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Voto de Alberto M Laguía:
6
Comedia. Musical La República Democrática de Freedonia, un pequeño país centroeuropeo, a cuyo frente se encuentra el muy liberal señor Rufus T. Firefly, se ve amenazada por la dictadura de Sylvania, país de vieja y reconocida solvencia como agresor. Dos espías de prestigio, Chicolini y Pinky, sirven a Sylvania, lo que no impide que acaben siendo ministros del ahora ya excelentísimo Firefly. (FILMAFFINITY)
8 de junio de 2020
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Cuando tengo que analizar películas clásicas, necesito situarme en el contexto histórico. Se da la situación, que en el caso de “Sopa de Ganso” (Leo McCarey, 1933) es uno de los momentos más interesantes de la historia del cine: en 1927 se inicia el cine sonoro con “El cantor de Jazz” (Alan Crosland, 1927), primera gran sacudida que sufre el séptimo arte provocando grandes cambios, entre otros: en la forma de actuar. Esto es muy patente en la comedia, donde las interpretaciones del cine mudo eran más tipo clon como las de Buster Keaton, Harold Lloyd o Charles Chaplin.

En una época donde el incipiente “Star System” se permitía acabar de un “plumazo” con la carrera de las viejas estrellas que no conseguían adaptarse al nuevo cine sonoro, la comedia tuvo que reinventarse o morir… Y como el cine sonoro exigía que se oyera, esa reinvención mezcló comedia con musical. Durante la década de los treinta, el Music Hall estuvo muy presente, como en la película que nos ocupa.

Esto no sucedió ni en todo el género, ni con todos los cómicos. Tal fue el caso de Chaplin quien creara su propia productora, United Artist, garantizándose continuar con su estilo propio, variar de registro como hizo en el drama “Candilejas” (Charles Chaplin, 1953) -donde por cierto, Buster Keaton hace un cameo como cómico en decadencia- y, por qué no, permitirse un pensamiento político distinto al imperante en la industria sin el riesgo que dejaran de contratarlo.

Pero volvamos a la comedia y al Music Hall. Así surge el vodevil de los Hermanos Marx: un humor surrealista bañado continuamente de unos diálogos no menos absurdos que de vez en cuando desembocan en números musicales (afortunadamente, en los 70 minutos de esta película, no se da el espacio para muchos de estos números). Este tipo de humor duraría lo que duraron los musicales, y al final de los treinta, la comedia se sofisticó.

Siguiendo con el contexto histórico, nos encontramos inmediatamente después de la Gran Depresión de 1929 y en un período de entreguerras, por lo que la temática bélica y los enredos de espionaje están a menudo presentes, incluso dando a lugar a finales de década a un nuevo género: el cine negro (“Casablanca” de Michael Curtiz en 1942 o “Gilda” de Charles Vidor en 1946).

Por tanto, en “Sopa de Ganso” nos encontramos con una comedia en transición o evolución: de un estilo bufonesco que incorpora el music hall, con la temática bélica y de espionaje de fondo (y como todo hay que decirlo, con una historia no muy sólida… más allá de la caricatura que representa de las relaciones diplomáticas, la política y las guerras).

Y situados ya en el contexto histórico, es cierto que el humor “ganso” de los Hermanos Marx no acaba de ir conmigo. Los innumerables tropiezos, las caídas… Sin embargo, la nostalgia que me provoca ver imágenes tantas veces repetidas en la Historia del Cine como la escena del intercambio de sombreros o la del espejo, hace que esa épica me arranque alguna sonrisa, y eso, tras 87 años de su rodaje, tiene mucho mérito. A parte, poder ver al cuarto hermano Marx, el más joven y serio de los cuatro: Zeppo, en la que sería su última película, también me ha parecido interesante.
Alberto M Laguía
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