ¡Sin ningún reposo
¡Soltad los frenos!… ¡Qué! ¿no podéis?…
¡Rompedlos!… ¡Pronto!
¡Que el pulso del motor centuplique su impulso!
iHurral ¡no más contacto con nuestra tierra inmunda !
¡Por fin me aparto de ella y vuelo serenamente
por la escintilante plenitud
de los Astros que tiemblan en su gran lecho azul!

- Filippo Tomasso Marinetti -

En esta oda al automóvil podemos apreciar las características más importantes del Futurismo, movimiento artístico italiano, fundado en 1909 por el poeta Marinetti y difundido a través del Manifiesto Futurista en el diario Le Figaro. El poema nos transmite una pasión sin medida por la máquina y la modernidad, ejemplificado aquí por el automóvil, pero también por la velocidad y la destrucción del pasado. La máquina avanza a un ritmo vertiginoso sobre los escombros del pasado, forjando un nuevo futuro, el del acero y el motor. El Futurismo fue un movimiento agresivo, con vehemencia y cierta dosis de irracionalidad fanática. Si la idea de progreso fue crítica para el movimiento Dadaísta, grupo que surge pocos años después, aquí es apología extrema:

“Declaremos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva; la belleza de la velocidad. Un automóvil de carreras… un automóvil rugiente, que parece correr sobre una estela de metralla, es más hermoso que la Victoria de Samotracia”.

Y es que para Marinetti progreso y velocidad van cogidas de la mano, ya que supone un continuo oxigenamiento del mundo, el cual debe llevarse a cabo por otra de sus idolatrías: la guerra.

“Queremos glorificar la guerra, única higiene del mundo, el militarismo, el patriotismo y el gesto destructor de los anarquistas, las bellas ideas que matan y el desprecio a la mujer”.

El anarquismo maníaco que profesaba Marinetti, seguramente sería muy bien recibido por los habitantes del universo creado por George Miller en su saga cinematográfica Mad Max. Incluso podríamos imaginarnos al mismo poeta liderando a una de las bandas, con sus automóviles retrofuturistas y avanzando a gran velocidad por esas carreteras desérticas, que en antaño cruzaban grandes ciudades modernas. Marinetti encajaría a la perfección en ese mundo postapocalíptico, donde todo el mundo conduce sin miedo a la muerte sobre los escombros del pasado.

En Mad Max los coches ya no son simples vehículos para trasladarse de un lugar a otro, sino carros de combate, máquinas para la continua guerra, aunque en realidad estaríamos más bien hablando de pillaje y violencia gratuita. Aquí la guerra no entiende de normas, ni de ejércitos al servicio de países, aquí directamente no existen los estados o los gobiernos. Nos encontramos ante la más pura anarquía, donde el hombre avanza continuamente hacia la muerte con las manos en un volante. La violencia es lo único que funciona en ese mundo y lo único que lo renueva constantemente.

Puestos a comparar a Marinetti con alguno de los líderes tribales del universo de Mad Max, ¿podríamos compararlo también con su protagonista, Max? Pienso que no. Y es que nuestro antihéroe no ama la violencia, la velocidad desenfrenada o la muerte. Él es sólo un lobo estepario, traumatizado por su pasado y que se sirve de los medios que tiene a su alcance para vivir su día a día. No desea el mundo en el que vive, sino que se adapta a él. En cambio las bandas que pululan por doquier, sí que aman hasta la locura todo eso, por lo que Marinetti encajaría mejor con la personalidad de ellos (salvando las distancias y sólo desde una imaginativa comparación).

Continúa en;
https://sopadearte00.wordpress.com/2015/06/19/mad-max-fury-road-george-miller/
karu
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9
2 de noviembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existen actores que con tan solo oír su nombre, ya sabes que la película te va a dejar un buen sabor de boca. Bajo mi punto de vista, entre ellos estarían Leonardo DiCaprio, Tom Hanks, Kevin Spacey, Laura Dern, Jude Law y tal vez Johnny Deep antes de ser absorbido por el espíritu del capitán Jack Saprrow. Estos son sólo algunos pocos nombres, pero existe alguien que no puede ser obviado, y éste es Joaquin Phoenix, quien rebosa talento por los cuatro costados, tal y como demuestra en The Master, película realizada por Paul Thomas Anderson en 2012.

Naturalmente, un gran actor no siempre es sinónimo de buena película, y por desgracia, no es raro encontrarse casos en los que lo único que salva la obra del director es el carisma y talento de su protagonista. Sin embargo, en The Master no estamos en uno de esos casos, ya que aquí director y actor juegan en la misma liga, aunque para ser justos debería decir “actores”, ya que aparte de Joaquin Phoenix, tenemos también a Philip Seymour Hoffman como segundo protagonista y a Laura Dern en un papel muy pequeño y secundario, pero en el que deja su luz como siempre.

Todos estos actores mencionados tienen en común su refinamiento a la hora de escoger trabajos, ya que en la mayoría de los casos no suelen coger cualquier cosa, sino sólo aquello que realmente les entusiasma y lo consideran de calidad. Lo cierto es que es difícil encontrar a un actor que mantenga una dirección tan firme en su carrera, ya que lo más común es que los grandes proyectos se intercalen con otros más mediocres, pero Joaquin Phoenix es alguien que con mayor o menor acierto, ha querido seguir esta línea, donde su prestigio esté por encima del enriquecimiento más inmediato.

