Marvel siempre ha sido un icono del entretenimiento cinematográfico, pero si en 2012 se superó con la extraordinaria Los Vengadores, parece que durante su siguiente Fase 2 sigue manteniendo e incluso superando el nivel. Tras la más que correcta Thor: El mundo oscuro, y en mi opinión la floja Iron Man 3 (siendo RDJ el único capaz de salvar el desastre de guión), Marvel nos sorprende con la mucho más madura, oscura e interesante secuela del Capitán América: el primer Vengador. Y es que en está entrega, hay mucho más donde hurgar.

Que Robert Redford aparezca aquí no es coincidencia. Capitán América: El soldado de invierno se acerca más al thriller político que a la clásica película de superhéroes, y es que los hermanos Russo nos entregan dos horas de entretenimiento en las que nuestro Capitán América (un excelente Chris Evans que se funde totalmente con su personaje) tiene que adaptarse al siglo XXI, y a la posibilidad de no estar trabajando para la gente correcta. Los Russo introducen (como ya hizo Whedon en los Vengadores, aunque en mucha menor medida) la trama política, con claras referencias a la NSA, Snowden, ese elemento del Gran Hermano, etc.

Si de Evans he dicho que está excelente como Steve Rogers (y hay que dar las gracias a los Russo por cambiar su traje. El de los Vengadores rozaba el ridículo), no podría pasar por alto a Scarlett Johansson, que en todos los sentidos (todos) está brutal como Natasha Romanov, la Viuda Negra. A destacar la tremenda tensión sexual entre el Capi y la ex-agente del KGB, y es que Evans y Johansson tienen mucha química en pantalla (son ya varias películas juntos desde hace 10 años), y eso es completamente innegable. Samuel L. Jackson vuelve con su Nick Furia, está vez en un rol algo menor que en los Vengadores, pero completamente clave en la trama. Anthony Mackie está muy correcto como Falcon, y Redford interpreta a Alexander Pierce, que es el personaje que más aporta a esta secuela, un homenaje a los papeles del cine de espías que hicieron a nuestro Robert la leyenda que es.

Pero si la trama política es el punto que diferencia a esta entrega de casi todo lo que nos ha dado Marvel hasta ahora, el Soldado de Invierno (un Sebastian Stan que clava las 4 líneas que tiene) es el remate. Pocas veces hemos visto una "amenaza" (como le gusta decir a Stan que es su personaje) más efectiva, un asesino silencioso, el completo opuesto del Capitán América (véase sus orígenes soviéticos) que se come la pantalla cada vez que aparece en escena. Muy logrado (he de decir que soy fan suyo en los cómics).

Capitán América: El soldado de invierno es la mezcla perfecta entre thriller político, cine de espías y película de Marvel, que demuestra que cuando quiere...puede. Totalmente recomendable, con acción (especial mención a las más que geniales peleas, excelentemente coreografiadas), intriga, buenos actores, personajes y banda sonora. En spoilers pongo algún detalle que me ha gustado.

A principios del siglo XXI, el cine de superhéroes pertenecía, casi exclusivamente, al universo Marvel. Spiderman, Blade, X-Men... Desde la nefasta Batman & Robin, DC había quedado relegada a un segundo plano (en casi todos los ámbitos) que la Catwoman de Halle Berry (2004) no ayudó mucho. DC estaba en apuros.

Y llegó Nolan con su infravalorada, en comparación con sus dos continuaciones, Batman Begins. Tres años después El Caballero Oscuro dejó anonadado a medio mundo. ¿Cómo podía ser una película de superhéroes una auténtica obra maestra del cine? Ese impacto nuclear (como tan bien recalcó en su crítica el usuario Maldito Bastardo), de la mano de la antológica interpretación de Heath Ledger como Joker, junto a su enorme éxito en taquilla y en colaboración con unas deficientes entregas de Marvel, cambió el curso del cine de superhéroes. 4 años más tarde Nolan terminó su trilogía con un final que no gustó a todos, pero que tampoco defraudó. DC se ponía a la altura de Marvel.

