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Críticas de Cinemaparadiso1951
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Críticas 98
Críticas ordenadas por utilidad
10
5 de septiembre de 2021
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es William Munny, aunque también tenga dos hijos, haya muerto su esposa y esté dispuesto a desempolvar su viejo rifle si le ponen entre las cuerdas.
Tampoco es “el jinete pálido”, aunque trate de nuevo de ocultar su pasado y llegue a tomar partido por unos perfectos desconocidos que tratan, como aquellos granjeros, de hundir sus raíces en la América de las oportunidades.
Muy atrás quedó Harry Callaghan, aunque a nuestro nuevo héroe le entren ganas de mandar definitivamente a paseo a los hijos de mala madre que le han robado la paz en su barrio.
No es ni siquiera el hombre escéptico y solitario que, tras perder a su hija, encontraba en una aspirante a boxeadora a alguien capaz de devolverle al mundo de los vivos.
Es, sencillamente, Clint Eastwood; ha sido todos los anteriores personajes y muchos más que no nombro. Es en “Gran Torino” cada uno de ellos y ninguno en particular. Pocas veces en la historia del cine se habrá dado un caso similar: un actor-director que reflexiona sobre el propio mito que él ha creado durante más de cuarenta años en la pantalla. Un hombre que no ha puesto resistencia al envejecimiento (no sería sabio si lo hiciera); pero que ha sabido adaptar su propia imagen a la edad que el implacable paso del tiempo le ha ido marcando en cada momento. Sin perder nunca su carisma, ha ido reelaborando el mito, sobre todo en los últimos quince años, fusionando con especial inteligencia la historia y la leyenda, el actor y el personaje.

En “Gran Torino” sus señas de identidad son transparentes: cualquiera que haya seguido su trayectoria lo reconoce desde su misma presentación. Tan sólo los dos primeros minutos de proyección (en el funeral de su esposa) nos bastan y nos sobran para que conozcamos a Walt Kowalski, a sus hijos y a sus nietos, el mundo que aborrece y el mundo que ha elegido, el de un hombre viejo, enfermo y huraño que no puede vivir en el presente porque, sencillamente, ni lo reconoce ni puede reconocerle a él.

Rodeado de extraños, asiáticos en su mayor parte, que han ocupado el barrio, nuestro héroe (antihéroe más bien) vive anclado en su soledad y en un pasado que, como en los personajes de sus últimos grandes westerns (“El jinete pálido” y “Sin perdón”), no le ha proporcionado precisamente la paz interior. Su contacto directo con la violencia (ha luchado en la guerra de Corea) le ha hecho desconfiar de los demás y no está precisamente en su mejor momento para asumir los riesgos de la multiculturalidad. Como viejo dinosaurio, no le quedan más opciones: adaptarse o morir.

La presencia de sus vecinos del barrio, pertenecientes a la etnia “hmong” (grupos procedentes del sudeste asiático que, después de ayudar a los americanos en Vietnam tuvieron que refugiarse en diferentes países huyendo del triunfo comunista) tiene varias funciones en el film; por una parte, expositiva: son los signos de una América irreconocible para Kowalski; por otra, narrativa: al ser acosados por bandas callejeras incontroladas, se convierten en los débiles que necesitan defensa. Pero, por encima de todo, sirven de excusa argumental para que nuestro hombre, al llegar a una convivencia forzada al principio, asumida después, con sus vecinos, llegue a exorcizar sus propios demonios interiores, purificándose de sus instintos xenófobos, replanteándose la utilidad de la violencia (como William Munny en “Sin perdón”) y, como el perdedor de “Million dollar baby”, llegar a tomar una decisión extrema, en un desenlace particularmente emocionante y de resonancias épicas, que termina por configurar la talla humana del personaje y, a su vez, del mito Eastwood. En ese sentido, uno de los aciertos del film es la “confesión” de sus pecados; algo que su mujer deseaba y que el curita joven e inexperto de su parroquia intenta conseguir. Al final, todo se quedará en un rito rutinario; pero la auténtica confesión, una confesión laica, se ha producido poco antes: cuando Kowalski se abre al joven Théo y expulsa toda su rabia, echando fuera sus fantasmas de la guerra, de la sangre derramada, que aún alberga en su interior.

Se trata de un film muy sobrio, hecho con modestos medios: un solo personaje con entidad, unos cuantos actores desconocidos y un puñado de extras; dos casas, una calle y una iglesia; un rodaje de un mes escaso y una realización deliberadamente descuidada a veces. Puede que no sea tan recordado como las grandes obras maestras del director que están en la mente de cualquier aficionado (“Sin perdón”, “Los puentes de Madison”, “Mystic River”, “Million Dollar Baby”…); pero los resultados son excelentes.

El clasicismo del director –su nota más reconocible y elogiable --, más deudor del cine de los 70 y en particular de Donald Siegel, su maestro, que del propiamente llamado “cine clásico americano” que se remonta a décadas anteriores, se hace patente en toda la narración. Adoptando siempre el punto de vista del personaje de Eastwood, se presenta a su familia como un atajo de impresentables y con nula capacidad de evolución; gente hueca por dentro, convencional en sus ritos y formas sociales, hipócrita cuando acuden al padre-abuelo y apegada a la codicia como único motor de sus vidas. A través de ellos y de su exótico vecindario Kowalski asiste al desmoronamiento del “sueño americano”; sólo le quedan sus viejos recuerdos: su fallecida esposa, sus herramientas de mecánico, su viejo rifle y un Ford Gran Torino del 72, un coche al que mima de forma muy especial, un objeto anecdótico al principio y simbólico después de un pasado que no puede volver.