Respecto a Paul Thomas Anderson su visión del arte es similar y sus películas, en ocasiones muy espaciadas en el tiempo, ponen de manifiesto esta tendencia a hacer sólo aquello que realmente le apetece. Que guste o no al gran público será otra historia, pero lo que aquí valoro es la fuerza de espíritu del artista de hacer sólo aquello que le interesa y siente, por muchos cheques que le ofrezcan. En ocasiones es triste observar como grandes directores y actores desperdician su talento en proyectos vergonzosos, y aunque esto se pueda justificar con la teoría de que hay que ganar dinero para vivir, en mi cabeza ronda la siguiente cuestión: ¿El arte debe realizarse como un trabajo más? Sin pretender caer en la frivolidad, creo que la única manera de que un artista se desarrolle es haciendo únicamente lo que realmente siente, lo cual muchas veces puede llevarnos a la situación de que aquello que queremos hacer no nos da suficientes ingresos para poder vivir. Existen artistas afortunados que son totalmente libres y sus trabajos son del gusto de la gente, por lo que se pueden permitir vivir del arte sin renunciar a ser ellos mismos, pero en otros casos, para ganarse la vida no les queda otra que ceder parte de su libertad y hacer lo que la gente reclama o lo que la industria les impone. Lo que trato, empero, no es una cuestión ética del arte, sino de las consecuencias de no ser los dueños de nosotros mismos. Alguien que necesita adecuar su arte para poder vivir es un digno superviviente más de este mundo y sería injusto exigirle que renunciara a ello, pero uno debe ser consciente de sus consecuencias, las cuales pueden hacer que poco a poco nos alejemos de aquello que creamos. No importa tanto el camino, como ser consciente de cada uno de nuestros pasos, algo que no suele ocurrir cuando el dinero nos ciega y nos volvemos esclavos de nuestros deseos y ambiciones.

Seguramente existan numerosos ejemplos de esto dentro del mundo del cine, pero citaré uno muy famoso dentro del panorama musical: el caso de Elvis Presley. Cuando el roquero de Misisipi empezó su carrera musical a mediados de los cincuenta, su espíritu era uno con su arte y por ello revolucionó el mundo de la música. En aquellos años, Elvis hacía lo que quería, para algunos era un revolucionario y para otros un provocador, pero en definitiva, era un artista que se sentía libre con su arte. Si bien su agente, el Coronel Parker, intento lucrarse de su arte desde el principio, a medida que el éxito de Elvis fue creciendo, las ansias del Coronel por explotarlo también fueron en aumento, por lo que el peligroso revolucionario de la pelvis acabó convirtiéndose en un producto más del consumo de masas, en un símbolo pop como bien lo representó Andy Warhol. Aunque Elvis nunca dejó de lado su gran talento, sí lo hizo, sin embargo, con su espíritu, volviéndose en una marioneta del Coronel y participando en malas películas de bajo presupuesto con el único fin de obtener rápidos beneficios. Como todos sabemos su historia acabó mal, ya que a mediados de los setenta, Elvis era solamente un juguete vacío que entretenía a clientes ricachones en Las Vegas. Nada quedaba de ese fuerte espíritu lleno de libertad y sueños, aunque en sus últimos días deseara, sin saber muy bien cómo, volver a ser ese gran artista que algún día fue y que causaba inspiración y furor por doquier.

Volviendo de nuevo a Paul Thomas Anderson, su prestigio radica en que ha sabido enfocar su profesión de tal manera que puede hacer películas sólo cuando realmente lo desea y tiene algo que contar, y eso repercute tanto en su estilo como en su calidad. A diferencia de Elvis, Anderson se muestra libre con su arte y no existe nadie que lo dirija para que haga eso u aquello. Es un artista libre y esta idea de libertad es precisamente uno de los puntos centrales de su película The Master.

Continúa en:
https://sopadearte00.wordpress.com/2015/08/27/the-master-paul-thomas-anderson/
karu
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3
18 de enero de 2015
4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película de Dragon Ball goza de gran popularidad entre los fans, así que decidí verla esperando ver algo interesante. Lo cierto es que ha sido bastante decepcionante en todos los sentidos. El principio quizás es lo mejor y eso tampoco es que diga mucho a su favor (ver a Krikin cantando en plan friki daba risa y pena al mismo tiempo). La idea en sí no es del todo mala, pero está muy mal llevada. Broly tiene su carisma, pero está muy desaprovechado. Su padre en realidad es quien hace mantener el hilo de la historia y eso se agradece, ya que sólo faltaba que encima de mala fuera aburrida (me gustó el momento cuando recuerda la injusticia sufrida por el rey Vegeta). Lo que más me ha fastidiado es ver como han destrozado a un personaje como Vegeta, especialmente en la escena donde Picolo se lo lleva agarrándolo por los pelos. Me pareció muy denigrante y es triste ver a alguien con tanto orgullo actuando como un cobarde y empequeñecido por sus compañeros. El momento final de la batalla también es patético con ese puñetazo súper poderoso efectuado por Goku.

En fin, es mala de narices, aunque por suerte no se hace larga.
karu
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2
17 de noviembre de 2015
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La dirección es horrible y el ritmo penoso. Intenta coger el espíritu de la primera parte, pero con muy malos resultados. Los protagonistas dan vergüenza ajena en muchas ocasiones y hay varios momentos en que no hay por donde cogerlos. Los efectos especiales son los peores de la saga con diferencia y parecen hechos hasta sin ganas. Para colmo, el nuevo Pinhead no tiene carisma alguno y acaba rematando el único interés por ver esta bazofia.

Su único éxito es lograr el imposible de ser peor que Hellraiser VIII: Hellworld.
karu
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