Y al año siguiente, tocaba Man of Steel. El hombre de acero. Superman. El superhéroe por antonomasia. Tocado y bastante hundido tras la mediocre Superman Returns de 2006, relegado a un puesto menor en el mundo del cine tras la muerte del enorme Christopher Reeve.
Zack Snyder dirigía, Hans Zimmer ambientaba, David S. Goyer escribía, y Christopher Nolan producía. No podía salir mal, ¿no?

Pues, a juzgar por los comentarios, ha salido mal. Muy mal, parece.

Lo primero de todo, es hacer un análisis que creo absolutamente necesario. Superman, Kal-El, no es Batman ni es Bruce Wayne. Son, de hecho, el contrario.

Mientras uno es un playboy multimillonario y excéntrico, el otro es un humilde chico de granja. Mientras uno no tiene, literalmente, ningún superpoder, el otro los posee todos. Mientras uno vive en Gotham, pináculo de la decadencia y la corrupción, el otro vive en Metrópolis, llena de luz, esperanza. Mientras uno hace de la noche su mundo, el otro necesita el Sol para sobrevivir.
Mientras Batman tiene un perfil psicológico más parecido al de sus enemigos que al de la gente común, el otro es lo que es. El otro no puede cambiar.
Mientras Bruce Wayne es la oscuridad, Kal-El es la pura luz.

Solo existen 2 nexos en común entre ellos: ambos carecen de padres biológicos, contando con sus respectivas figuras paternales (Alfred y los Kent), y ambos eligieron no matar bajo ninguna circunstancia. Lo cual no siempre cumplen. Y lo cual es aplicable a...casi todos los superhéroes. Los cuales, por cierto, se basaron en estos dos tipos.

Batman y Superman son el opuesto, y por eso, se complementan como no lo hace ninguna pareja de superhéroes en todo el mundo del cómic. Por eso Zack Snyder anunció el 20 de Julio de 2013, en la Comic Con de San Diego, que la secuela de Man of Steel contará con Batman en ella. Sí amigos, sí.

SIGO EN SPOILER SIN REVELAR DATOS DE LA TRAMA

Pixar siempre ha sido, y será, una compañía más que grata en esto del cine, y del cine mayúsculo. Y es que cuando quieren, pueden dejar al resto como auténticos patanes. Y esto, señores, esto es algo que está reservado a unos pocos genios.

Toy Story (las 3), Buscando a Nemo, Monstruos S.A, Wall-E... joyas del cine animado, y moderno, que son capaces de llegarte a lo más hondo y recóndito de tu ser, de emocionarte y conmoverte como pocos largometrajes hacen.

Pues amigos, Up no es menos. Ni mucho menos. Con unos primeros 10 minutos fácilmente clasificables como los mejores 10 primeros minutos del siglo XXI, con los personajes de siempre, los clásicos, los que en cualquier película te harían protestar y gritar de indignación, aquí no, aquí funcionan, aquí transmiten, aquí llegan al fondo.

Porque...¿cuántas películas con un viejo cascarrabias y un niño gordito y pesado hacen esto? ¿Cuántas películas os han venido a la mente al leer lo anterior? ¿Quién es capaz de usar a los personajes más estereotipados con la maestría que demuestra Pixar? ¿Quién retrata de forma tan brutal al ser humano como Pixar?

Nadie. Absolutamente nadie.

Y es que cuando juegan tan fácilmente con los sentimientos del espectador, puedes hacer una sola cosa: Butaca, palomitas, y allá vamos.

No tengo, tras las 140 críticas que llevamos a estas alturas, intención de realizar un exhaustivo análisis socio-económico de El lobo de Wall Street, obra, en mi opinión, cumbre del director neoyorquino. No hay necesidad de ello. Martin nos introduce en Wall Street como nunca se nos había enseñado, ese nido de decadentes lobos que creen en lo que hacen, que los convierte en peligrosos. Martin nos muestra Wall Street tal y como es. Es tanto una crítica como una alabanza, secreta, que no queremos admitir.

La historia (real) de Jordan Belfort es el paradigma del mundo de los negocios. Como bien han apuntado tanto personajes como espectadores, el sueño americano está al alcance de cualquiera al que no le importe perder cualquier tipo de ética en el proceso, y este desarrollo se sigue aquí al piel de la letra. A los 15 minutos de película, el personaje que se nos había presentado al principio, ese joven soñador de dulce mirada e inocente esposa, no está. Es polvo, simple recuerdo. Solo queda el lobo. El líder de la manada.

