“Beware the Slenderman” es un ladrillo mentiroso. Me explico: todo su envoltorio anuncia—a bombo y platillo, además— una cinta de terror, desde el cartel promocional hasta el propio planteamiento de la historia, con ese “found footage” en la línea de “The Blair Witch Project” (El proyecto de la bruja de Blair, 1999); sin embargo, no tarda en irse por derroteros muy distintos y que en ningún caso se corresponden con el horror prometido.
Porque “Beware the Slenderman” es el quimérico resultado de la cópula insalubre —y en absoluto divertida— entre un episodio de “Forensic Files” (Crímenes imperfectos, 1996-2011) y cualquier magazine de sobremesa dedicado a exponer las miserias de pobres diablos sin alfabetizar.
El muy relativo interés que pudieran albergar el brote esquizofrénico de una adolescente de Wisconsin, la reconstrucción en sede judicial del crimen subsiguiente o los alegatos en contra de los ipads por parte del atribulado padre de la cómplice se diluye en paralelo a las cada vez más incontrolables cabezadas del espectador. En mi caso, y habiendo visto la película a lo largo de tres días distintos, como si de una miniserie se tratase, para poder soportarla hasta el final y así despellejarla con conocimiento de causa, han sido mis propios ronquidos los que me han devuelto a un estado de conciencia lo bastante funcional como para continuar con el suplicio.
Recuerdo que, en su día, también yo tuve contacto con ese “Slenderman” que da título —y poco más— a tamaño bodrio soporífero. En concreto con el videojuego. Sin ser nada del otro mundo, resultaba infinitamente más interesante que la cinta que —en mala, pésima hora— nos ocupa. Y encima daba miedo.