Y, como el cine más humano y convincente, el último Eastwood, coherente con su modo de entender el lenguaje de las imágenes, está repleto de miradas, de silencios, de frases arrojadas como lanzas, de palabras entredichas más que oídas, de detalles en apariencia insignificantes pero llenos de sentido.

Gran Torino. Gran Eastwood.
Cinemaparadiso1951
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7
23 de septiembre de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un western atípico por dos razones: primera, porque se hizo en una época en que prácticamente ya había muerto el género (aunque faltaba aún Clint Eastwood con esas dos joyas tituladas “El jinete pálido” y “Sin perdón”, que llegaron después); segunda, porque está ambientado al acabar la Segunda Guerra Mundial, o sea, a mediados ya del siglo XX, una época ya muy tardía para el cine del Oeste. Como era de esperar, esta película fue un total fracaso comercial, porque llegó como fuera de época. Sin embargo, para mí y para otros es la mejor película de Alan J. Pakula, un realizador que dio en los setenta lo mejor de que era capaz.

El filme que nos ocupa es una obra serena y lírica, muy hermosa, con pequeños fogonazos de violencia y con un aire totalmente clásico. El bien y el mal, los rancheros frente a los terratenientes y empresarios petrolíferos, la defensa de la tierra como un bien muy preciado de raíces ancestrales…, son temas que han ido siempre unidos al género más americano que se inventó jamás, que es el western. La presencia de Jane Fonda, en su mejor época como actriz y en un papel de mujer aguerrida y valiente cortado a su medida contribuye en gran manera al atractivo de la cinta.

Lo mejor.- Jane Fonda, sus miradas, sus silencios, el uso espléndido de los espacios abiertos y el sabor clásico que se respira en toda la película.

Lo peor.- Al guion le falta chispa; avanza con cierta parsimonia y, en cambio, el final se resuelve con demasiada rapidez.

Mi pregunta.- ¿Por qué la manía de las distribuidoras españolas de cambiar los títulos originales tan caprichosamente? El título de esta película es bastante expresivo: “Comes a horseman” (“Llega un jinete”). ¿A cuento de qué viene lo de “libre” y, no digamos, lo de “salvaje”?
Cinemaparadiso1951
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9
22 de septiembre de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los mejores westerns de los 60 (casi un precedente de “Grupo salvaje”), cuando el género entraba en franca decadencia y con necesidad de renovación. Ha envejecido muy bien, como los buenos vinos, y, al igual que otros títulos de esa época ("Doce del patíbulo", "La jauría humana" ...), cuenta con un reparto difícil hoy de igualar, no digamos de superar (Burt Lancaster, Lee Marvin, Jack Palance, Robert Ryan, Claudia Cardinale...). Grandes actores, tipos duros, mujeres hermosas, espectaculares paisajes, diálogos para recordar, y un perfecto equilibrio entre psicología y acción. No sólo es un plato apetitoso para los amantes del western; basta con que a uno le guste el buen cine, el de siempre.

Lo mejor.- Su trabajado guión, los inteligentes diálogos, la fotografía, la música, el soberbio reparto, la vitalidad de Burt Lancaster, la belleza de la Cardinale, el ritmo narrativo, la trepidante acción…, TODO.

Lo peor.- Bastante desdibujados los personajes de Robert Ryan y Woody Strode, al margen del buen hacer de estos dos excelentes actores.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Cinemaparadiso1951
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9
9 de septiembre de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi 2ª película favorita del cine de aventuras (la 1ª es “Los vikingos”). Apasionante, llena de vitalidad y de poderosas imágenes, con un uso espléndido del color, “Moby Dick” se basa en una larguísima y excepcional novela, seguramente la mejor que se ha escrito sobre el mar, ese mundo lleno de riesgos, misterio y emociones. Tanto la novela como la película son un homenaje a todos los que amamos el mar y, particularmente, a todos los que en el mar perdieron su vida. No es una película de “monstruos marinos” (nada que ver con “Tiburón”), pues la famosa ballena no aparece hasta el último tramo del filme. Es un emocionante relato de aventuras marítimas y, al mismo tiempo, un drama psicológico sobre un hombre que desafió a Dios, a la naturaleza y al destino por llevar a cabo su inútil venganza.

En su día se discutió mucho la elección de Gregory Peck para el personaje del atormentado capitán, pues era demasiado joven para el papel y su imagen popular se apartaba aquí totalmente de lo acostumbrado; pero el maquillaje y la entrega profesional del actor le compensaron con creces. Gran película.
Cinemaparadiso1951
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8
9 de septiembre de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El tema de "Gravity", al igual que hace años “Buried (Enterrado), echaba para atrás, y a Sandra Bullock no nos la imaginábamos en este tipo de películas. El milagro de “Gravity” es que su pobreza argumental (una mujer todo el tiempo dando vueltas en el espacio y sin saber cómo salir de allí) da lugar a un poderoso guion que mantiene en vilo al espectador durante sus escasos (y contadísimos) 90 minutos de duración. Como decía el maestro Hitchcock, en el cine “lo que importa no es lo que se cuenta, sino cómo se cuenta”. No sólo padecemos con la Bullock (Clooney sólo está en pantalla la primera media hora), sino que asistimos a un ejemplo de gran potencia visual que no impide, sin embargo, ni el realismo de la historia (nada que ver con alienígenas ni con monstruitos de cómic) ni una sobria reflexión sobre el sentido de la vida, la insignificancia del ser humano en el Universo, el destino final y la aceptación de la posible muerte. Los pensamientos de nuestra heroína (en una interpretación fuera de serie) y el llevarnos con ella a una situación incontrolable que nos sobrepasa hacen que los noventa minutos de “Gravity” pasen, contra todo pronóstico, como un suspiro. Por una vez la crítica y el público se han puesto de acuerdo.
Cinemaparadiso1951
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