Avalada por sus premios internacionales y el gran paso por San Sebastián en septiembre, donde gustó mucho al público, "Le jour des corneilles" (que se traduciría como "El día de los cuervos", aunque si llega a España la llamarán "Salvaje por pelotas") es una superproducción francesa que decepciona hasta límites imposibles de creer al intentar imitar a ciertos modelos sin caer en la cuenta de que algunos realizadores o estudios tienen cierta sensibilidad (en el primer caso, se llama estilo) y que eso no es replicable. O al menos, no de forma tan sencilla. Así, aquí se cita a la épica naturalista de Hayao Miyazaki y el elemento sobrenatural tradicional del Studio Ghibli, añadiéndole los conflictos humanos de producciones como "El libro de la selva". La mezcla, sobre el papel, es fantástica. En la práctica... no.

El problema es que todo suena a ya visto, a chiste mil veces contado. Y no es tanto por los ingredientes como por la elaboración del plato completo, un filme que técnicamente además es sumamente irregular, teniendo unos maravillosos fondos estáticos hechos al óleo y unos personajes animados de tal forma que cuando los planos son medios o detalle se pueden ver los bordes como si fuesen imitaciones de bocetos a lápiz hechos con el Photoshop. Si le sumamos que utiliza una imaginería que no es suya (los fantasmas representados con cabezas de animales no están nada mal), sólo quedaría aferrarse a su visión de las relaciones humanas. Y en este punto roza el simplismo porque no es capaz de desarrollar a sus personajes y su mensaje es, por decirlo de alguna forma, discutible.

La historia trata sobre un niño que vive con su padre en el bosque por algo que inicialmente no sabemos pero que descubriremos a medida que avance la trama. Llegado cierto punto su padre tendrá un accidente, lo que llevará al pequeño a salir a la ciudad... y así se inician los conflictos, en unos segmentos que alternan el descubrimiento con el salvajismo. Tristemente no hay ninguna evolución por parte de la pieza clave del relato y se llega a un final en el que todo nos importa bien poco, con una poética tan de andar por casa que termina por generar risas involuntarias. Ni siquiera recomendaría la película para niños, pudiendo ponerle los modelos originales que, por supuesto, son infinitamnete mejores. Mediocre y encima con medios, que es peor. Imagino que lo mejor de la película será el libro "The Art of..." que editarán con artworks, bocetos y demás. No me molestaré en comprobarlo.