Las escenas se suceden en una orgía de sexo, drogas, alcohol, delitos, y una continua vuelta a empezar. No hay punto medio, no hay descanso, solo vemos una montaña de locuras que terminarán sumiendo a Jordan en el infierno en el que su vida se va a convertir. Lo que antes era divertido, ya no lo es. Las escenas, desternillantes al principio, se tornan en drama, en una comedia demasiado negra. Es doloroso ver a Jordan en esa espiral de la que sabes, no va a salir. Quieres gritar, avisarle, pero no va a escuchar, no puede. Acabará mal, pero aún miras. Aún quieres mirar. Scorsese nos hace, en el fondo (¿no es esa acaso la única y simple intención del plano final, de esa maravillosa última escena?), plantearnos una pregunta, personal, interior: ¿acaso tú no habrías hecho lo mismo? Y no nos gusta la respuesta que encontramos, por eso nos damos otra.

DiCaprio nos entrega aquí una titánica interpretación con la que cualquier otro actor habría fallado. Él hace fácil lo difícil, exquisito, lo grosero. Es la mejor de su carrera, no tengo duda. Me parece hasta grosero hablar de los Oscar. A estas alturas, nos dan igual.
Hill está soberbio como Donnie, aprendiz y Judas de nuestro lobo. Chandler y Dujardin, excelentes. La escena final de ese agente del FBI de férreos principios es puro oro, un homenaje que Scorsese se da a todo su cine. Matthew McConaughey, ¿qué te pasa? ¿Qué te dieron en 2011? ¿Por qué llevas años comiéndote la pantalla, aun en papeles de 10 minutos? No encuentro explicación.
Rob Reiner, viejo verde, eres divertidísimo.

Y sobre Margot Robbie no voy a hablar. No sería objetivo. Es demasiado para mí.

El lobo de Wall Street es la historia del alzamiento y caída de ese depredador que fue Jordan, de ese lobo, que creía en lo que hacía por la razón por lo que lo hacía: dinero. El dinero compraba su felicidad. No era una herramienta, era su vida, su razón para vivir.
Y por eso tantos de nosotros nos sentimos mal al salir del cine. Porque Scorsese sabe que nosotros también lo hubiéramos hecho.

Y nos lo cuenta.

Guardians of the Galaxy es el blockbuster del verano, pero es mucho más que eso. Es una de las mejores películas del año, y, sin duda, de Marvel.

De la mano de James Gunn, Marvel nos entrega de nuevo otra brillante entrega de su más que variado repertorio, esta vez dándonos su propia versión de una Star Wars moderna, adaptando, de forma más que fiel, el cómic del mismo nombre. Un brutal Chris Pratt (que nadie dude que este papel va a lanzarle al estrellato definitivo en Hollywood) interpreta a Peter Quill/Starlord, un ladrón que tiene que unirse a la hermosa (y letal) Gamora, interpretada sin fisura alguna por la infravalorada Zoe Saldana. Dave Bautista está excelente como Drax el Destructor (papel que le viene como anillo al dedo al ex-luchador de wrestling), pero si alguien se lleva la palma, son Vin Diesel como Groot ("WE ARE GROOT") y Bradley Cooper como Rocket, un mapache alterado genéticamente al que el genial actor americano sabe darle toda la personalidad y desfachatez que necesita. Él es el rey de esta función.

Como no podía faltar en una película Marvel, siempre tenemos a nuestros veteranos también aquí. Glenn Close, Michael Rooker, Djimon Hounsou, John C. Reilly y Benicio del Toro tienen mucho que aportar, y su presencia siempre se agradece. Juntos, nuestros Guardianes de la Galaxia deberán enfrentarse a Ronan (Lee Pace), que, como no podía ser de otra forma, busca la destrucción de la galaxia.

Con una banda sonora que te hará querer ponerte a bailar en mitad del cine, efectos especiales de lujo, interpretaciones brutales y una trama que engancha, Guardians of the Galaxy confirma el auge de Marvel como una de sus mejores entregas. Brillante de principio a fin. Entretenimiento, ciencia ficción, cine.

En SPOILER comento algunas escenas que me gustaron.