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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
5
Terror. Intriga Mientras clasifica material de archivo rodado a principios del siglo XX, David descubre que su casa fue el escenario de un terrible crimen. Un hecho luctuoso que amenaza con proyectar una sombra fantasmagórica sobre la vida del protagonista. Usando las imágenes de archivo como algo espeluznante, The Canal se convierte en una gran muestra de terror psicológico. (FILMAFFINITY)
31 de mayo de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta curiosa, y muy inteligente, la especialización de una cinematografía pequeña y periférica como la irlandesa en el sector terrorífico, con notoria influencia del horror gótico y sus casas encantadas, recorridas por fantasmas renuentes al desalojo, infalible impronta cuando se acompaña de un moderado buen gusto. Ejemplo de lo cual era la estupenda “The Little Stranger” (ídem, 2018). No tan reciente, y un escalón por debajo en cuanto a calidad, esta “El canal” cumple, no obstante, su cometido, y con creces. O sea, dar miedo. Con mimbres modestos, pero encomiable eficacia y evidente mimo, Ivan Kavanagh manifiesta un sabio manejo de los códigos —y no tanto el manojo de tópicos que varios críticos a sueldo le recriminan, a mi juicio, sin razón— para tener en vilo incluso al espectador más escéptico.
Lástima de ese extemporáneo desenlace “alla” “The Ring” (ídem, 2002), cuyo desafuero truculento se descuelga de la moderación por la que hasta entonces había transitado la historia. Pareciera que consciente de ese patinazo final, Kavanagh añade un escalofriante epílogo, mucho más en línea con lo visto durante más de una hora y que le permite reencauzar la película para dejarnos con buen sabor de boca y el corazón en un puño. Asimismo, creo que a “El canal” le hubiera sentado bien abundar en el asunto de las viejas filmaciones. Primero, porque la brevedad y superficialidad con que se las despacha acaba por reducirlas a mero McGuffin, y segundo, porque esas cintas primigenias y sus rígidos protagonistas, moviéndose siempre a cámara rápida —consecuencia de la disparidad entre la velocidad de exposición (16fps) y la de proyección (24fps)—, provocan una inquietud inexplicable, pero muy sugestiva.
En el apartado interpretativo, Rupert Evans —visto en “The Man in the High Castle” (“El hombre en el castillo, 2015-2019)— entrega un trabajo solvente como ese funcionario progresivamente desquiciado por el trauma y —presumo— la falta de sueño. Le da la réplica un Steve Oram igualmente correcto en la cínica piel del policía de vuelta de todo y aquejado de gastritis.
Carorpar
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